Comunicar, sí; dialogar, no tanto
A esta conclusión llegó un exhaustivo y ambicioso estudio, nacido y llevado adelante por iniciativa del BID, en particular, de GobApp, un laboratorio de ideas sobre "Nuevas plataformas sociales para el desarrollo". El estudio, que acaba de difundirse, analizó con sofisticadas herramientas informáticas el contenido de las páginas web de los alcaldes y las páginas institucionales de los gobiernos de 61 ciudades latinoamericanas que tienen más de un millón de habitantes, a lo que se sumaron más de 74.000 tuits y 15.000 posteos de Facebook, analizando su lenguaje, frecuencia e interacciones.
El estudio usa en su título un neologismo sugestivo: "Perfil del gobernauta latinoamericano", un ideal de nuevo líder de gobierno que -a juzgar por los resultados, todos disponibles en www.gobernauta.org - es todavía más un deseo teórico que una realidad.
"Gobernauta es el que lee las redes porque también en ellas existe una opinión pública que vale la pena estudiar como demanda o propuestas -apunta a La Nación Mario Riorda, consultor sobre estrategia y comunicación para gobiernos y partidos en América latina, que fue consultor principal de la invstigación-. No es necesariamente un gran tuiteador sino el que, sin desestimar en absoluto el uso publicitario, entiende más a las redes como un servicio comunicacional." En otras palabras alguien que, más que contar cuántos seguidores tiene en Twitter y quedarse satisfecho con eso, hace que en la Web exista información detallada sobre trámites y pago online de impuestos, se ofrezca una plataforma para discutir en línea el uso del presupuesto o para hacer denuncias sobre problemas en la vía pública que reciban respuesta inmediata.
Mientras el "gobierno electrónico" es objeto de teorías politológicas, análisis estadísticos y consultorías en todo el mundo, en América latina se suma un dato más: es la región más activa en el uso de redes sociales (de los 10 países que encabezan ese ránking, 5 son latinoamericanos), para propósitos tan disímiles como informarse, hacer denuncias, comprar productos o contratar servicios y convocar movilizaciones. Es un escenario particularmente desafiante para la política, que se mantuvo bastante parecida a sí misma durante las décadas en que la tecnología transformó el mundo, las percepciones y posibilidades de las personas y las sociedades.
En estado incipiente
No es raro que los encargados de la comunicación y de las áreas digitales de los municipios sean jóvenes: mientras el rango de edad de los alcaldes es de 36 a 77 años, la media de los equipos de comunicación es 31 años y, en los equipos de redes digitales, de 27 años.
En cuanto al uso de las dos redes sociales más populares, los municipios latinoamericanos en general publican entre 5 y 7 tuits diarios (58,5%) -lo que indican las buenas prácticas para cuentas institucionales-, pero hacen casi lo mismo en Facebook -el 39% sube más de 5 posteos por día, y el 29,3% de 3 a 5-, lejos de esas recomendaciones, que hablan de uno o dos posteos diarios. Sin embargo, si se mira el origen geográfico de esos mensajes hay discrepancias: las ciudades analizadas en Colombia y Venezuela tienen una gran actividad en Twitter (43,3% de todos los tuits estudiados), mientras Brasil lidera el uso de Facebook (con el 30,2% de los posteos provenientes de las 20 ciudades brasileñas analizadas en el estudio).
¿De qué le hablan los alcaldes y gobiernos locales a los ciudadanos? De temas "blandos" y poco controvertidos: cultura y educación encabezan los contenidos de tuits y posteos (en algunas ciudades están primeros los deportes, la limpieza, la salud o los transportes), mientras los ciudadanos tienen otra agenda: seguridad y violencia, corrupción y transparencia y estado de las calles. Sólo el 5% de los gobiernos que hace una pregunta luego realiza un seguimiento de la respuesta, apunta Valenti. En el 63% de los tuits, además, el tono es "técnico", lo que los investigadores atribuyen a una intención de "evitar viralizaciones no controladas o conversaciones muy negativas sobre los contenidos".
¿De qué depende que un municipio o un alcalde tengan un manejo más inclinado a la interacción que a la sola propaganda en las redes sociales? Ni de la edad de los jefes de gobierno, ni de la cantidad de habitantes de las metrópolis, ni de la infraestructura disponible ni de la orientación ideológica. Como en tantos otros cambios, depende en buena medida de que el jefe de gobierno lo tome como política de Estado. "Como sucede con muchos cambios de modernización en América latina, están asociados al liderazgo. El gobernauta debe estar dispuesto a escuchar, también las críticas, y a promover un cambio en toda la administración; pensar en que con las redes sociales no sólo se habilita un canal de comunicación, sino una herramienta de gestión", resume Valenti.
"Depende de su voluntad la gestación y constitución de equipos capacitados que entiendan a las redes sociales como una necesidad comunicacional y de legitimación de la política -sigue Riorda-. Pero no alcanza si no se tuerce la concepción propaladora publicitaria de las redes, en contraposición con un uso asociado a la prestación de servicios, la interacción y la gestión propiamente dicha. No es suficiente que muchos alcaldes estén involucrados en el contenidos de sus cuentas; lo que define al gobernauta es el empoderamiento de los equipos y su capacidad de interacción."
Cambiar por necesidad
¿Está surgiendo un nuevo perfil de gobernante en la región, como se propuso detectar el estudio? "No les queda otra que cambiar -dice Valenti-. Va emergiendo ese nuevo perfil por la influencia de las circunstancias políticas, sociales y culturales."
¿Y qué sucede del otro lado de la pantalla o del celular? Si la petición ciudadana y la organización de acciones colectivas se han vuelto más cercanas gracias a las redes, "mucha de esa acción es sólo de masas, con poca percepción de eficacia por parte de los ciudadanos y más bien reactiva que proactiva", dice Riorda.
"El ciudadano que se comunica e interactúa con el político tiene una nueva forma de activación política: discute vivencias y percepciones, es más incoherente y volátil en sus preferencias", dice Straface. Es la misma ciudadanía que, en algunos casos, aprovecha el anonimato para recorrer el arco que va de la opinión a la descalificación y el insulto. "Las redes sociales reflejan bastante bien una segmentación de la ciudadanía que preexiste a ellas. Potencian lo mejor y lo peor de los ciudadanos interactuando en política, no transforman esas condiciones."
Ni la tecnología ni el PBI: es la política
Temas poco controvertidos,
mensajes positivos y lenguaje técnico: así usan Twitter y Facebook la
mayoría de los gobiernos locales de América latina, mientras los
ciudadanos hablan de lo que les preocupa. Los obstáculos para pasar de
la propaganda al gobierno abierto
Los
ciudadanos piden respuestas a la inseguridad; los gobernantes responden
con la inauguración de un centro cultural. Los ciudadanos se quejan de
la corrupción; los gobernantes presentan un nuevo programa educativo.
Los ciudadanos reclaman un espacio donde poder denunciar problemas en la
vía pública; los gobernantes difunden sus fotos en una conferencia
sobre transporte urbano. Si las conversaciones que se entablan en las
redes sociales entre gobiernos locales y ciudadanos se pudieran
escuchar, sonarían más o menos así. Así de disímiles y desconectadas.
En
efecto, aunque las redes sociales tienen un protagonismo cada vez más
fuerte en la gestión pública de las ciudades -con un lugar en el
organigrama estatal, empleados a cargo y recursos-, para la mayoría de
los políticos siguen siendo un canal para difundir lo que quieren
mostrar, reservarse el poder de instalar públicamente determinados temas
y esquivar asuntos controvertidos más que una herramienta para escuchar
e interactuar con la ciudadanía. Una ciudadanía que, a propósito,
reclama cada vez más que los portales web, Facebook y Twitter sean
vehículos que le ayuden a resolver sus problemas e informarse, más que
una prolongación de la campaña electoral.
A esta conclusión llegó un exhaustivo y ambicioso estudio, nacido y llevado adelante por iniciativa del BID, en particular, de GobApp, un laboratorio de ideas sobre "Nuevas plataformas sociales para el desarrollo". El estudio, que acaba de difundirse, analizó con sofisticadas herramientas informáticas el contenido de las páginas web de los alcaldes y las páginas institucionales de los gobiernos de 61 ciudades latinoamericanas que tienen más de un millón de habitantes, a lo que se sumaron más de 74.000 tuits y 15.000 posteos de Facebook, analizando su lenguaje, frecuencia e interacciones.
El estudio usa en su título un neologismo sugestivo: "Perfil del gobernauta latinoamericano", un ideal de nuevo líder de gobierno que -a juzgar por los resultados, todos disponibles en www.gobernauta.org - es todavía más un deseo teórico que una realidad.
"Gobernauta es el que lee las redes porque también en ellas existe una opinión pública que vale la pena estudiar como demanda o propuestas -apunta a La Nación Mario Riorda, consultor sobre estrategia y comunicación para gobiernos y partidos en América latina, que fue consultor principal de la invstigación-. No es necesariamente un gran tuiteador sino el que, sin desestimar en absoluto el uso publicitario, entiende más a las redes como un servicio comunicacional." En otras palabras alguien que, más que contar cuántos seguidores tiene en Twitter y quedarse satisfecho con eso, hace que en la Web exista información detallada sobre trámites y pago online de impuestos, se ofrezca una plataforma para discutir en línea el uso del presupuesto o para hacer denuncias sobre problemas en la vía pública que reciban respuesta inmediata.
Mientras el "gobierno electrónico" es objeto de teorías politológicas, análisis estadísticos y consultorías en todo el mundo, en América latina se suma un dato más: es la región más activa en el uso de redes sociales (de los 10 países que encabezan ese ránking, 5 son latinoamericanos), para propósitos tan disímiles como informarse, hacer denuncias, comprar productos o contratar servicios y convocar movilizaciones. Es un escenario particularmente desafiante para la política, que se mantuvo bastante parecida a sí misma durante las décadas en que la tecnología transformó el mundo, las percepciones y posibilidades de las personas y las sociedades.
En estado incipiente
"La región está
en una época de transición. Por ahora las redes sociales se están
incorporando al lado de otros medios de comunicación", sintetiza Pablo
Valenti, especialista líder del BID en governance e innovación,
coordinador de GobApp y jefe del proyecto. Efectivamente, según el
estudio, que llevó unos ocho meses de trabajo entre 2014 y 2015, los
gobiernos municipales de América latina tienen una presencia casi total
en las redes sociales más masivas y populares: el 97,6% de los gobiernos
analizados tiene una cuenta en Facebook, el 90,2% en YouTube y el 85,4%
en Twitter. A su vez, existen áreas formales dedicadas a la
comunicación en el 90% de los municipios y en el 92,% de los casos el
área de comunicación digital trabaja de manera coordinada con ella, en
general con recursos humanos propios.
No es raro que los encargados de la comunicación y de las áreas digitales de los municipios sean jóvenes: mientras el rango de edad de los alcaldes es de 36 a 77 años, la media de los equipos de comunicación es 31 años y, en los equipos de redes digitales, de 27 años.
En cuanto al uso de las dos redes sociales más populares, los municipios latinoamericanos en general publican entre 5 y 7 tuits diarios (58,5%) -lo que indican las buenas prácticas para cuentas institucionales-, pero hacen casi lo mismo en Facebook -el 39% sube más de 5 posteos por día, y el 29,3% de 3 a 5-, lejos de esas recomendaciones, que hablan de uno o dos posteos diarios. Sin embargo, si se mira el origen geográfico de esos mensajes hay discrepancias: las ciudades analizadas en Colombia y Venezuela tienen una gran actividad en Twitter (43,3% de todos los tuits estudiados), mientras Brasil lidera el uso de Facebook (con el 30,2% de los posteos provenientes de las 20 ciudades brasileñas analizadas en el estudio).
Fuera de las cuentas institucionales, hay alcaldes más "tuiteros": Gustavo Petro (@petrogustavo), de Bogotá, encabeza el ranking, con 899 tuits; seguido de José Blandon (@BlandonJose), de Panamá, con 757 y Antonio Ledezma (@alcaldeledezma ), de Caracas, con 677. Mauricio Macri (@mauriciomacri) aparece en el número 31 de la lista, con 12 tuits.
¿De qué le hablan los alcaldes y gobiernos locales a los ciudadanos? De temas "blandos" y poco controvertidos: cultura y educación encabezan los contenidos de tuits y posteos (en algunas ciudades están primeros los deportes, la limpieza, la salud o los transportes), mientras los ciudadanos tienen otra agenda: seguridad y violencia, corrupción y transparencia y estado de las calles. Sólo el 5% de los gobiernos que hace una pregunta luego realiza un seguimiento de la respuesta, apunta Valenti. En el 63% de los tuits, además, el tono es "técnico", lo que los investigadores atribuyen a una intención de "evitar viralizaciones no controladas o conversaciones muy negativas sobre los contenidos".
¿De qué depende que un municipio o un alcalde tengan un manejo más inclinado a la interacción que a la sola propaganda en las redes sociales? Ni de la edad de los jefes de gobierno, ni de la cantidad de habitantes de las metrópolis, ni de la infraestructura disponible ni de la orientación ideológica. Como en tantos otros cambios, depende en buena medida de que el jefe de gobierno lo tome como política de Estado. "Como sucede con muchos cambios de modernización en América latina, están asociados al liderazgo. El gobernauta debe estar dispuesto a escuchar, también las críticas, y a promover un cambio en toda la administración; pensar en que con las redes sociales no sólo se habilita un canal de comunicación, sino una herramienta de gestión", resume Valenti.
"Depende de su voluntad la gestación y constitución de equipos capacitados que entiendan a las redes sociales como una necesidad comunicacional y de legitimación de la política -sigue Riorda-. Pero no alcanza si no se tuerce la concepción propaladora publicitaria de las redes, en contraposición con un uso asociado a la prestación de servicios, la interacción y la gestión propiamente dicha. No es suficiente que muchos alcaldes estén involucrados en el contenidos de sus cuentas; lo que define al gobernauta es el empoderamiento de los equipos y su capacidad de interacción."
Cambiar por necesidad
Como
trasfondo de los resultados del estudio se abre un debate más medular,
que gira en torno de la representación política y cuestiona también las
formas y alcances de la "participación" de los ciudadanos en las redes.
"La política perdió densidad o capacidad de expresarse a partir de
enunciaciones ideológicas, una cosmovisión del mundo o de hacia dónde va
el país. La representación política hoy demanda canales de expresión
más cotidianos, más vinculados a expectativas de corto plazo que a
relatos orientadores de largo plazo -apunta Fernando Straface, consultor
asociado del estudio y director ejecutivo de Cippec-. La política, y
más aún los políticos individualmente, recurren a las redes sociales más
como una necesidad imperiosa de encontrar un lenguaje y una forma de
llegar con su mensaje que como una oportunidad para transmitir un
mensaje más completo y complejo. Son buenos en alertar un déficit
presente y decir cómo lo resuelven, pero menos en movilizar
colectivamente o construir consensos duraderos."
¿Está surgiendo un nuevo perfil de gobernante en la región, como se propuso detectar el estudio? "No les queda otra que cambiar -dice Valenti-. Va emergiendo ese nuevo perfil por la influencia de las circunstancias políticas, sociales y culturales."
¿Y qué sucede del otro lado de la pantalla o del celular? Si la petición ciudadana y la organización de acciones colectivas se han vuelto más cercanas gracias a las redes, "mucha de esa acción es sólo de masas, con poca percepción de eficacia por parte de los ciudadanos y más bien reactiva que proactiva", dice Riorda.
"El ciudadano que se comunica e interactúa con el político tiene una nueva forma de activación política: discute vivencias y percepciones, es más incoherente y volátil en sus preferencias", dice Straface. Es la misma ciudadanía que, en algunos casos, aprovecha el anonimato para recorrer el arco que va de la opinión a la descalificación y el insulto. "Las redes sociales reflejan bastante bien una segmentación de la ciudadanía que preexiste a ellas. Potencian lo mejor y lo peor de los ciudadanos interactuando en política, no transforman esas condiciones."
En
ese sentido, podría pensarse si existe un uso local de las redes
sociales, vinculado con algunos rasgos de la cultura política regional.
"Sí -responde Riorda-. La propia agenda de temas es un elemento
característico de la región: seguridad y violencia son los temas más
mencionados desde la ciudadanía. Además, en las redes personales de los
alcaldes hay un uso más descontracturado, propio de perfiles más
carismáticos de nuestra cultura latina."
"Un dato interesante es
que en una región con fuertes personalismos, las redes sociales ofrecen
todavía un cuidado sentido de la institucionalidad por sobre el exceso
de personalización", subraya Riorda. Y aclara: "Sin embargo, las
nociones de transparencia, participación y gobierno abierto no aparecen
como oferta pública en la agenda de interacción de alcaldes y gobiernos
para la ciudadanía".
Lo dicho: las redes no hacen sino reflejarnos.
Ni la tecnología ni el PBI: es la política
El
84% de los portales web de los gobiernos latinoamericanos tiene
información institucional, pero sólo el 20% incluye un buscador
específico; el 52% tiene datos presupuestarios actualizados, pero sólo
el 35% permite hacer consultas de deudas y contribuciones; sólo 3 de
cada 10 permiten hacer pagos en línea y únicamente el 9% responde vía
email en menos de 5 días.
Son resultados de otro estudio sobre
gobierno electrónico en la región que está a punto de hacerse público:
desde el Programa de Gestión Pública de Cippec se analizó la provisión
de bienes y servicios en línea de las 125 ciudades con mayor densidad
poblacional de la región (25 países y casi 100 millones de personas), lo
que mostró un desempeño "incipiente" del gobierno electrónico en las
ciudades de la región. En concreto, el continente alcanza el 51% del
puntaje total en su "presencia" en la web (datos institucionales,
información básica sobre trámites y estadísticas), pero ese número baja
al 44% en "información" (presupuesto, rendición de cuentas, atención al
ciudadano) y cae al 19% en "transacción" (pago en línea de impuestos,
respuesta en menos de cinco días, turnos en línea).
Los
investigadores cruzaron datos sobre oferta e interacciones on line -con
un índice de servicios en línea elaborado a partir de 36 variables- con
otros elementos, como población, ingreso per capita, penetración de
Internet y tasa de mortalidad infantil. "No necesariamente las ciudades
con más PBI, ni con más infraestructura tecnológica ni con más
penetración de banda ancha tienen mejor performance en la web, sino las
que tienen más capacidades estatales e institucionales", apunta Gonzálo
Diéguez, director del Programa de Gestión Pública de Cippec, a cargo del
estudio. "Las tecnologías llegaron al Estado, pero no todavía para la
resolución de políticas públicas ni la interacción más dinámica. Recién
cuando eso se institucionaliza se hacen visibles los cambios", dice.
Además,
hay países en los que el desarrollo del gobierno electrónico depende de
las capacidades del gobierno local (Argentina), y otros en que está
enmarcado en planes de gobierno aplicados desde el gobierno central
(Chile, Colombia y Perú)..
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