Regulaciones, acusaciones de manipulación, pero también uso intensivo de los recursos digitales: a nivel regional, los medios adquirieron otro protagonismo.
Por Diana Fernández Irusta, en "La Nación"
Nunca antes fueron cuestionados como ahora." Martín
Becerra, doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad
Autónoma de Barcelona, docente de la UNQ y la UBA, e investigador del
Conicet, propone en De la concentración a la convergencia. Políticas de medios en Argentina y América latina
(Paidós) que, en materia comunicacional, si algo marcó a la "década
ganada" fue el nuevo lugar que pasaron a tener los medios de
comunicación a nivel regional. Y, en particular, el nuevo vínculo que se
estableció entre el universo mediático y la política. Todo esto, en un
contexto de vértigo, donde la promulgación de nuevas regulaciones para
el sector se conjugó con la masificación del acceso a Internet y las aún
impredecibles consecuencias de la convergencia tecnológica: la
integración entre medios, industrias culturales, redes digitales y
servicios de telecomunicaciones que ya nos está modificando la vida. Y
que no ha hecho más que empezar.
"A diferencia de la historia
latinoamericana, que era una historia de poca actividad regulatoria
legal, en los últimos diez años gobiernos de distinto signo ideológico
tomaron cartas en el asunto", asegura el especialista. A grandes rasgos,
Becerra distingue tres situaciones. Por un lado, los países donde
existe conflictividad entre gobiernos y medios y, además, se adoptaron
nuevas regulaciones (la Argentina, Ecuador, Venezuela, Uruguay). Por
otro, el caso de Brasil, donde se producen situaciones de tensión
entre la dirigencia política y los grandes grupos mediáticos, pero no se
adoptaron nuevas leyes integrales. Y los casos de Chile o Perú, donde
coinciden bajos niveles de conflictividad y ausencia de innovaciones en
la legislación. Pero hay notorias diferencias en los factores sobre los
que cada ley nacional eligió poner el acento; fundamentalmente, en el
modo en que las nuevas normativas tocan aspectos medulares del derecho a
la libertad de expresión. Por ejemplo, a diferencia de las leyes
argentina, uruguaya y mexicana, las de Venezuela y Ecuador regulan línea
editorial. La ley ecuatoriana es la más ambiciosa: "Regula todo: medios
escritos, audiovisuales, telecomunicaciones, Internet, blogs, Facebook.
Con criterios muy duros, muy draconianos, en relación a la libertad de
palabra", explica Becerra.
Pase de facturas
Al
bucear en los orígenes de la situación actual, el investigador se
remite a las crisis que sacudieron la región entre fines del siglo XX y
principios del XXI. "La crisis del modelo de transferencia de activos
públicos al mercado, lo que sintéticamente sería la crisis del modelo
neoliberal, se conjura en parte con nuevas regulaciones para el sector
de medios -explica-. Como si una parte del estamento político les
facturara cierto consenso que hubo en algunos sectores de la sociedad
con el modelo neoliberal. En esto, creo que el estamento político es
pícaro. También lo son los medios; son dos actores distintos. Pero el
estamento político fue coautor de ese modelo, aunque ahora algunos
sectores se hayan reposicionado. A la hora de facturar, es clarísimo:
incluso en Brasil o Chile, países donde no hubo nuevas regulaciones
integrales, una parte de la dirigencia política les factura a los medios
su complacencia, participación o consenso con el modelo neoliberal."
Más
allá de los inevitables matices, lo cierto es que no es en los
posicionamientos ideológicos donde habría que buscar las claves de esta
suerte de redescubrimiento de los sistemas de medios por parte de la
política latinoamericana. "Hay otros factores. Uno de ellos, más
estructural, es la debilidad extrema de la estructura económica del
sector de medios, comparada con la que tenía hace tres décadas", señala
Becerra. El punto crucial sería la enorme competencia surgida en la
producción, almacenamiento y puesta en circulación social de información
y entretenimiento. Lo que antes aparecía como una "cadena integrada de
valor", hoy asoma como "un circuito jibarizado entre distintos
participantes, algunos con escala global de operaciones, que pueden
maximizar la intermediación que realizan. Los medios tradicionales
intentan adaptarse; desde una perspectiva darwinista, intentan
sobrevivir a estos cambios. Pero la incertidumbre que tienen es enorme".
En este marco, las reiteradas acusaciones de "hegemónicos" o
"manipuladores" (que Becerra, más que considerar setentistas, considera
ancladas en una mirada sesentista) revelan una aguda incomprensión, no
sólo de las profundas transformaciones por las que atraviesa la dinámica
comunicional, sino también algunos aspectos básicos de su
funcionamiento. "No se comprende el vínculo social que algunos grandes
medios crean con la audiencia -destaca el investigador-. O Globo no se
explica solamente porque es un grupo económicamente importantísimo. Se
explica porque los brasileños interrumpen su vida todos los días de la
semana en el prime time para ver la novela. Es una habilidad que
lleva décadas cultivándose. Entonces, no es que armás un multimedio
nuevo o estatal y por arte de magia rompés el vínculo social y la
cultura de producción y consumo de contenidos y entretenimiento ya
armados."
Una complejidad imbricada, además, en comportamientos
políticos o ciudadanos también complejos: "Muchos de los que sintonizan O
Globo [grupo públicamente enfrentado con los gobiernos del PT] han
votado después a Lula. Muchos de los que ven Tinelli votan a Cristina
Fernández de Kirchner", detalla Becerra, destacando esa especie de hecho
maldito: el encuentro entre audiencias masivas y entretenimiento
siempre implica juegos múltiples, cambiantes, reacios ante quien se los
quiera apropiar, y sólo en apariencia fáciles de catalogar.
De
todos modos, las acusaciones sobre la conjunción entre poder político y
poder mediático han sido una constante en el último tiempo. Becerra, más
allá de los reparos frente a la recurrida categoría de "hegemónico",
considera que si hay un país en América latina donde tiene sentido
hablar de poder mediático, ése es México. "De hecho, hay una parte de la
cámara de diputados a la que llaman públicamente «telebancada», porque
es la bancada de Televisa. Son diputados de diversos partidos políticos
que han tenido en muchos casos cargos gerenciales en Televisa. Piden
licencia en el cargo gerencial cuando son elegidos diputados
-describe-. Ejercen el mandato de representantes del pueblo, y luego
regresan al puesto gerencial en Televisa." Para el investigador, éste es
un claro caso donde el peso político de un grupo de medios tiene clara
influencia en la relación de fuerzas e incluso en los acuerdos
constitucionales entre los distintos partidos políticos.
"Paradójicamente ese peso no se condice sólo con el poder económico,
como leemos a veces en la Argentina -aclara-. Porque Carlos Slim, el
dueño de Telmex, influye menos en lo que ha sido la deriva regulatoria
de lo que ha influido Televisa. Y si alguien tiene billetera en México y
el mundo, es Slim..."
Todos en Red
La gran
cuestión es que existe algo llamado Internet que llegó, se quedó y
promete cambiarlo todo. Por eso asombra que, salvo en los casos
ecuatoriano y mexicano, en toda la nueva legislación latinoamericana
sobre medios asome cierta ceguera ante los fenómenos ligados con la
convergencia. Lo que no asombra es, por el contrario, la velocidad con
que la política profesional -o al menos algunos de sus líderes- se
apropió de plataformas como Twitter y, muy particularmente, Facebook.
"Facebook llega donde llega Coca Cola: al último rincón. Y los políticos
lo saben", grafica Becerra.
A nivel regional, Internet quizá no
sea universal, pero seguramente es masiva. Entre otras cosas, esto
significa que, aun de modo degradado o precario, prácticamente toda la
población tiene acceso a la telefonía móvil. Y todos -especialmente los
más jóvenes- acceden a Facebook. Una capilaridad que probablemente
supere la de los medios tradicionales y que explica el uso que, de
Fernández de Kirchner a Rousseff, de Maduro a Santos o Uribe, los
presidentes latinoamericanos han venido haciendo de dicha herramienta.
Para Becerra, esto habla de "olfato" y de estilos políticos que buscan
aprovechar la desintermediación promovida por los recursos digitales.
Habla, también de un "replanteo radical del lugar de los medios" en
marcha, impredecible y veloz. "Toda la proyección que uno podía tener
hace 10 años sobre cómo nos íbamos a conectar a Internet -me refiero a
la circulación masiva de contenidos- hoy se hace a través del móvil.
Ningún regulador podía preverlo hace 10 años.".
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