Por Diego Dillenberger de "Revista Imagen"
No solo para la Unión Industrial Argentina (UIA), sino para todo el
empresariado es buena noticia que el próximo presidente de la entidad
que reúne a las empresas industriales sea Adrián Kaufmann Brea. Será el
primer jefe de la principal cámara empresaria argentina que proviene del
ámbito de la comunicación: una coincidencia feliz en un momento en que
la mala imagen de los empresarios y el rechazo de la opinión pública a
la economía de mercado son el peor de los cepos que dejan los más de
12 años de relato kirchnerista.
De fluctuar en un campo medio, entre el Cielo y el infierno, hace más de una década, hoy los empresarios son muy mal percibidos por la sociedad: el ranking de confianza de la encuestadora CIO los ubica, con 17%, en el piso de la tabla, que lideran los periodistas, con 53%.
Peor está el consenso de la opinión pública argentina sobre la economía de mercado. Un estudio del prestigioso instituto estadounidense Pew Research Center en 42 países ubica a los argentinos en el fondo de una tabla de aprobación de la economía de mercado: atrás de Venezuela, Vietnam o China comunista. De hecho, con 48% en contra y apenas 33 a favor, Argentina es hoy el único país emergente en el que los estatistas superan ampliamente a los que simpatizan con la iniciativa privada.
Este cepo de la opinión pública es el mayor desafío que tendrá el próximo gobierno, si quisiera aplicar un plan económico que realmente apunte a resolver el origen del problema: el infinanciable déficit fiscal. Este cepo es producto de lo que quedó de más de 12 años de relato anti empresa, pero también es fruto del silencio empresario.
Las anteriores conducciones de la UIA no fueron ajenas a ese silencio, y cualquiera de los candidatos que resulte electo en las presidenciales debería sentir alivio de que la UIA lidere una estrategia comunicacional para moderar el endiosamiento del estatismo en la opinión pública.
Adrián Kaufmann es arquitecto, pero además de haber cursado el master de UCES en Comunicación Institucional, llevó adelante la comunicación de Arcor durante más de dos décadas y contribuyó a que la empresa de alimentos sea desde hace muchos años la número uno del país en imagen positiva en todos los rankings de prestigio empresarial.
Todavía no se le conoce un plan estratégico para mejorar la imagen del empresariado en la sociedad argentina, pero lo primero que hizo Kaufmann cuando fue designado presidente, fue asegurarse de que las comunicaciones de la UIA lleguen a los medios de todo el país, algo que no sucedía. Es en muchos lugares del interior donde la opinión pública antiempresaria está más arraigada.
La llegada de Kaufmann a la conducción de la UIA también está ligada al regreso formal de Luis Pagani como CEO de Arcor, semanas atrás. Pagani fue presidente de la AEA, la Asociación Empresaria Argentina, que lo tuvo en ese cargo desde su fundación, en 2002, hasta que, en medio de la Guerra del Campo, en 2008, probablemente inquietado por la virulencia de los ataques del gobierno a los empresarios disidentes, decidió dar un paso al costado. Desde entonces, el silencio empresario se convirtió en mudez absoluta.
Sería buena noticia que Arcor asuma no solo un rol protagónico en la rosca política empresaria, sino que se convierta ante la sociedad en una suerte de cara visible del empresariado: es el mejor ejemplo de que los empresarios argentinos pueden ser exitosos en el mundo sin necesidad de hacer negocios con gobiernos o de recibir prebendas o cotos de caza que los libere de la competencia.
Kaufmann conoce el diagnóstico. Es un admirador de sus pares brasileños, particularmente de la poderosa FIESP, que nuclea a los empresarios paulistas. Sabe que uno de los secretos del éxito de los empresarios brasileños y su influencia en la sociedad es que las empresas del sector tienen que asociarse compulsivamente a la central fabril. El aporte de muchas empresas lleva a la participación de miles de empresarios, y eso no solo le da un enorme presupuesto para actividades de comunicación, sino que le da un consenso en la sociedad y en la política que los empresarios argentinos solo pueden envidiar.Artículo previamente publicado en El Cronista el 15/9/2015
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