El presidente de EL PAÍS analiza en la Feria de Guadalajara el manual periodístico junto a Villoro, Samper y la lingüista Company
J. M. Ahrens
Guadalajara (México), en "El País"
El estilo es ética. Sobre esta premisa se asienta uno de los pilares de EL PAÍS: su Libro de estilo.
“Es un manual de comportamiento para los redactores que surgió del
respeto al lector. Fija unas normas mínimas que obligan a ser riguroso
en el relato de los hechos”, explicó el presidente de EL PAÍS, Juan Luis Cebrián, durante el diálogo celebrado el sábado en torno a este texto en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México). El debate, titulado La ética del estilo
y moderado por el responsable de la última edición del manual, el
periodista Álex Grijelmo, contó con la participación de la académica y
lingüista mexicana Concepción Company, el periodista colombiano Daniel
Samper y el escritor mexicano Juan Villoro.
Cebrián, que fue el primer director del diario, recordó que el Libro de estilo
nació de la voluntad de hacer un buen periódico que se distinguiese de
los demás. “Nuestra intención era permitir a los redactores y a sus
jefes tomar decisiones con criterio; esto no quiere decir que se
eliminase la creatividad. Pero esta radica, no en dejar paso libre al
estilo literario de los redactores, sino en hablar de lo que interesa a
la gente”, afirmó Cebrián. En su intervención, el presidente de EL PAÍS,
abrió el interrogante de la transformación del Libro de estilo en los tiempos de internet. “Un periódico representa una concepción del mundo de la página 1 a la 64. Con el Libro de estilo
queríamos dotar de rigor esa visión, a ese universo cerrado. Pero ahora
nos enfrentamos a una red que es abierta y no identificable, donde
reina una versatilidad absoluta. Se trata de un enorme desafío, nos
encontramos en la prehistoria de internet y no sabemos qué va a pasar:
los periódicos pertenecen a un mundo que nació hace 200 años”, dijo
Cebrián.
En el debate, la académica Concepción Company ofreció un análisis detallado del manual, al que calificó de “excelente, bueno y menos bueno”. En el primer apartado incluyó su honestidad. “No es ambiguo; prescribe y proscribe. Muestra que EL PAÍS está comprometido con el buen uso de la lengua”, afirmó Company. Junto a estas virtudes, la lingüista también sacó a relucir lo que ella considera elementos “perfectibles”: “Imponer normas al idioma en todos sus ángulos es meterla en una jaula, aunque sea una jaula de oro, y hacer que se muera. La esencia del idioma es la creatividad. Somos seres metafóricos”. En esta línea, recordó que había contado más de 1.550 prohibiciones en el Libro de estilo. “Es un concepto angosto; resta encanto y calidad. Nos hace parecer a los académicos jovenzuelos irreverentes”, bromeó.
Fuera del ámbito lingüístico, el veterano periodista Daniel Samper puso énfasis en la búsqueda del contraste y el rigor, dos elementos que, a su juicio, han convertido el manual en un paradigma. Desde esta óptica, revisó el caso de Janet Cooke, la periodista que arrastró a The Washington Post a uno de sus puntos más bajos con una historia falsa sobre un niño de ocho años adicto a la heroína. El reportaje, que obtuvo un Premio Pulitzer, devuelto tras descubrirse las mentiras de Cooke, no habría pasado, en opinión de Samper, la criba del Libro de estilo, tanto por el tipo de relación que este impone con las fuentes como por los procesos de verificación de datos a los que obliga.
En este sentido, como recordó Villoro, el manual es un texto de referencia para "salir de apuros" en esta época de aceleración permanente. Pero también, una vez cometido el error, admitirlo. "El manual se fundamenta en el hecho de que los errores existen y se deben reparar. Y esto incluye, en tiempos de viralidad y linchamiento, la inclusión del derecho al olvido respecto a las informaciones falsas”, explicó Villoro, quien destacó la vinculación que se establece en el manual entre el lenguaje y la ética. “La gran enseñanza radica en que la realidad del periodismo escrito no está en los hechos, sino en el lenguaje. A través de las palabras se llega a los hechos. Por eso la corrección de estilo es una relación ética”, concluyó el autor de Arrecife.
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