Por Matías Bíscaro
El periodismo demostró adaptarse a los tiempos cuando le tocó hacerlo. De las primitivas ediciones gráficas de una o dos páginas y algunas líneas a sumar fotografías para acompañar los dibujos en su ilustración. Más tarde, la capacidad de expresarse con un lenguaje oral para la radio. La evolución de éste con la aparición de la televisión y la posibilidad de ver movimiento en esas vistas que antes uno solo imaginaba.
A fines los 70’s, el desarrollo
de la computadora ocupaba el lugar de las Remington, Underwood, Olivetti y
tantas otras máquinas de escribir, como un nuevo elemento destinado a facilitar
la tarea de los periodistas, diseñadores, técnicos y público en general que
recibía, por los medios antes nombrados, mejoras de calidad en imagen o sonido.
En la culminación del Siglo
XX (parece mucho tiempo atrás . . . ), Internet
arrasó con todo lo conocido y, como nadie ni nada, confirmó la “aldea global”
de Marshall McLuhan.
De ahí en más . . . e-mail, web
sites, blogs, redes sociales, etc.
Y el periodismo siguió
adaptándose.
La mayor parte de los medios
gráficos y periodistas se sumaron a las diferentes formas de comunicarse hoy ya
sea Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest y demás.
Incluso Antonio Caño, director de El País de España, reunió hace poco a su personal para explicarles la transformación del diario en un medio esencialmente digital.
Raras son las voces manifiestas
contra este crecimiento indiscutible de los canales de información con que
cuenta, hoy, el periodismo para comunicar
Pero el problema no es si estamos
de acuerdo o no con estos cambios y, ni siquiera, podemos asegurar que haya
cambiado la forma de trabajar en cuanto a investigación o rigurosidad
periodística en la búsqueda de la información y su posterior trasmisión. Tal
vez si en la forma de escribir según las características del canal elegido para
difusión.
El inconveniente surgido está en
la necesidad que demuestran los “no periodistas” en un intento de ser los
primeros, o de los primeros, en reenviar o retwittear o compartir información
que les llega. En definitiva, ser quienes dan la PRIMICIA.
Actitud que tampoco cuestionamos,
e incluso podemos justificar, aunque con ciertas licencias.
Al “no periodista” no lo mueve la
curiosidad ante la posible noticia, la búsqueda de la información, la
rigurosidad a la hora de confirmar esa historia, en definitiva, no tienen en
cuenta las bases de esta profesión al pulsar el Enter de su ordenador.
El “no periodista” solo busca
llegar primero, ganar una carrera a sus amigos, conocidos o seguidores. Incluso
se jacta, en muchos casos, de informar determinado suceso antes que la prensa
misma.
Pero . . . alguno de estos “no
periodistas” corroboró al menos el origen de la información y la veracidad de
la misma?
Algunos casos recientes llamaron
la atención.
La primera nota, en algunos
sitios de Internet, hacía referencia al regreso del Servicio Militar
obligatorio con el Gobierno de Mauricio Macri. Otro ejemplo, esta vez por
Facebook, remitía al comienzo del ciclo escolar 2016 el 1 de abril, en lugar
del 29 de febrero. Ni hablar sobre la cantidad de veces que “mataron” a Brad
Pitt o Luis Miguel!
Hace pocos días, por Whats App, circula
un audio alertando por cierta realidad oculta sobre la situación sanitaria del
Dengue en Argentina. Si bien este caso concluyó en algunas verdades y alertó
sobre algunos silencios, no fue del todo claro el mensaje, ni la intención y,
mucho menos, se conoció la identidad de su autora o procedencia aunque decía
pertenecer al Hospital Pena de la ciudad de Buenos Aires
Manejos políticos, estrategias de
marketing, simples bromas. No quiere decir que los medios tradicionales o
referentes no hayan entrado al juego alguna vez, pero gozan del beneficio de la
duda en la mayor parte de los casos. Tal vez no por el medio en particular,
sino por el periodista, serio, que hace caso de la técnica periodística y su ética
cuando trabaja.
En definitiva, todos tienen
derecho a transmitir lo que quieran por las Redes Sociales, pero también tienen
derecho a recibir información veraz.
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