Por Guillermo Alonso, en "Rugby Champagne"
Siempre estuvieron separados el rugby y la comunicación. Aunque un periodista no debe hablar de sí mismo voy a relatar mi propia historia. Fui jugador durante muchos años, luego entrené varias divisiones de mi Club y también participé entrenando a Los Pumitas, todo en forma amateur, por amor al rugby.
Pero cuando Radio Rivadavia me contrató para hablar del deporte que yo más quería, la Unión Argentina de Rugby me prohibió seguir entrenando aunque lo hiciera en mi Club y totalmente amateur como lo hacen todos esos que son la base de la formación de nuestros jóvenes jugadores. Y cuando iba a muchos Clubes ya no me recibían como uno más de Pucará. Pasé a ser recibido como “Hola Periodista”. Ese aislamiento lo viví también en alguna gira con Los Pumas, especialmente una en que a Nicanor González del Solar –rugbier también- y a mí, únicos periodistas presentes no nos permitieron subir al ómnibus de Los Pumas que los llevaba a visitar una Cervecería sponsor de la Unión Australiana de Rugby.
Desde que la UAR se separó de la Unión de Rugby de Buenos Aires, contrató periodistas para que transmitieran a sus pares las noticias que el Concejo decidiera. Eran colegas con algún pasado en el juego pero que nunca se separaron de la noticia oficial. Cuando sucedió lo de Villa Gesell, el rugby quedó pegado y ni la UAR ni la URBA supieron como repudiar la acción de esos delincuentes.
La UAR contrató entonces y por primera vez a una comunicadora independiente, que no tenía nada que ver con el deporte. Una excelente comunicadora que cuando quiso abrir la comunicación de nuestro deporte hacia el resto de la sociedad, cuando dijo que la UAR estaba presente en la recordación de lo que significaba el 24 de Marzo para la Argentina, le pidieron la renuncia. De la misma manera que les cuesta reconocer que el rugby es el deporte que más desaparecidos sufrió durante la dictadura, no acompañando –hasta ahora- el Congreso por los 155 Rugbiers Desaparecidos que se realiza todos los años en distintas partes del país. Y la comunicación volvió a fallar.
Murió un grande del deporte, uno de los pocos hombres que se puede decir que hizo feliz a TODOS los argentinos. Y sin embargo el rugby oficial se olvidó de él. Los dirigentes y los jugadores. Los dirigentes con un comunicado intrascendente. Los jugadores soportando la vergüenza de que los mejores del mundo, los All Blacks, le rindieran su homenaje más sentido con su propia camiseta negra con el número diez y el nombre de Maradona y con un hacka preparado especialmente, sin la agresión común, sino con el sentimiento a flor de piel. Y los nuestros ni siquiera reaccionaron. O quizá sí y por eso casi ni jugaron ese partido.
Quiero aclarar que si me invitan a hacer “pan y queso” para elegir jugadores, a uno de los primeros que elegiría para mi equipo es a Pablo Matera, pero el puesto de capitán de Los Pumas le queda grande. Ni a Aitor Otaño, ni a Pochola Silva, ni a Hugo Porta, ni a Agustín Pichot se les hubiera escapado el homenajear al Diego, y mucho menos no salir corriendo a abrazar a los neocelandeces por compartir algo tan nuestro. Agustín Creevy como capitán, se abrazó y cantó con Maradona cuando bajó al vestuario después de un triunfo de Los Pumas en el Mundial de 2015. Pero era la misma capitanía que salió con la camiseta 44 por los muertos del ARA San Juan o con la 11 cuando murió otro grande Jonah Lomu. Leo los comentarios en los medios y el tema trae discusiones.
Algunos piensan que Maradona no se merece nada por sus “errores sociales” como si el rugby no tuviera errores, como si los terceros tiempos fueran impolutos, como si no hubiera dirigentes que vendieron por años una imagen de pulcritud y cuando se les cayó la toalla nos encontramos con una profunda suciedad. Amo a nuestro deporte porque el pertenecer, jugando o desde afuera nos hace felices, de la misma manera que nos hizo feliz D10S, Diego Armando Maradona.
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