Por Diego Dillengeber, en "El Cronista"
El Papa no mueve ni diez votos. La polémica frase pertenece al inseparable asesor de Mauricio Macri, Jaime Durán Barba. La pronunció días antes del ballotage que ganó su discípulo y fue una cuenta más en un rosario de gestos y declaraciones que separaron al pontífice argentino del hoy presidente Mauricio Macri.
Nuevas encuestas podrían estar dándole algo de razón al incontenible ecuatoriano. A principios de 2013, cuando los argentinos recibieron la sorpresa de que el cardenal Mario Bergoglio sería el Papa Francisco, se produjo una ola de algarabía en la opinión pública. Una encuesta de Poliarquía indicaba por esos días que la imagen positiva de Francisco en la Argentina estaba en 90%: los potenciales votantes del oficialista Frente para la Victoria adoraban al Papa argentino que, como cardenal Bergoglio, era considerado un enemigo por su gobierno.
Pero por ese entonces no solo se volvió papista el gobierno de la presidenta Cristina Fernández, sino que muchos argentinos cambiaron con Francisco: una encuesta de Raúl Aragón desde la Universidad de La Matanza, realizada en esos mismos días, indicaba que había un verdadero efecto Francisco en la sociedad: de un año al otro había aumentado de 64 a 72 % la proporción de argentinos que decían ser católicos, con un fuerte crecimiento de la fe en el segmento más joven.
Sin embargo, ya por entonces se vislumbraba que el nuevo furor católico de los argentinos tenía límites y que la opinión pública no cambiaba sus convicciones: con todos esos nuevos católicos, la proporción de los que aprobaban el aborto había subido de 50 a 54%, según la misma encuesta.
Tres años más tarde, el Papa Francisco se metió de lleno en la grieta política argentina desde el Vaticano, con sus gestos silenciosos pero evidentes de aprobación hacia el peronismo kirchnerista y frialdad hacia el gobierno de Macri. Al colocarse claramente de un lado de la grieta política local, el impacto en la opinión pública argentina no se hizo esperar: un flamante sondeo de Fuente Primaria, la encuestadora del ex Poliarquía Tomás Lanusse, indica que la imagen positiva de Francisco sigue hoy muy alta, pero que de 90 bajó a 76%. Según esa encuesta telefónica en la zona metropolitana de Buenos Aires, el 56% cree que la ex presidenta Kirchner tiene una buena relación con el Papa, mientras que el 63% cree que el sumo pontífice tiene una relación regular o directamente mala con el presidente Macri: los gestos desde el Vaticano se interpretaron claramente en el país natal de Francisco.
Además, hoy hay una ligera mayoría, de 51%, que cree que las opiniones y acciones de Fancisco tienen poca o nula influencia en la política argentina.
Otra encuesta, de la santafesina Alejandrina Retamar, cerrada la semana pasada, indica que el 53% está en desacuerdo o muy en desacuerdo con que el Papa opine sobre la política argentina, y el 61% de esta encuesta telefónica en grandes centros urbanos cree que las intervenciones de Francisco son perjudiciales para unir a los argentinos.
Atrás quedó la época en la que el Papa Juan Pablo II contribuyó significativamente a derribar el comunismo en su Polonia natal -y luego en casi todo el mundo- y después a instalar en el gobierno a su amigo, el sindicalista Lech Valesa. Incluso el propio cardenal Bergoglio, cuando estaba enfrentado con el presidente Néstor Kirchner, en 2006, le propinó al santacruceño su primera derrota electoral apoyando al obispo Piña contra el gobernador kirchnerista Rovira en su intento de reelección perpetua en la provincia de Misiones.
Sin embargo, cuando el candidato a diputado Martín Insaurralde apostó en la primaria de 2013 a la imagen papal sacándose una foto casi robada y recorriendo la provincia de Buenos Aires en una especie de papamóvil, sufrió una fuerte derrota. Mejoró luego levemente la performance apelando al fuego de otro cirio: su hoy esposa y modelo Jésica Cirio.
¿Se puede determinar que el Papa argentino, con ese ligero y a la vez previsible retroceso en imagen, quedó anulado para el marketing político en su propio país?
Conocedores de la política del insondable conurbano bonaerense aseguran que en el milagro de Cambiemos: o sea el triunfo de María Eugenia Vidal sobre el cuestionado kirchnerista Aníbal Fernández, las iglesias barriales tuvieron mucho que ver en motivar el histórico corte de boleta que derivó en la peor derrota electoral para el peronismo bonaerense desde el regreso a la democracia, en 1983.
En ese sentido hay que entender por qué el presidente Macri sigue apostando a mejorar la relación con el Papa argentino, aunque su asesor de imagen y estrategia diga que no junta ni diez votos.
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