Por Miguel Wiñazki, en "Clarín"
Un ejecutivo de un grupo empresario oficialista limita la opinión a la tenencia de medios.
Francisco “Paco” Mármol –el nuevo alma mater “periodístico” del
Grupo Indalo de Cristóbal López, que controla C5N y Radio 10– fue tan
brutal que ni siquiera fue necesario tomarse el más mínimo trabajo para
descrifrar su mensaje.
“Si vos querés opinar lo que quieras, tenés que comprarte un medio”, sentenció en el diario Perfil. No hay nada que desentrañar. Está todo dicho. Fue así de bruto, en el sentido más literal del término.
Marcelo Longobardi le respondió de manera irrefutable. “Es la opinión
más oligárquica que he escuchado de un directivo de TV. Entonces para
el Gobierno, si querés opinar te tenés que comprar un medio.
Por lo tanto, en Argentina pueden opinar cinco tipos ”.
Porque este es el tema y lo que da que pensar. Lo que dice Mármol es lo que dice el Gobierno.
Porque Cristóbal López tiene siempre la puerta abierta hacia Cristina Fernández de Kirchner, con mayor facilidad que ministros y gobernadores,
porque hay funcionarios que operan literalmente haciendo lobby en favor
de los negocios del juego del empresario. Y por eso Mármol, vocero
ahora de Cristóbal, transparentó lo que Cristina Fernández de Kirchner
piensa. “Si querés opinar tenés que comprarte un medio”. Y si existen
medios cuyos propietarios no profesan la fe oficialista, deben ser comprados o desguazados.
Los
funcionarios oficiales se afanan por asistir a los programas
oficialistas, y especialmente a los hiperoficialistas, cuyos
propietarios son socios del Gobierno, al solo efecto de hablar para la
Presidenta, que se deleita desde que se despierta mirando y oyendo las alabanzas que le prodigan desde los canales que tienen los dueños de los medios que le son fieles.
Lo
que Mármol no entiende es que ni el Gobierno, ni la Presidenta, ni los
dueños de los medios son los dueños de la libertad de expresión. No
entienden que dentro de los medios trabajan periodistas que opinan
diferente a lo que opinan los propietarios de las empresas en las que
trabajan, que las audiencias a la vez difieren de lo que opinan esos
periodistas, y que es en ese juego de disenso donde se trama la libertad de expresión.
Pero la libertad de expresión no está en juego en la Argentina, porque es inevitable que la expresión circule por todas partes, empezando por las redes sociales.
Lo
que está en juego es la libertad de prensa. Y la libertad de prensa
está vinculada a la libertad de empresa. Y si la libertad de las
empresas periodísticas depende de las elogios que se le destinan a la
Presidenta, hay un peligro que tal vez no se termina de
visualizar totalmente, pero que expresiones de una cuadratura tan
perfecta como la de Mármol ayudan a delinear con claridad: opinan los magnates. Pero no sólo los magnates.
Los magnates asociados al Gobierno. Es la confesión de un conturbernio gubernamental–informacional. La paga
a la propagación del mensaje oficial es la “libertad” de opinión y el
pretendido enmudecimiento para el resto. Mármol es portavoz de esa nueva oligarquía oficial comunicacional,
oligarca a sueldo, si cabe el oxímoron, que sobrevive porque su tarea y
la de los que son como él es obedecer a Cristina. Porque a Marcelo
Longobardi lo echaron de Radio 10 por orden presidencial. Simplemente
porque Longobardi no decía lo que Ella quería escuchar. Y Ella no es la
dueña de las palabras de nadie.
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