Publicado en "Revista Mexicana de Comunicación"
También para las revistas científicas
Foto: “Adiós al papel” por Anay Romero RMC.
Foto: “Adiós al papel” por Anay Romero RMC.
Hace ya tiempo que el papel empezó a perder papel en todo lo
relacionado con la comunicación social pública. Las revistas científicas
no podían quedarse a la zaga en este fenómeno imparable y sin retorno
de reducción del rol jugado por ese soporte legendario desde su
entronización en la Europa del siglo XII, traído por los árabes tras un
largo viaje por el norte de África, desde Samarcanda hasta Xátiva, donde
se instaló la primera fábrica europea de ese material, hoy en pleno
declive.
Por: José Manuel de Pablos* / Concha Mateos Martín** / Alberto Ardévol Abreu***
La prensa convencional ha ido perdiendo terreno por motivos
económicos derivados de la caída de la publicidad, el alto coste de los
insumos para hacer el periódico en papel y el abandono de los nuevos
lectores, más proclives a ver lo que sea –son veedores más que
lectores– pero en pantalla. Los directores de diarios españoles
consideran que el soporte más habitual para leer noticias dentro de diez
años será la pantalla del ordenador, seguida de los dispositivos
móviles y las PDA, mientras el papel se situará en tercer lugar. Ya
Martínez Albertos aseguró que en 2020 habrán desaparecido todos los
diarios en papel. No obstante, hay que ser cautelosos con la web, donde
la propaganda se puede colar como información. También, ser conscientes
de que la idea del ‘triunfo’ del documento en línea ya tiene casi veinte
años.
El panorama en el modelo del journal clásico ha entrado en una
coyuntura semejante, agravada incluso por el delicado problema de la
precaria visibilidad, casi invisibilidad, de las revistas en papel, en
tiempos de incremento de los nativos digitales.
Para empezar, por lo general, de una revista científica en papel se
hacen 300 o 400, a veces 500 ejemplares. Esa cantidad es un volumen
desorbitado, de un costo altísimo para cualquier entidad universitaria
al que hay que sumar después el franqueo de los envíos a los pocos
suscriptores que han pagado por recibir los ejemplares, así como a otras
entidades que pagan su cuota con el intercambio de cabeceras… que ya
empiezan a estar todas en soporte digital, de modo que nos encontramos
ante un absurdo de marca mayor. Para hacer frente a los crecientes
costes, muchas editoriales han optado por subir los precios de los
journals de una manera significativa. Esta situación ha provocado que
muchas bibliotecas hayan abandonado las suscripciones por no poder hacer
frente al gasto, lo que provoca una nueva caída de ingresos y una nueva
alza del precio de la revista, en un círculo vicioso que trata de
compensar las pérdidas, sin conseguirlo en la mayoría de los casos.
El paso a papel resulta, además de costoso, un retroceso. Las
revistas que se muestran en los dos soportes añaden a la lentitud del
proceso impreso un tiempo de espera para la “liberación” de sus
contenidos en soporte digital abierto en la web. De este modo, siempre
se termina ofreciendo ese contenido con un punto de caducidad. ¿Por qué
mantener ese esquema de publicación? Las resistencias que están frenando
los cambios tienen procedencias y alegan razones muy diversas.
Como sabemos, los cambios tecnológicos, aunque se manifiesten en
formas materiales, implican siempre una transformación de naturaleza
cognitiva y conllevan un proceso social. Hay elementos de la estructura
editorial académica que pueden ver –o que sospechan que pueden ver–
amenazada su estabilidad si los cambios se realizaran sin contar con
ellos. Y estos elementos, lógicamente, se resisten. Es el caso de los
funcionarios que trabajan en un servicio de publicaciones. Su temor es
comprensible, aunque resulte negativo para la transición que reclama el
mundo digital. Por eso resulta necesario prestarle atención y
gestionarlo. Nadie sobra en la edición digital, más bien al contrario:
la mayoría de las publicaciones académicas vivas en línea en la
universidad española se están manteniendo sin profesionalizar. El
resultado con frecuencia acusa esa carencia, especialmente en tareas que
resultan nuevas: diseñadores de páginas web de la revista digital,
promotores de la presencia de las revistas en bases de datos,
repositorios o catálogos, editores técnicos, transmisores y colocadores
de ficheros, registradores de DOIs… El repertorio de nuevas ocupaciones
en amplio y está vacío: es una realidad ignorada por algunos
responsables últimos de la nueva situación.
La transición del papel a lo digital está reclamando una reconversión
institucional en el entorno de la edición académica. Una reconversión
con doble cambio (de máquinas y de pensamiento), como la realizada en la
prensa convencional en los años ochenta al abandonar la tipografía e
impresión analógicas e incorporarse al primer estadio del mundo digital,
la fotocomposición. Va a requerir, como es bastante lógico, la creación
y mantenimiento de puestos de trabajo, no sólo de diseñadores y
técnicos para el sostenimiento de la web donde se ofrece la revista,
sino también –como quedó dicho– de nuevos perfiles especializados,
como el de gestor de las transferencias de ficheros desde el ordenador
de trabajo al servidor remoto de alojamiento de la revista. No hay o no
debe haber, pues, conflicto derivado de una temida amortización de
puestos de trabajo. Las publicaciones en línea requieren en muchas
ocasiones el desarrollo de las mismas tareas que ya se estaban
realizando para las publicaciones en papel: lo mismo, pero con una
simple transformación del modo de hacerlo, ahora más efectivo y más
complejo y comprometido desde que el material maquetado sale de la mesa
de redacción, que antes se limitaba a su entrega a la imprenta y al
envío por correo postal.
Se trata de una sencilla traducción del mero concepto de nueva
tecnología: mismo producto (servicio informativo impreso o ‘periódico’…
revista científica) mediante otras maneras de producir, basada en
novedades. Una transformación para romper ataduras actuales. Lo dijo
bien claro Tim Berners-Lee, el creador de la tecnología web: “Podríamos
poner la tecnología web a disposición del público en general, sin
ataduras”. El papel, ya una vez establecido en la sociedad, fue una
atadura, de costo y de espacios, porque el mensaje, del tipo que fuera,
ocupa una determinada superficie, que se traduce en precio del insumo
papel. Por eso se puede decir: “No eran-son los tiempos de Gutenberg
(que ya fue) sino el presente de Tim Berners-Lee, creador de la web
libre (que está aquí y se va a quedar)”.
Hablamos, entonces, de costes de producción y de exposición, de
efectividad del documento producido y ofrecido a la sociedad, a la
comunidad científica. ¿Debe ser efectiva una revista? ¿Cómo se verifica
su mayor o menos efectividad? ¿La revista en papel es más o menos
efectiva que en la web?
Tipos de efectividad de una revista científica
La publicación académica persigue facilitar con agilidad el acceso a
los resultados de la investigación y la reflexión científicas. Que una
revista se vea, se conozca, se distribuya y se lea ampliamente. Que
expanda sus contenidos. Esta efectividad se puede contabilizar de dos
maneras: a) Una directa, en beneficio de la revista, que consolida su
nombre y su valor como fuente de referencia. Y b) una efectividad
referida al público lector, que se enriquece por el acceso a los
contenidos que la revista difunde.
¿Es más interesante una efectividad que la otra? Si la revista es
considerada un servicio a la comunidad académica, a los editores les
dará igual una u otra. La primera de ellas se muestra en forma de citas a
la revista, con incidencia en el (¿obsoleto?) factor de impacto1 y
mejor presencia en una tabla clasificatoria por índices. La segunda
forma se manifestará, a su vez, de dos maneras: 1) por la facilidad que
la revista ofrece para que sea visitada o leída y consultada por
lectores posibles y 2) por el mayor o menor número de visitantes que la
revista tiene, a lo que hay que añadir la mayor o menor diversidad de
orígenes de lectores de los que goza la revista.
Las publicaciones científicas sólo en papel tienen una efectividad
baja: el acceso al contenido implica transporte físico y conservación
del objeto revista, desplazamientos del sujeto para acceder a ella,
imposibilidad de consultas simultáneas de un mismo ejemplar, horarios de
acceso en bibliotecas…
Dijo Alvin Toffler: “La moraleja es que internet da una oportunidad a
los desheredados. Nunca había ocurrido antes”.2 Las revistas abierta
sólo digitales son una materialización de esa oportunidad.
También existen las publicaciones que aún se distribuyen en los dos
formatos, pero en la mayoría de sus casos, el formato digital en ellas
permanece supeditado al del papel, arrastrando con ello ciertos frenos
de las posibilidades digitales. No obstante, la tendencia a la
digitalización en el campo de las revistas científicas es innegable:
entre 2003 y 2007, el porcentaje de revistas académicas vivas en formato
digital pasó de 20% a 43%, aunque –según Abadal y Rius– gran parte de
tales publicaciones disponen de versión impresa, manteniendo un doble
formato papel / digital.
Las revistas sólo en formato digital, al ser lo digital su única
manera de salir a la luz, concentran todo el mimo de su diseño y su
dinámica editorial en que el servicio web ofrecido por ellas sea el
mejor posible. Hay una entrega completa de la tarea editorial a la
búsqueda de la excelencia digital. La humildad de origen de las revistas
digitales juega a su favor. Si no fuera de esa manera, ¿cómo se puede
explicar que una revista “surgida de una utopía” de una universidad
periférica, sin presupuesto, sin ayuda institucional alguna, haya podido
situarse los tres años seguidos en la primera posición del primer
cuartil de su especialidad, en los índices anuales y en los índices de
los tres últimos quinquenios corridos, desde 2003?3. La revista,
entonces, “no es el soporte, sino el contenido”.
Es cierto que esa regla de la entrega absoluta a la búsqueda de la
excelencia digital a veces no se cumple. Podemos encontrar también
revistas digitales en el fondo del último cuartil, ejemplos
excepcionales que rompen la regla… porque el mimo mencionado no llega a
ser tal.
Repasemos las dinámicas que sigue cada uno de los tipos de
publicación y encontraremos los argumentos que explican lo que acabamos
de exponer:
a) Revista sólo en papel: sale una o dos veces al año, con la
periodicidad acordada. Si se trata de un journal semestral, sus seis
meses de vida previa a la salida no coinciden con los seis meses previos
a la fecha de portada: su edición es lenta y su maquetación o puesta de
materiales en página es más pausada aún. Acabado de editar un primer
artículo, éste ha de esperar a que esté el segundo, el tercero… todo el
contenido de la revista, para entonces llevarla en bloque a la imprenta y
aguardar al proceso final de impresión, como en los tiempos medievales
de Gutenberg, aunque se trate de una impresora digital, sistema no
aplicado a revistas científicas. Habrán transcurrido dos, tres semanas,
un mes, lo que significa un tiempo menor de vida de los trabajos
publicados a la espera de su encuentro con su público lector.
b) Revista en papel y en digital: estamos en el caso en el cual la
revista en soporte analógico es el producto ‘principal’, de manera que
no se entra en el terreno digital hasta que la revista en bloque se
lleva a la imprenta, para entonces empezar a pensar en el producto
‘secundario’ que es la versión para la web. Esta versión web no siempre
es en html, a veces se queda en pdf (más cómodo). En estas
circunstancias, todos los mimos son para el ‘producto estrella’, que es
la revista clásica en papel y de toda la vida, la que tiene larga
tradición en la entidad que la hace, la que va a manifestar una
retroalimentación en forma de otras revistas que llegan a la biblioteca
del centro sin necesidad de pagar por ellas… aunque ya empiecen a estar
también en la web, sin el mimo aludido.
Podría pensarse que al ser publicaciones en dos formatos estas
revistas acumulan más ventajas. Sin embargo, la realidad es que las
dinámicas de los dos formatos se interfieren y generan servidumbres que
frenan la efectividad. ¿Por qué dejar pasar un tiempo desde que sale la
‘revista matriz’ en papel? Porque el papel tiene suscriptores y es
preciso mantener un servicio que aporte sentido a su compra: el acceso
preferente y exclusivo al contenido durante un tiempo: hay que evitar
que los suscriptores se enfaden por disponer de ella en la web antes que
en sus manos. Es una manera de ponerse al servicio ‘del mercado’, o
sea, poco que ver con la diseminación de la ciencia.
Las ediciones mixtas siempre son una fuente de tensiones. El
periódico que sale en papel actualiza su web con agilidad porque de ello
depende su prestigio. Si retrasara la actualización permitiría que
otros medios se le adelantaran y, con ello, se devaluaría su versión
web. Las revistas académicas mixtas no sufren esta presión porque no
suelen competir en contenidos entre cabeceras: los informes que ofrece
cada una son originales y propios. No se produce, pues, el mismo
fenómeno que en los medios periodísticos convencionales impresos y
digitales a la vez, que en un notable porcentaje publican lo mismo, de
ahí parte de la pobreza del periodismo actual.
Al contar con contenido original, lo que hacen muchas revistas es
utilizar la versión web durante un tiempo como reclamo de ventas: sólo
muestran el índice y los resúmenes de los artículos, hasta que pase el
plazo establecido para ‘liberar’ en línea el texto completo. Otra
cuestión estriba en lo ridículo de esos ingresos.
c) Revista sólo digital: incluso dentro de esta modalidad no todos
los planteamientos son iguales. Aún perviven en algunos casos dinámicas
concebidas con mentalidad analógica. La revista digital que aparece con
una periodicidad cerrada y conocida de antemano (tres veces al año, dos
veces, una sola vez), reproduciendo con ese sistema de salida la lógica
de las revistas en papel, que jamás pueden adelantar contenidos en
papel –aunque sí podrían hacerlo en la web, si así lo desearan y lo
decidieran, o ir ofreciendo su sumario a medida que los distintos
artículos van estando listos–. Es el mismo caso del periódico en papel
que tiene su web y no hace actualizaciones continuas. Tal dinámica –aún
extendida– empobrece el producto ofrecido. Hay revistas digitales que no
han llegado a percatarse de la potencialidad de lo digital y actúan con
ideas analógicas. No se ha presentado en sus redacciones la teoría del
doble cambio: toda nueva tecnología implica un doble cambio: uno,
material (reconversión de aparatos o maquinarias); el otro, no material:
el cambio de mentalidad hacia una postura más moderna.
En el informe de Aguillo et al sobre revistas científicas en la web
(2005) se señala claramente el problema de la presencia del sentimiento
analógico frente a las posibilidades de la web:
“Tanto la productividad medida en número de artículos, como la
visibilidad evaluada a través de bases de datos y motores de búsqueda
son bajas, aunque algunas revistas reciben un número significativo de
enlaces. Se han identificado como causas posibles tanto la inadecuada
adaptación al medio digital como la inadecuada explotación de las nuevas
posibilidades ofrecidas en la Web. Ello incluye la falta de servicios
de valor añadido, la utilización de direcciones URL inadecuadas, el
incumplimiento de los mínimos de accesibilidad y la falta de versiones
en formatos alternativos y otros idiomas”.
La revista digital en toda la extensión del concepto es la que,
cualquiera que sea su periodicidad anunciada, se va ofreciendo a sus
lectores artículo a artículo, de forma que el informe de investigación
listo y preparado para ser publicado, sencillamente se edita y se
publica. Los lectores no han de aguardar a una cita previa para conocer
los contenidos de la revista: saben que según esté disponible un nuevo
trabajo éste se va a publicar, aparte de que recibirán un aviso de
alerta de nueva publicación o lo podrán conocer a través del muro de
Facebook de la revista, de la que podrán ser ‘amigos’. Lo más semejante
es el ‘periódico’ en línea que hace actualizaciones constantes, lo que
origina que el lector acuda a él en varias ocasiones en un mismo día,
siempre con la certeza de que podrá encontrar novedades informativas, en
el caso de que las hubiera, lo que casi siempre sucede. Todo, como se
podrá apreciar, en consonancia con otro pensamiento del creador de la
web: “El objetivo último de la web es apoyar nuestra entretejida
existencia en el mundo”, asegura Berners-Lee.
¿Qué diferencias positivas hay entre un tipo y otro de revista, desde
la efectividad del mensaje científico liberado? Una primera pista sobre
eficiencia de las revistas digitales la encontramos en la encuesta
realizada entre personal académico de las universidades catalanas por
Borrego en 20094, según la cual
“En más de la mitad de las encuestas respondidas (52%) se afirmaba
usar exclusivamente o casi exclusivamente revistas digitales. Además,
76% de los encuestados dejarían de usar las revistas impresas si
existiesen versiones digitales, lo que da una idea del grado de
penetración y aceptación de las revistas digitales en el ámbito
académico”.
Un mayor tiempo de exposición a los investigadores
En la revista que hemos catalogado como “revista digital en toda la
extensión del concepto”, sus artículos se publican antes que los de las
otras revistas, de manera que su encuentro con los lectores ha
necesitado menos tiempo desde el momento de su aceptación por los
revisores hasta que aparece publicado. Esto origina una mayor exposición
a los investigadores, de manera que su capacidad de penetración en el
tejido académico es mayor y mayor igualmente sus posibilidades de
facilitar citas, porque siempre va a ser un artículo más fresco que el
semejante que aparece más tarde, con un mayor tiempo perdido desde su
edición hasta su publicación.
En una revista anual, el primer artículo aceptado en una cabecera
plenamente digital podrá aparecer en enero, cuando el bloque de
artículos de la revista anual en papel –antes de que aparezca en su
versión digital– será a finales de otoño o principios de invierno, o
sea, noviembre o diciembre; a veces, octubre. ¿Cuántos meses más tarde?
En cualquier caso, el artículo que salió en enero va a llevar diez u
once meses de ventaja sobre el trabajo impreso, con lo cual se da ese
mayor grado de exposición del que hemos hablado. Parece que la
diferencia a favor de una revista sobre la otra es más que manifiesta. Y
aquí se muestra uno de los defectos o absurdos del actual sistema de
evaluación de citas en revistas: el artículo publicado en enero y citado
el mismo año, en otro artículo publicado en diciembre, 11 meses más
tarde, no es considerado por los controladores del factor de impacto, a
pesar de ser la cita más fresca de todas: es la mirada a la revista
desde la óptica de lo analógico, cuando el mundo ya se hizo digital.
Pero hay más. Es la actuación ceñida al mundo en papel, de espaldas al
mundo digital y a sus efectividades.
En efecto: hay mucha más exposición de los contenidos de las revistas
digitales frente a las revistas en papel. Hasta hace pocos años, una
ventaja de las revistas en papel era que estaban físicamente en
determinadas bibliotecas, a disposición de los investigadores que se
acercaran presencialmente a las bibliotecas. Ello era una ventaja cuando
los catálogos de estos servicios no estaban tan equipados de
tecnologías digitales como ahora ni las personas estaban en disposición
de hacer consultas digitales desde sus casas, laboratorios o despachos,
lo que nivela el uso de una y otra forma de contenido según el soporte.
Hay otros detalles de importancia que desvían la balanza a favor de
las revistas digitales. Los journal analógicos, por ejemplo, son
catalogados como obras de referencia, lo cual implica que son unidades
de consulta que no pueden salir físicamente de la biblioteca. No entran
nunca en el rango de los productos, como libros, que se pueden prestar
para su estudio en el domicilio del beneficiario durante un tiempo
determinado. De los libros, en ocasiones, la biblioteca dispone de
varios ejemplares, extremo que por principio de biblioteconomía no se da
con una revista científica, que si está repetida se expurga, desprecia o
regala. La revista en papel queda fuera de juego cada día cuando cierra
la biblioteca, queda fuera de servicio cuando llega el viernes y
‘muere’ durante dos días, hasta el lunes por la mañana, después de todo
ese tiempo en los anaqueles, sin posibilidad de consulta. Mientras una
revista digital podrá ser consultada durante las 168 horas de una
semana, la posibilidad de una revista en papel se reduce a 65 horas5, lo
que implica solo 39% de posibilidades de uso de la revista en papel
frente a las posibilidades de consulta de la revista digital, sin hacer
referencia al espectro universal, en el sentido más pleno y literal de
esta palabra, que tiene la publicación digital. ¿No es una pena que
todavía se tenga que advertir de estos beneficios? Éste es un detalle
para la reflexión de quienes siguen optando por la revista analógica.
Nada de eso sucede con la revista digital ‘viva’. Aclaramos lo de
‘viva’: si lo de ser digital es condición necesaria para su mayor
presencia y consulta, no va a ser suficiente para que su encuentro con
la comunidad científica sea tan gozoso como desea cualquier editor. Por
eso, decíamos antes, no es extraño encontrar revistas digitales en el
pozo del último cuartil: son las revistas digitales ‘muertas’ o
‘moribundas’, con dificultades para que en sus estructuras solidificadas
e inamovibles entren los motores de búsqueda: suponenla mejor fórmula
para pasar inadvertidas en la red. La revista digital ‘viva’ hace lo
posible por mostrarse no solo en html con metadatos sino en la mayor
variedad posible de presentaciones, para hacer lo más vasta posible su
exposición pública y gratuita.6 Decíamos que nada de aquello sucede con
la revista digital ‘viva’, porque la revista digital es un producto
universal y de libre acceso, por lo general, gratuito también, desde
cualquier rincón donde haya una conexión a la red y una investigadora
curiosa, inquieta por conocer novedades de su disciplina. Además, la
posibilidad de entrada es durante las 24 horas del día y lo va a ser los
siete días de la semana. Aquí no se da el caso de anaqueles
imposibilitados para la consulta, durante las noches, los fines de
semana ni los días festivos. Estamos ante el paradigma de la consulta
pública, posible, universal, sin tiempo impedido; de la ciencia
entregada a la sociedad, sin tener en cuenta fronteras, banderas ni
lenguas. Mercados, tampoco. Por esto último, la importancia, además, de
que esa revista universal amplíe su mundo con una versión en paralelo en
lengua inglesa, para evitar el ‘atasco’ en una frontera lingüística.7
Garfield ha señalado que el idioma científico de nuestra época es el
inglés: “Publishing in English is an indicator that the publisher
recognizes that the maximum number of readers can be reached with
English”, ya que “at this stage in history English has become the lingua
franca of science and commerce. At another time it was German or
Latin”. En la misma línea, Castillo y Ruiz constatan que gran parte de
las revistas de Comunicación en el ámbito latinoamericano no son aún
conscientes de las posibilidades de contar con versiones de sus papers
en más de un idioma, lo cual añade gastos al proyecto.
Vemos, hasta aquí, que la revista digital, plenamente digital,
fundamentada en el espíritu libre de la red y del pleno servicio a la
comunidad científica, es además un producto sumamente barato –y
ecológico– si se compara con las caras publicaciones impresas, siempre
con grandes presupuestos e impedidas de la frescura de la revista
digital. Cabe la posibilidad de que la gran estafa que llaman ‘crisis’
del segundo decenio del siglo XXI aconseje que determinadas ediciones en
papel abandonen el sistema tan oneroso y se reconviertan a la web.
El presupuesto, otro tope de la revistas en papel
A todo lo anterior, hay que añadir otro detalle que produce el
estancamiento de las revistas científicas en papel: su presupuesto.
Mientras no cambien las cosas y la denominada ‘crisis’ no aconseje el
natural pase al solo digital, el presupuesto es el gran freno para el
crecimiento y mantenimiento de la revista en papel.
Para empezar, los servicios editoriales, sean centrales de una
universidad, de una facultad o departamento o de una sociedad
científica, están constreñidos al presupuesto o gasto contemplado para
determinada edición en papel. Y cada año es muy probable que la imprenta
encarezca su trabajo, porque cada período sube el precio del papel de
forma imparable y los gastos generales de la empresa, de manera que los
presupuestos editoriales no pueden quedar estancados, so pena de
provocar un serio debilitamiento en número de páginas o de la tirada y
cantidad de ejemplares de la revista.
Esta situación establece el número máximo de páginas de cada edición.
Podrá darse el caso de que un determinado artículo necesitaría el gasto
de una plana impar más, pero esa hoja (dos páginas siempre, la impar
agregada supone una página par en todos los casos8) no existe o
implicaría un alza en la factura del número. Y eso no es posible. En
consecuencia, ese artículo no podrá entrar o se tendrá que cambiar por
otro de menos páginas. Tenemos, entonces, un problema de encaje llegado
el momento del cierre del número, que podrá originar una decisión no
deseada en los editores de la revista, pero obligada por la dictadura
del presupuesto, de la factura que va a llegar, con incidencia en la
calidad del impreso. Factura que va a llegar y que se ha de pagar, so
pena de que la misma imprenta no haga el número siguiente.
Semejante caso no se dará jamás en la revista digital, donde todo el
sitio es nuestro, “estamos liberados del espacio, del tiempo y del
costo” y donde la capacidad en número de páginas va a depender sólo de
la cantidad de artículos, no de las páginas de cada uno de ellos, porque
en html cada artículo siempre es una página y en pdf no nos va a
afectar el número de páginas en las que se transforme. Aquí aparece uno
de los absurdos del sistema de control de calidad de losjournal: aunque
una revista digital puede publicar una gran cantidad de artículos de
calidad, no lo deberá hacer, porque el factor de impacto se va a hallar
dividiendo el número de citas por el número de artículos publicado en
determinado periodo.9 Ésta es una de las fallas del factor de impacto:
penaliza a revistas con gran servicio a la comunidad (las que publican
más artículos), frente a las conservadoras, que publican poco para que
sus citas valgan más.
En el perverso sistema originado por el mix académico-empresarial
Garfield10 y seguido ciegamente en todo el mundo, en ocasiones por
empresas multinacionales ante las que se postran las administraciones
académicas, el factor de impacto de una revista en un determinado año va
a depender del número de citas que reciban sus artículos y del número
total de artículos que publique. El factor de impacto –según
Aleixandre-Benavent, Valderrama-Zurián y González-Alcaide– tiene
“serios desequilibrios que cuestionan su validez cuando se utiliza en la
evaluación de la actividad científica”. Así, por ejemplo, no todos los
artículos reciben el mismo número de citas, por lo que no se debería
otorgar a todos el mismo impacto. Además, el índice no debe usarse para
comparar disciplinas distintas, pues aquéllas con un mayor número de
investigadores se ven favorecidas frente a las pequeñas o menos
desarrolladas. Pero, ¿cómo se lleva a cabo el cálculo del factor de
impacto?
El factor de impacto (FI) se calcula –como quedó dicho– sumando el
número total de citas que han recibido durante ese año los artículos
publicados durante los dos años anteriores11, y dividiendo el resultado
entre el número total de artículos publicados durante esos dos años
anteriores. Así, una revista que en 2009 haya publicado 20 artículos y
23 en 2010, recibiendo 43 citas a esos artículos durante 2011, tendrá un
FI para 2011 de [43 / (20+23)] = 1. Esto implica –como quedó dicho–
que, a mayor servicio a la comunidad científica (con un mayor número de
artículos publicados), peor índice de impacto de la revista (descenso en
la tabla de índice de impacto correspondiente) que hizo aquel mayor
servicio comunitario. Ello, es obvio, es una contradicción poco seria y
nada científica. Y, a la postre, una incoherencia con los fundamentos de
la nueva tecnología que es la web, cuya potencialidad se vira en
perjuicio del producto que se realice, si acaso desearan sus editores
aumentar las naturales capacidades de la revista en Internet.
Según lo visto hasta aquí, el adiós al papel está muy presente en la
sociedad actual, dando la bienvenida a las publicaciones digitales en un
mundo cada vez más digital y en un proceso sin discusión ni vuelta
atrás.
En otras palabras: tenemos dos modelos de publicación, una, cara, y,
otra, barata; una, con el compromiso del espacio y, otra con todo el
espacio suyo; una, apurada a veces para salir a tiempo, y la otra,
saliendo desde el primer día del nuevo año y cerrando cuando se estime,
nunca con el problema de no estar en el plazo convenido, porque aparece
antes que cualquier otra. Una, abierta a todas las horas; la otra,
consultable solamente en las bibliotecas universitarias, si no se está
suscrito. Una, con un precio facial; la otra, gratuita. Unas, a veces
con acceso restringido un tiempo o que sólo dejan ver los títulos y el
resumen, desaprovechando las facilidades de la tecnología web y los
fundamentos de la telemática; otras, en acceso abierto y, además, en
grandes bancos internacionales de open access journal.12
Unas son revistas de ayer, otras son revistas del mañana. Algunas
todavía pensando de forma analógica para actuar en lo digital. El cambio
decisivo es el cultural. Y aún no lo hemos completado. Podemos hacerlo
renovando el parque de ideas que tienen las personas o esperando a que
se renueve el parque de personas. La única diferencia será cuestión de
tiempo.
Notas
1) La aparición de Google Scholar Metrics en 2012 ha puesto en evidencia el sistema de factor de impacto de Eugene Garfield.
2) Cita de apertura del capítulo 1 de La Red es nuestra.
3) Alusión a Revista Latina de Comunicación Social (La Laguna,
1998-), situada en el primer puesto del primer cuartil de los años 2008,
2009 y 2010. En el índice de 2011 permanece en el primer cuartil. Y lo
mismo en los quinquenios corridos 2003–2007; 2004–2008 y 2005–2009,
últimos datos hechos público tras la grave crisis económica (2011) del
In-RECS (Universidad de Granada).
4) Citado por Abadal y Rius, pp. 244 y 245.
5) En el caso muy hipotético de una biblioteca que abriera de lunes a
viernes desde las 8 de la mañana a las 9 de la noche (13 horas-día, un
periodo de apertura muy difícil que se dé), supondría cinco días a trece
horas diarias (5 x 13), 65 horas-semana.
6) Esto no siempre sucede así, pues compañías como Reed-Elsevier,
Springer, Taylor & Francis “han ido reforzando su cuota de mercado
[…] para erigirse casi en monopolios de la información”. Estas empresas
han impuesto un “abusivo aumento de los precios de las suscripciones a
sus revistas y la imposición de contratos ‘por paquetes’”, además de
controlar los “derechos de copyright sobre los artículos”. Estas
acciones han sido contestadas por “numerosas manifestaciones e
iniciativas en contra de esas restricciones, consolidadas en el llamado
movimiento Open Access” (Melero, 2005: 255).
7) La traducción al inglés, además de permitir su comprensión a
lectores de diferentes nacionalidades, “constituye también un factor de
importancia en relación con la accesibilidad del sitio que contiene el
texto, pues […] los motores de búsqueda presentan claros sesgos
idiomáticos, particularmente positivos en el caso del inglés” (Aguillo
at al, 2005: 32).
8) Lo más probable es que suponga una mayor ampliación de páginas,
porque la imprenta usa el sistema de pliegos de al menos cuatro páginas,
de manera que añadir una página impar impresa representa añadir cuatro
páginas más al producto impreso, aunque las otras tres vayan en blanco.
9) Dos o tres años, según el sistema empleado en el hallazgo del índice de impacto del que se trate. En el caso español, tres.
10) Alusión a su postura mixta académica y empresarial y a lo
percibido por la venta de su índice de impacto según su método, el
antiguo ISI.
11) Tres años, en el caso español del In-RECS.
12) Destacamos aquí el DOAJ, Directory of Open Journal Access, de la
Universidad de Lund (Suecia), creado en 2002, paradigma de banco de
datos abierto y gratuito: “Free, full text, quality controlled
scientific and scholarly journals, covering all subjects and many
languages”. En 2012, España es el cuarto país con revistas científicas
en DOAJ (414), antecedido de EEUU (1.230); Brasil (743) e Inglaterra
(543), seguido muy de cerca por India (413). Alemania aparece con 248;
Francia con 154; Italia, con 210; Canadá, con 238; Australia, con 119.
Suecia, en el puesto 31, dispone de 55 journals. Con más de 100journals
existen 22 países. La posición de las revistas españolas –que eran “unas
40” hace pocos años (Abadal y Rius, 2008: 250)– es una clara
contradicción con la equivocada política científica de la FECYT, que
sigue, muy tozuda, sin reconocer la realidad de las publicaciones
científicas españolas. DOAJ es, en la actualidad, el verdadero RECYT,
Repositorio Español de Ciencia y Tecnología, no el ideado por la
burocracia FECYT, minoritario frente a la presencia española en Suecia…
que es gratuito y sin coste para las revistas indexadas en Lund. Tal vez
ahí esté la clave…
Bibliografía
Abadal, Ernest y Rius, Lluis (2008). “Revistas científicas de las
universidades españolas: acciones básicas para aumentar su difusión e
impacto”, en Revista Española de Documentación Científica 31 (2),
242–262. Recuperado el 23 de junio de 2012, dehttp://redc.revistas.csic. es/index.php/redc/article/ view/427/439
Aleixandre-Benavent, R., Valderrama-Zurián, J. C. y González-Alcaide,
G. (2007): “El factor de impacto de las revistas científicas:
limitaciones e indicadores alternativos”, en El profesional de la
información, 1 (16), 4–11. Consultable en: http://www.scribd.com/doc/ 48151224/010-El-factor-de- impacto-de-las-revistas- cientificas-limitaciones-e- indicadores-alternativos
Arteaga, Arnulfo; Medellín, Enrique; y Santos, María Josefa (1995):
“Dimensiones sociales del cambio tecnológico”, en Nueva Antropología.
Revista de Ciencias Sociales, 47, 9–22. Consultable en:http://www.juridicas.unam. mx/publica/librev/rev/nuant/ cont/47/cnt/cnt1.pdf
Berners-Lee, Tim (2000): Tejiendo la red. Madrid: Siglo XXI. Versión gratuita en:http://books.google.es/ books?id=QRe-iutQQmQC& printsec=frontcover&hl=es& source=gbs_ge_summary_r&cad=0# v=onepage&q&f=false
Castillo-Esparcia, Antonio; Rubio-Moraga, Ángel, y Almansa-Rodríguez,
Ana (2012): “La investigación en Comunicación. Análisis bibliométrico
de las revistas de mayor impacto del ISI”, en Revista Latina de
Comunicación Social, 67, 248–270. Recuperado el 23 de junio de 2012,
dehttp://www.revistalatinacs. org/067/art/955_UMA/11_ Castillo.html
DOI: 10.4185/RLCS-067–955-248–270 / CrossRef link
—— y Ruiz, Isabel (2011). “Las revistas científicas de comunicación
en Latindex”. Actas del Encuentro Iberoamericano de Editores de Revistas
Científicas de Ciencias Sociales. Tenerife. Recuperado el 30 de junio
de 2012, de: http://www.revistalatinacs. org/11SLCS/ENCUENTRO/antonio_ castillo.pdf
De Pablos, José Manuel (1993): Del plomo a la luz, el nuevo periódico. La Laguna: Ediciones Idea / CCPC. Info: http://www.mastesis.com/tesis/ del+plomo+a+la+luz:22715
—— (1996): “El periódico enlínea”. Unicarta. Cartagena de Indias (Colombia)
—— (2001): La red es nuestra. El “periódico” telemático, la revista
enlínea, la radio digital y el libroweb cambiarán las formas de
comunicación social. Barcelona: Paidós.
—— (2006): “Fuentes mudas (en la web). Periodismo transit
propaganda”. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 12, pp. 155–174.
Madrid: Universidad Complutense.
—— (2009a): “Una revista surgida de una utopía”. Actas del I Congreso
Internacional Latina de Comunicación Social. Tenerife. Recuperado el 23
de junio de 2012, de:http://www.revistalatinacs. org/09/Sociedad/actas/utopia. pdf
—— (2009b): “Valores de la revista digital frente al papel”. Actas
del I Congreso Internacional Latina de Comunicación Social. Tenerife.
Recuperado el 12 de junio de 2012, de:http://www.revistalatinacs. org/09/Sociedad/actas/ 117depablos.pdf
Marcos, Mari-Carmen (2000). “La revista electrónica y su aceptación
en la comunidad científica”, en El profesional de la información, 5 (9),
4–14. Visitada el 10 de junio de 2012:http://www. elprofesionaldelainformacion. com/contenidos/2000/mayo/1.pdf
Martínez Albertos, José Luis (1997): El ocaso del Periodismo. Barcelona: CIMS.
Melero, Remedios (2005): “Acceso abierto a las publicaciones
científicas: definición, recursos, copyright e impacto”, en El
profesional de la información, 4 (15), 255–266. Consultable en:http://www. elprofesionaldelainformacion. com/contenidos/2005/julio/3. pdf
Paniagua, Francisco Javier y Gómez, Bernardo (2008). “Encuesta
nacional a los directores de diarios”, en Farias, Pedro (Dir.). Informe
Anual de la Profesión Periodística. Madrid, APM, 101–109.
Toffler, Alvin (1992): La tercera ola. Barcelona: Plaza y Janés. Versión gratuita:http://www.frrg.utn. edu.ar/frrg/apuntes/cmasala/ La%20Tercera%20Ola%20Toffler. pdf
VV. AA. (2012): Elegir dónde publicar, Javier Herrero (Coord.). La
Laguna: Sociedad Latina de Comunicación Social / Cuadernos Artesanos de
Latina, 22. Descargable en:http://www.revistalatinacs. org/067/cuadernos/22.pdf
VV. AA. (2011a): Los editores de revistas académicas de Comunicación.
Reflexiones compartidas en el I Encuentro de revistas Científicas de
Tenerife (julio, 2011), Victoria Tur Viñes (Coord.). La Laguna: Sociedad
Latina de Comunicación Social / Cuadernos Artesanos de Latina, 16.
Descargable en:http://www.revistalatinacs. org/067/cuadernos/16_Victoria. pdf
VV. AA. (2011b): Bases de datos y citación en Ciencias Sociales.
Reflexiones…, Victoria Tur Viñes (Coord.). La Laguna: Sociedad Latina de
Comunicación Social / Cuadernos Artesanos de Latina, 17. Descargable
en: http://www.revistalatinacs. org/067/cuadernos/17_Victoria. pdf
VV. AA. (2005): Impacto y visibilidad de las revistas electrónicas
universitarias españolas. Aguillo, Isidro F. (Coord.). Madrid:
InternetLab. Recuperado el 30 de junio de 2012, dehttp://www.cindoc.csic.es/ info/EA2005-0008.pdf
***Profesor ayudante de la ULL – Miembro del Consejo de redacción de la Revista Mediterránea de Comunicación, RMC, http://www.rmedcom.org (Universidad de Alicante).
Comentarios
Publicar un comentario