Por Sergio Vargas Mondaca (Blog)
Las tendencias
comunicacionales, en la era del conocimiento, sin duda se están gestando de un
modo transversal desde la tecnología, y de modo muy especial en las redes
sociales. La oportunidad de organización, protagonismo y de interacción en un
sin número de procesos de comunicación simétrica, está generando oportunidades e
incentivos, que permiten alcanzar, de un modo irrefrenable, roles protagónicos
tanto a personas como grupos, que en otros estadios socio-tecnológicos, estaban destinados al irremediable anonimato.
Estas tendencias a nivel de acceso a procesos de comunicación social, son un
hecho de alcance global que no deja de sorprender, no sólo por lo inédito y por
la velocidad de arraigo de estas prácticas, sino por el impacto que han
generado y que siguen sobreviniendo en todo tipo de niveles, ya sea como estructuras
comunitarias, hacia el poder político, de nichos corporativo, así como entre los
más disímiles líderes de cada cultura a nivel planetario.
En esta
perspectiva, el rol que deberá desempeñar nuestra conducta ética, –por la
huella o historia digital- a nivel personal y muy especialmente a nivel organizacional,
enfrentados al riesgoso descrédito público, en un espacio comunicacional de
carácter global, de mayor accesibilidad, de simetría comunicacional y como
consecuencia de lo anterior, de una ineludible conducta de transparencia en el presente
inmediato, es por paulatino que pueda ocurrir, simplemente irreversible. Especialmente, respecto de las dinámicas que las empresas deben librar, tanto en
el mercado como en sus operaciones, y de modo especial frente a sus
stakeholders.
Esta situación, nos sitúa frente a un cambio de paradigma. Las
empresas, no sólo deben resguardar el rendimiento económico financiero, sino que
además deberán integrar su rol ético, su huella medio ambiental, sus prácticas
de responsabilidad social, todo; en
orden a modelar su reputación y con ello a comunicar y posicionarla, es decir,
construir y gozar de los beneficios de una reputación bien valorada, que busca facilitar
la compresión pública de la visión y misión corporativa de cada organización en
el siglo XXI. Esto supone, ni más ni
menos que la posibilidad de alcanzar los más altos estándares de innovación y excelencia, y con
ello, los niveles de plena confianza y aprobación que el mercado espera,
premiando anónimamente, y dispensando selectivamente sus preferencias.
La
comunicación en este contexto, articula un progreso sin precedentes, de
carácter trascendental en muchos espacios de relevancia
a la actividad humana, a nivel de gestión del cambio, de accesibilidad organizacional, de flexibilidad, de reelaboración
de lo que es necesario y posible mejorar, y como un silogismo, de renovación en
el pensamiento sistémico y acceso social. La comunicación y transparencia
declarada, abren espacios como nunca antes se habría podido imaginar, a
relaciones cada vez más vinculantes, desde una lógica e interacción más y más horizontal.
El malestar y la voz de muchos grupos a nivel global, sin adherencia más que a
convicciones personales, de "tribus", de grupos emergentes, respecto del mérito
innegable y transversal que está irrumpiendo: la vida con sentido, la productividad
al servicio del ser humano. Por la cual sentirse orgullosos y no por el oportunismo
de especular de los activos transables. Y de modo especial, de los acentos
emergentes que se abogan por la instauración de políticas públicas de excelencia
de los estados, en orden a que generen espacios de renovación basados en la
equidad, en el respeto medio ambiental, para cada entorno, y para cada grupo
humano.
Volviendo al origen, “comunicar” en esencia significa compartir, según su raíz latina comunis, dice relación con los
términos común, público y social y comunicatio expresa la idea de participar en común
o ponerse en relación. La era del conocimiento, parece haber facilitado la
instalación de innumerables condiciones de favorabilidad, las que en definitiva, están
impulsando el genuino sentido y mérito de comunicar y por sobre todo de entendernos de mejor modo en el siglo
XXI.
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