La cuestión de fondo es: hasta qué punto los medios de comunicación nos influyen o, por el contrario, son ecos de lo que piensan sus lectores, oyentes o telespectadores
Por Víctor Lapuente en "El País" (España)
Quizás alguna vez te has preguntado: ¿leo EL PAÍS porque soy tonto o soy tonto porque leo EL PAÍS? Bueno, seguramente lo has formulado así: ¿leo EL PAÍS porque soy una persona inteligente y progresista o soy una persona inteligente y progresista porque leo EL PAÍS? Pero la cuestión de fondo es la misma: hasta qué punto los medios de comunicación nos influyen o, por el contrario, son ecos de lo que piensan sus lectores, oyentes o telespectadores.
Es un tema tan espinoso de discutir como resbaladizo de analizar, porque ideología y gustos mediáticos van de la mano. Desgraciada, o mejor dicho, afortunadamente, no podemos meter a sujetos idénticos (como gemelos monocigóticos) en mundos mediáticos distintos, donde son observados al estilo de El Show de Truman para medir cómo cierta radio o televisión altera su visión política. Pero algunos investigadores han llevado a cabo semi-experimentos, aprovechándose de accidentes fortuitos que hacen que unas personas se expongan más a unos medios. Por ejemplo, porque en la parrilla de su televisión la Fox News se sintoniza entre los primeros canales.
En un original estudio, los profesores Florian Foos y Daniel Bischof analizan el apoyo al Brexit entre dos grupos similares ―los británicos de la postindustrial Liverpool y sus vecinos de los alrededores― pero que se diferencian en sus hábitos de lectura: dado que el tabloide The Sun culpó a los seguidores del Liverpool de la tragedia de Hillsborough en 1989, éstos boicotearon el periódico. Y, como The Sun ha sido el diario británico más ferozmente opuesto a la UE, si los medios de comunicación tienen la habilidad de modificar la opinión pública, deberíamos observar un menor euroescepticismo en las zonas con más simpatizantes de ese equipo de fútbol. Efectivamente, Foos y Bischof comprueban que en Liverpool el apoyo a la UE es mayor, y el voto al Brexit fue menor.
El corolario de estos trabajos es que, sí, la prensa puede manipular, pero sólo en tres circunstancias: deben ser medios sobre todo de entretenimiento (porque los de información política son seguidos por personas con opiniones ya firmes); temas incipientes (por ejemplo, en el aborto la gente ya tiene una actitud asentada); y mensajes unidireccionales (todos los artículos tienen que lanzar machaconamente la misma idea). No puedes tener columnas que acaben con puntos suspensivos…
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