El exdirigente de los editores dice que los partidos impiden reformas esenciales
Juan G. Bedoya , en "El País" (España)
Pedro Crespo de Lara (Cabezón de la Sal, Cantabria, 1935) ha sido muchas cosas importantes en la prensa, la abogacía y la universidad españolas, pero, si le pides un resumen sobre adónde hemos llegado, pone sobre la mesa una viñeta de Ballesta en la revista AEDE, que Crespo apadrinó cuando era secretario general de la Asociación de Editores
de Diarios Españoles (AEDE), entre 1978 y 2000. En la viñeta, un hombre
joven se dice, con la mano en la mejilla: “Soy licenciado de Ciencias
de la Información y no se me ocurre nada”. Pedro Crespo recuerda este ballesta para expresar sus dudas sobre
la treintena de facultades de Periodismo que cada año mandan al mercado
a 10.000 titulados. “Mejor hubiera sido tener menos facultades y haber
creado centros de tercer grado. Muchos periódicos lo han remediado con sus propios másters”.
Las otras dos viñetas son de Forges y se publicaron en 1975 en Informaciones, cuando Crespo era secretario general del famoso (y desaparecido) vespertino madrileño. En una, Forges alude a la mala fama de los periodistas: la canallesca, lo decían quienes odian la libertad de expresión
tanto como los ladrones a los faroles. En cuclillas sobre un piano, un
joven barbudo mira con compasión al padre encorbatado, que le
reconviene: “O depones tu actitud o corro por el barrio la especie de
que eres periodista”. La otra viñeta hablaba de la realidad del momento,
con la caverna alegrándose de los atentados y persecuciones que
acosaban a la profesión. Dos blasillos conversan, mientras pasean: “Hoy
es la corrida de los periodistas”. “¿Por dónde los corren?”. “Por
doquier”. Buen resumen del estado de la cuestión en una España en la
que, como ironizó Gil de Biedma, a veces se piensa que de casi todo hace
ya veinte años.
Crespo estudió aquella etapa en un libro que ya es un clásico en la literatura periodística, El artículo dos,
sobre la siniestra Ley de Prensa e Imprenta promulgada en 1966 por
Manuel Fraga cuando era el ministro estrella del dictador Franco. “Desde
entonces, hemos alcanzado un grado de libertad
de prensa muy alto, pero no disfrutamos de una verdadera democracia”,
sostiene Crespo. Echa la culpa a los partidos, que se comportan como
regimientos prusianos. “Tenemos una partitocracia gobernada por una
élite profesionalizada, muy difícil de remover, que impide las reformas
sustanciales porque antepone los intereses de partido al bien común”.
¿Remedios? Bastaría con que la prensa combata esos males “con el tino,
el rigor y la profesionalidad” del pasado. “Entonces sí que volverían
los ciudadanos a vibrar con el espíritu perdido de la transición”.
Desayunamos en el hotel Miguel Ángel, desde donde Crespo, que ha sido en dos ocasiones decano del Colegio de Abogados
de Madrid, acude esa mañana al homenaje que le rinde la actual junta
por servicios prestados en épocas turbulentas. Lleva en el bolsillo la
Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort. “Es bueno presumir cuando se
han hecho tantas cosas y entre tantas dificultades”, ironiza.
Gozosamente jubilado, acaba de publicar en La Esfera de los Libros el
segundo tomo de sus memorias con el título Triunfó la libertad de prensa,
edita sus poemas con el entusiasmo de un novato y aprende suajili
porque vive con su mujer algunos meses al año en Malindi (Kenia), frente
al océano Índico. El resto del tiempo lo reparte entre Madrid y Cantabria.
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