OTRA SEÑAL PARA EL DEBATE PERIODÍSTICO
Desplazaron a la editora general. Y el hecho, que sacudió al diario, fue contado sin vueltas.
Lo más interesante no es que haya habido un cambio en la conducción de The New York Times. Lo extraordinario es la crónica de lo que ocurrió, escrita en el propio The New York Times. Esa transparencia, esos detalles, las internas de ajedrez parecidas a las de House of the Cards , pero reales, ese contar para afuera las tensiones de lo que pasa adentro.
Como ya se ha difundido, Jill Abramson, hasta hace dos días editora general de The New York Times, fue sustituida por Dean Baquet. El diario lo cuenta en tapa. Lo firman dos redactores, David Carr y Ravi Somaiya, que por supuesto replicaron su nota e impresiones en Twitter.
Escriben con esa calidad con la que se escribe en ese diario. Cuentan que el estilo de Abramson ha sido descripto como “mercurial y brusco”. El adjetivo “mercurial” es interesante: sube, se eleva con la temperatura. Puede ser una gran virtud para el periodismo. De hecho Abramson llegó a lo más alto.
De todos modos, su temperamento no parece haber sido el tema de la destitución. Por el contrario, según sugiere el observatorio The Poynter Institute, lo que empezó a delinear su declinación fue precisamente su falta de reflejos y adrenalina para cubrir con todo el arsenal del diario el Huracán Sandy, que castigó a la ciudad en octubre de 2011.
Sandy fue una gran historia. Y terrible. Volaban las casas en Staten Island, frente a la ciudad de New York, gran parte de Manhattan estaba sin luz, los subtes no andaban. No se podían cargar los celulares, ni los IPads, ni los IPhones, que están dentro del alma y los genes de cada neoyorkino.
Arthur Sulzberger Jr., presidente y uno de los dueños de la empresa, empezó a pensar tras Sandy -dicen- en el funeral periodístico de Jill. Aún a pesar de que The New York Times remontó con ella en la redacción una situación áspera en el plano de los números. En simultáneo, durante los tres años de la tutela de Abramson, el diario ganó ocho premios Pulitzer. Hay otro elemento que hace explotar Twitter. Se afirma que Abramson habría puesto una pared infranqueable a las intenciones del sector corporativo del diario de tutelar o intervenir en algunos contenidos.
Fue un tuit el que disparó el rumor luego confirmado de la despedida de Abramson. Ken Aulet, redactor de la elegante The New Yorker, escribió por esa vía que Abramson pidió aumento de sueldo argumentando que cobraba menos que su predecesor Bill Keller. La empresa desmintió la versión.
Se evaluaron motivos sexistas detrás de su alejamiento. Se recordó que otra mujer, Janet Robinson, otrora CEO de The New York Times, también fue despedida de un día para el otro del diario.
Se afirmó también que Abramson no manejó bien el choque cultural entre el cuerpo de periodistas con más historia en el diario impreso, que con los que ya llegaron con el ADN digital.
Pero el asunto no es Abramson o Baquet, sino el periodismo. La nota contando el hecho de la sutitución de una por el otro no es periodismo de periodistas en el último sentido argentino del concepto.
No es el relato de un cruce de invectivas, no es una crónica sangrienta. Es una crónica profesional de un diario sobre ese mismo diario que en sí es siempre noticia.
Y esa es la buena noticia.
Como ya se ha difundido, Jill Abramson, hasta hace dos días editora general de The New York Times, fue sustituida por Dean Baquet. El diario lo cuenta en tapa. Lo firman dos redactores, David Carr y Ravi Somaiya, que por supuesto replicaron su nota e impresiones en Twitter.
Escriben con esa calidad con la que se escribe en ese diario. Cuentan que el estilo de Abramson ha sido descripto como “mercurial y brusco”. El adjetivo “mercurial” es interesante: sube, se eleva con la temperatura. Puede ser una gran virtud para el periodismo. De hecho Abramson llegó a lo más alto.
De todos modos, su temperamento no parece haber sido el tema de la destitución. Por el contrario, según sugiere el observatorio The Poynter Institute, lo que empezó a delinear su declinación fue precisamente su falta de reflejos y adrenalina para cubrir con todo el arsenal del diario el Huracán Sandy, que castigó a la ciudad en octubre de 2011.
Sandy fue una gran historia. Y terrible. Volaban las casas en Staten Island, frente a la ciudad de New York, gran parte de Manhattan estaba sin luz, los subtes no andaban. No se podían cargar los celulares, ni los IPads, ni los IPhones, que están dentro del alma y los genes de cada neoyorkino.
Arthur Sulzberger Jr., presidente y uno de los dueños de la empresa, empezó a pensar tras Sandy -dicen- en el funeral periodístico de Jill. Aún a pesar de que The New York Times remontó con ella en la redacción una situación áspera en el plano de los números. En simultáneo, durante los tres años de la tutela de Abramson, el diario ganó ocho premios Pulitzer. Hay otro elemento que hace explotar Twitter. Se afirma que Abramson habría puesto una pared infranqueable a las intenciones del sector corporativo del diario de tutelar o intervenir en algunos contenidos.
Fue un tuit el que disparó el rumor luego confirmado de la despedida de Abramson. Ken Aulet, redactor de la elegante The New Yorker, escribió por esa vía que Abramson pidió aumento de sueldo argumentando que cobraba menos que su predecesor Bill Keller. La empresa desmintió la versión.
Se evaluaron motivos sexistas detrás de su alejamiento. Se recordó que otra mujer, Janet Robinson, otrora CEO de The New York Times, también fue despedida de un día para el otro del diario.
Se afirmó también que Abramson no manejó bien el choque cultural entre el cuerpo de periodistas con más historia en el diario impreso, que con los que ya llegaron con el ADN digital.
Pero el asunto no es Abramson o Baquet, sino el periodismo. La nota contando el hecho de la sutitución de una por el otro no es periodismo de periodistas en el último sentido argentino del concepto.
No es el relato de un cruce de invectivas, no es una crónica sangrienta. Es una crónica profesional de un diario sobre ese mismo diario que en sí es siempre noticia.
Y esa es la buena noticia.
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