La
conexión de cada uno de nuestros sentidos con el cerebro es distinta en
cada caso, siendo esta vinculación más fuerte en unas ocasiones que en
otras.
El título de esta entrada cobra sentido cuando nos encontramos con la siguiente estadística:
Según un estudio de la Universidad Rockefeller de Nueva York, de todos los estímulos a los que nos sometemos, las personas somos capaces de recordar:
Según un estudio de la Universidad Rockefeller de Nueva York, de todos los estímulos a los que nos sometemos, las personas somos capaces de recordar:
El 1% de lo que palpamos.
El 2% de lo que oímos.
El 5% de lo que vemos.
El 15% de lo que saboreamos.
El 35% de lo que olemos.
Aunque los datos parezcan sorprendentes, si nos ponemos a pensar un poco nos damos cuenta de que no lo son tanto, ya que seguro que todos habéis tenido la experiencia de encontraros con un olor que prácticamente ha supuesto un viaje hacia atrás en el tiempo haciéndoos recordar cosas que ya teníais olvidadas y que ningún otro sentido hubiera podido haceros recordar.
Vemos como, a excepción del tacto, los sentidos más utilizados en marketing (vista y oído, que suponen un 83% de la inversión publicitaria) son también los menos efectivos, aunque son aquéllos con los que se llega a más gente y los únicos que los medios masivos pueden aceptar a día de hoy.
Pues bien, una vez está claro que aunque tengan menos porcentaje de recuerdo, vista y oído son las principales vías de llegar al cliente, sería una gran idea tratar de explotar aquél que supone el mayor porcentaje, y es aquí donde nos referimos al término “marketing olfativo”. Para ello, tenemos que centrarnos en el punto de venta.
Diversos científicos han llegado a la conclusión de que el sentido del olfato influye en gran medida en el de la vista, es lo que se conoce como el fenómeno de la sinestesia, es decir, como un sentido es capaz de evocar a otro.
Por ejemplo, al visualizar un determinado producto, un agradable olor ambiental puede hacer que sea percibido como de una calidad superior al mismo producto con un olor desagradable en el entorno.
Llegados a este punto quiero destacar un experimento llevado a cabo en una serie de bares y restaurante de Helsinki. Ante una campaña de promoción de unos licores, en la mitad de los bares se pusieron simplemente anuncios visuales de los productos, mientras que en la otra mitad, además de estos, se introdujeron también difusores con aroma a dichos licores.
Los resultados fueron que aunque en ambos casos las ventas aumentaron, en los establecimientos donde estaban presentes los difusores, el aumento de las ventas fue un 8% superior a los otros.
Puede que haya gente que piense: De acuerdo, pero por mi tipo de negocio es imposible o al menos poco factible establecer acciones relacionadas con olores, o: esto es solo para tiendas de alimentación o de moda como Stradivarius, Abercrombie & Fitch…
Error, y como muestra el ejemplo de una empresa situada dentro de un sector donde nadie pensaría que esto pudiera suceder: me refiero al caso de Bankinter.
Este banco contrató en el año 2008 a la empresa A de Aroma para crear un olor característico con el que impregnar su sede corporativa, eventos patrocinados e incluso sus sucursales.
Como vemos, cualquier negocio es susceptible de realizar un buen marketing olfativo, simplemente hay que ver las necesidades concretas para establecerlo de una forma u otra. El fin último no es otro que crear una buena experiencia de compra y con ello conseguir aumentar ventas, fidelizar o cualquier otro objetivo que se haya propuesto la empresa.
A continuación os dejo el link de una empresa española especializada en esta materia donde podéis encontrar amplia información sobre el tema:
¡A oler se ha dicho!
Comentarios
Publicar un comentario