Por Marcelo Bellucci, en "Clarín"
Se los usa cada vez más en celulares y redes sociales. Explican cómo emplearlos bien.
La era digital está en la avanzada del lenguaje. Es un mundo
dominado por los celulares que no reconoce ni respeta las reglas
tradicionales de ortografía. El emblema de este caos gramatical son los
puntos suspensivos, que se utilizan indiscriminadamente para evitar
detalles y reemplazar los signos de puntuación.
Los puntos
suspensivos se representan por tres puntos alineados horizontalmente.
Según los expertos, uno de los errores frecuentes en las conversaciones
informales es tipear un número indeterminado de puntos, con la clara
intención de reemplazar sonidos y gestos que supondrían una pausa en una
conversación. Sobre el abuso de este recurso, Nicolás Elebi, profesor
de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UADE, explica
que “el error más frecuente es creer que los puntos suspensivos se
pueden multiplicar al infinito. Uno de los usos correctos es generar
suspenso. Aunque su propagación ilimitada no extiende esta sensación”.
Para los expertos en lingüística, el inconveniente principal es que a los adolescentes, y también a muchos adultos, les cuesta emplear los signos de puntuación. Para ocultar esta carencia, intercalan los puntos suspensivos en la oración. Y esto les permite a la vez, cerrar una idea de manera resolutiva.
“El punto cierra la frase y clausura la palabra. Los dos puntos, gráficamente, se constituyen en un enchufe sintáctico con lo que le sigue. Los suspensivos –solo tres y no más que tres–, se alzan como pilotes de un puente que se insinúa más allá del texto, ofreciéndose a la colaboración del lector con su potencia sugestiva de lo no dicho: ‘Y desde entonces, ya no leímos más…’ dice la historia de Lanzatote y la reina Ginebra, y se calla el amante. ‘Agua, amo…’, dice el mono al final de Yzur, de Lugones y se abre la posibilidad de que el mono sea un hombre degenerado” indica Pedro Barcia, Presidente de la Academia Nacional de Educación y ex presidente de la Academia Argentina de Letras.
En las charlas por WhatsApp se establece un código de entendimiento entre partes. “El problema es cuando perdemos el control. Si se lo utiliza únicamente en estas circunstancias no habría inconvenientes, ya que como el chat es inmediato, si no se entiende se puede volver a preguntar. El problema es cuando alguien lo traslada a otros ámbitos, como el profesional y no existe la chance de corrección”, indica Elebi.
Los puntos suspensivos son una suerte de comodín. “Pueden ser iniciales, indicando que hay un historia previa. Pueden ser intermedios, y suponen una suspensión en mitad de la perplejidad o el temor; o bien, si van entre corchetes o paréntesis, indica que se ha suprimido texto; o si se dan en un diálogo, sustituyen al silencio de uno de los interlocutores. Si son finales pueden sugerir una dirección abierta de asociaciones infinitas; o hacer las veces del etcétera” revela Barcia.
Para muchos estudiosos del lenguaje, la publicidad puede difundir errores. En los afiches o avisos que aparecen en la vía pública se duplican signos y se acumulan puntos para enfatizar una idea. “El problema es que muchas personas no entienden que se trata de una licencia de diseño y al verlo así escrito, piensan que es lo correcto”, asegura Elebi.
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