Editorial I (La Nación)
El
uso desaprensivo de Facebook y Twitter por parte de nuestros más altos
dirigentes sólo redunda en situaciones de desprestigio internacional
para el país
Internet y las redes sociales
vienen impactando de manera innegable e inimaginable en la sociedad
global. Su presencia, además, se impone de una manera tan rápida y
ubicua, sus textos y contenidos se "viralizan" de forma tan exponencial,
que resulta difícil muchas veces para cualquier usuario no dejarse
arrastrar por ese encantamiento que propone la modernidad y por el hecho
mismo de estar "a la vanguardia".
Estas reglas y otras más deberían ser conocidas por todos los que ingresan en el mundo digital. Esto no siempre ocurre, pero cuando los que van a utilizar las redes sociales tienen, además, responsabilidades de peso ante la sociedad, es inexcusable que no se atengan a todas las reglas, aun las no escritas.
Por eso se hace cada día más evidente para los argentinos que la mayoría de sus dirigentes, sobre todo en el ámbito del Gobierno, no se han capacitado para usar estas nuevas formas de comunicación: ni ellos ni los que, se supone, las utilizan en su nombre. No de otra forma se explica, por ejemplo, que la cuenta institucional en Twitter de la Casa Rosada -@CasaRosadaAR, que se presenta como el "Twitter Oficial de la Casa de Gobierno de la República Argentina"- sea manejada con un estilo abiertamente coloquial y "militante", por un lado, y siempre jugando con la distorsión de la información o -lo que es peor- la frivolidad, por el otro. Es cierto que el camino abierto por la propia Presidenta, tanto en Facebook como en Twitter, ha alentado lamentablemente desde temprano esta especie de "todo vale" en que se han transformado las comunicaciones oficiales en línea.
Estos últimos días han sido particularmente proclives a estas muestras del uso desmañado de las redes sociales. No bastó con que la Presidenta se refiriera a la muerte del fiscal Alberto Nisman -un tema de una extrema gravedad para cualquier gobierno- por dos veces desde su cuenta de Facebook como si fuera una ciudadana cualquiera, haciendo todo tipo de suposiciones aventuradas sobre lo ocurrido y olvidando las obligaciones de alta investidura y cargo. No bastó tampoco que, como desde @CasaRosadaAR se dudó de la veracidad de la fiscal del caso, Viviana Fein, el mismísimo secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, tuviera que salir a defender al community manager de esa cuenta oficial. Corresponde señalar que la defensa a cargo de Fernández también demostró que el secretario no tiene muy en claro que es una cuenta "oficial": "No tiene por qué depender del Gobierno. Depende de quien lleva adelante una tarea determinada de comunicación que es importante llevar a cabo", dijo, en lo que puede calificarse de verdadero galimatías.
Por fin, hace dos semanas, la Presidenta volvió a hacer un uso que podría calificarse hasta de insultante de su cuenta en Twitter (@CFKArgentina) desde China, adonde viajó para concretar convenios comerciales. Además de informar a la opinión pública del mundo -no sólo a la argentina, a la que siempre se dirige tuteándola- del cálido recibimiento que mereció su presencia, para destacarlo con precisión se permitió una broma de pésimo gusto. Escribió Cristina Kirchner -o su CM- el miércoles 4 a mediodía este tuit: "Más de 1000 asistentes al evento... ¿Serán todos de «La Cámpola» y vinieron sólo por el aloz y el petlóleo?...". Una manera casi injuriosa de expresarse sobre los ciudadanos del país al que más tarde describió como su "mayor aliado" y al que le ofreció hacer más negocios con la Argentina, que incluso en ámbitos internacionales fue considerada una gaffe diplomática de nuestra primera mandataria.
En la era del conocimiento, pronto ninguno podrá arriesgarse a alegar desconocer maneras elementales de cómo estar en Internet y en las redes sociales, a riesgo de perder oportunidades de todo tipo: como en este caso, también respeto y prestigio internacionales.
Los argentinos nos hemos acostumbrado demasiado a vivir como en una isla, y es ese mismo espíritu insular el que parece caracterizar a nuestros dirigentes políticos, justamente aquellos que deberían ser el espejo en que los ciudadanos podamos reflejarnos y aprender cómo vivir en una sociedad democrática. Quizás a estos políticos les quepa lo que dijo hace muy poco la gran escritora mexicana Elena Poniatowska, al ser investida doctora honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid: "Los políticos deberían tener menos «face» y más «book»"..
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