Seguro que para muchos que nos leen, hay ocasiones en que piensan que no queda más remedio que “despedir” a un cliente.
Compartimos aquí algunas razones que publicó recientemente René Warren en PR Daily:
1. Hípercontroladores. Quieren tener hasta el más mínimo detalle bajo control. Eso reduce la creatividad de los ejecutivos y le resta confianza para probar cosas nuevas.
2. Generador de escalofríos. Cuando llama un cliente y sientes escalofríos porque no estás a gusto con él o ella, hay que preguntarse si su fee merece la pena frente a tu paz. Hay variadas razones: exigencias imposibles, malos tratos, cambios continuos, etc.
3. Nunca piden tu opinión. Está claro que los clientes tienen su propia visión y muchas veces tienen más información que la agencia, pero si no pide nunca su opinión entonces no la ven como su aliada, sino como una herramienta puramente operativa y eso puede llegar a cansar e incluso a hacer peligrar la marca. Justamente se contrata a una agencia por ofrecer una visión objetiva sobre la propia situación y posibilidades de una marca/servicio/persona.
4. No te respetan. Hay ocasiones en que el estrés o cualquier otra situación pueden sacar lo peor de una persona, pero siempre hay que mantener un trato cordial entre cliente-agencia. Si no es así, la relación no será la mejor y eso se notará en los resultados y en el ánimo del equipo que atiende la cuenta.
5. Siempre están apretando con los presupuestos. El tiempo que lleva justificar continuamente el dinero invertido implica otro coste que no se puede justificar y que significa un estrés adicional para la agencia. Si la situación es continua habría que revisar el propio presupuesto… aunque ya sabemos que si el cliente no acepta el coste inicial que ya ha firmado será casi imposible que acepte aumentar los honorarios por el control presupuestario.
6. No te responden. El otro extremo es cuando el cliente no responde a la comunicación con la agencia, retrasando el trabajo o incluso poniéndolo en peligro. Siempre vendrá con exigencias de último minuto que resultarán imposibles de cumplir, trastocando la labor con el resto de las cuentas.
7. Has dejado de creer en tu cliente. A veces sucede: ya no crees en el producto/servicio/propuesta de tu cliente. Ves venir que el tiempo del cliente se acaba y quizás no quieras ser como el violinista del Titanic tratando de vender algo imposible e, incluso, contraproducente para la credibilidad de la agencia.
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