Roberto Samar expone la relación entre armas y
violencia en los medios de comunicación y señala la necesidad de
construir discursos que dejen de lado la exaltación de la violencia.
Por Roberto Samar * (Publicado en Página/12)
La imagen de Bruce Willis o de Mel Gibson asesinando a un delincuente es, seguramente, un momento que disfrutaste en familia.
En esos relatos, eliminar el mal es la única meta. Con el tiempo, estos discursos atraviesan nuestra subjetividad, sedimentan nuestro sentido común y nosotros luego replicamos conductas. Asimismo, cuando matan a una persona que cometió un delito, nuestra agenda informativa se ve dominada por la idea de que el asesinato lo cometió un “justiciero”.
Infobae titulaba en febrero “Jubilada mató a ladrón: ‘¿Querés chumbo? Tomá chumbo’”. “Un ‘justiciero’ asesinó a un ladrón”, señalaba Tiempo Argentino. “Uno menos”, sentenciaba el conductor Eduardo
Feinmann, siendo coherente con la idea de la lucha entre buenos y malos.
Mientras tanto, aterrados por el discurso del miedo, amplios sectores de nuestra población se arman por el temor a morir asesinados siendo víctimas de un robo.
Lo que no se dice en las series ni en las películas ni en los noticieros es que la mayoría de los homicidios no se da en situaciones de robo sino que son producto de asesinatos en conflictos intrafamiliares, entre vecinos o bien suicidios.
Como sostiene un estudio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de los homicidios que se cometieron en la ciudad de Buenos Aires en el año 2012, sólo 15 por ciento fue homicidio en situación de robo. La mayoría de los casos fueron asesinatos por discusión o riña. En el mismo sentido, en el 41 por ciento de los hechos existía una relación previa entre la víctima y el victimario.
En una sociedad donde hay un marco de tensiones inevitables, la circulación de armas puede llevar a que los conflictos se resuelvan de la forma más violenta. En nuestro país se calcula que actualmente tenemos 2.250.000 armas de fuego entre las registradas y las ilegales.
En ese sentido, según el profesor de la Universidad Nacional de Río Negro, Darío Kosovsky, “las armas de fuego están fabricadas para matar y diariamente en nuestro país y en el mundo cumplen con creces su cometido. Su uso para la defensa personal es frecuentemente inútil para el objetivo pretendido y genera accidentes y muertes de quien acude a ellas o de sus familiares”.
Cabe aclarar que los recursos del Estado no son ilimitados. Siempre se priorizará perseguir con más energía un delito u otro. Definir cuál es una decisión política. Esa definición no debería ser a partir de la presión de los discursos que circulan en medios dominantes sino a partir del objetivo de reducir los niveles de violencia.
Por último, si la comunicación es un servicio y no simplemente un negocio, deberíamos desarrollar discursos contrahegemónicos que tiendan a desarmar a nuestra población y que promuevan políticas de gestión de la conflictividad. Obviamente, dejando de lado la exaltación de la violencia.
* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente en la Universidad Nacional de Río Negro.
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