La actualidad política es un disparador para que los muros se llenen de agresión, incluso, entre amigos
Todo comienza con un post en alguna red social
sobre un tema de actualidad. La mecha se enciende y lo que sigue es
conocido por todos. Es decir, un sinfín de comentarios interminables a
los que se van sumando amigos propios, amigos de amigos o gente que uno
ni siquiera conoce, para echar a rodar uno de los hábitos que más se
advierten en estos tiempos en las redes: un supuesto intercambio de
ideas que puede terminar en insultos, agresiones y hasta en peleas que
alcanzan extremos absurdos, como dejar de hablarse con alguien.
¿Por
qué debatir temas "picantes" en las redes? "Yo creo que el debate de
ideas sirve para crear conciencia, aunque se dé en un foro virtual: hay
ejemplos recientes de organizaciones que salieron de foros virtuales y
se trasladaron a la calle, como Occupy, en Egipto", sostiene Jonathan
Gejtman, doctor en Astrofísica de 32 años, quien no se priva de debatir
en Facebook cuando el tema lo convoca, como la muerte del fiscal Nisman.
"Hay
ciertos ejes que me interesan para debatir -señala Sabrina Di Claudio,
comunicadora social experta en redes- que tienen que ver con la
violencia de género, la trata de personas, el aborto, todo lo que sea
reivindicación de los derechos de la mujer. Si bien se está poniendo
sobre el tapete todo esto, todavía leemos opiniones machistas, y desde
mi humilde muro trato de plantear ciertos ejes o marcar una opinión."
El sentido del debate
Aborto, política, la muerte del fiscal Alberto Nisman
no parecen ser cuestiones sobre las cuales existan consensos, sino
todo lo contrario: despiertan en cada uno pasiones que, muchas veces,
llevan a postear comentarios agresivos que desatan batallas campales,
como bien satiriza Capusotto en "Garolfa". Entonces, ¿tiene sentido
debatirlos en las redes?
Tomás Balmaceda, periodista especialista
en tecnología, responde a este interrogante con un no rotundo, ya que
sostiene que no son formatos pensados para eso: "Efectivamente, las
redes son campos de batalla, pero no creo que sean fructíferos, rara vez
vas a encontrar a alguien que se retracte, y rara vez vas a encontrar
un argumento esbozado de manera completa. Poder discutir una medida
socioeconómica o poder discutir las implicancias en el caso Nisman
requieren primero tener un conocimiento del tema, que es de lo que la
mayor cantidad de gente carecemos, no nos dedicamos a eso. Después, un
cierto desarrollo que es ajeno a las redes sociales. Si uno quisiera
explayarse en un argumento con un montón de tuits, sería imposible de
leer, la gente se aburriría. Y en Facebook, si te ponés a hacer un texto
muy largo, también disminuye la cantidad de gente que lo lee porque hay
un cierto campo de atención".
En el mismo sentido, Guillermo
Fierita Catalano, conductor de televisión y especialista en Internet,
tampoco cree que debatir en redes temas de actualidad controversiales
nos lleve a buen puerto. "La clave es elegir los ámbitos en los que
participás, y elegir los temas menos amplios. Cuando vos vas a temas más
puntuales y más chicos, eliminás un poco al aura de pelear por pelear."
Y agrega: "Los temas de megaactualidad no me interesa discutirlos con
todo el mundo, lo llevo a la charla de café con mi mesa de amigos, no
pongo en el muro ¿Che, qué opinan del fiscal Nisman? Es inevitable que
tarde o temprano vas a ligar una agresión. A mí me gusta el uso de las
redes para temas puntuales. Por ejemplo, yo participo activamente en una
comunidad de cine documental, porque de mis amigos de la vida real hay
uno o dos que les interesa, y ahí tengo 5000 tipos con los que hablo
pura y exclusivamente de eso. Me parece que cuando se empieza a
microsegmentar, el debate es un poco más rico".
Por otro lado,
otra de las desventajas es que la dinámica que se da en las discusiones
en redes parece estar más definida en términos de ganar o perder, que en
intercambiar ideas, lo que da por resultado la reafirmación de posturas
más que el debate rico. A su vez, suelen terminar en agresiones, como
ejemplifica Sabrina Di Claudio: "Uno lamentablemente muchas veces
termina la discusión diciendo «bueno sabés qué, lo dejamos acá porque no
nos vamos a poner de acuerdo». Por ahí de los dos lados nos encerramos
en nuestras ideas y termina en eso, o en una agresión, o sos cipayo, o
sos facho".
En este sentido, Catalano advierte que muchas veces el
problema no es lo polémico de los temas a debatir, sino el criterio
para elegir a qué personas seguir. Y lo grafica con el paradójico hábito
de muchos usuarios de seguir a un personaje con el cual se está en
desacuerdo, no para poder acceder a un mensaje diferente y enriquecer la
visión sobre un tema, sino todo lo contrario: "Hay gente que ya tiene
decidido lo que opina sobre alguien, pongamos que le parece un estúpido,
pero que pasan por la penuria de seguirlo en redes sociales para
confirmar que es un estúpido, y entonces, después, lo que hacen en cada
oportunidad es decírselo, porque es como un mantra que les refuerza su
pensamiento". Y concluye: "Si te ponés a leer todo lo que dice uno que
vos de antemano decís que es un estúpido, ¿para qué lo haces? Yo hace
mucho tiempo que tomé esa decisión en mi vida de redes sociales, de no
seguir a gente que me cae mal. Si ya sé que me cae mal, no necesito
reafirmarlo, es toda una energía negativa que no sirve para nada".
Por
eso, como sugiere Santiago Siri, emprendedor y fundador del Partido de
la Red, lo ideal es "nunca recurrir a las falacias ad hominem: atacar a
la persona o al mensajero, en lugar del mensaje. Es ahí cuando ya se
empieza a perder. Hay una frase que dice en Internet gana el que postea
anteúltimo, cuando una discusión se vuelve absurda: mejor no perder el
tiempo".
Ahora bien; ¿por qué será que para muchas personas
resulta necesario agredir? Según Diana Sahovaler de Litvinoff,
psicoanalista de APA, la clave está en la distancia que genera la
pantalla, y en sentirse amparado por una comunidad virtual: "La
comunicación a través de las redes permite insultar sin asumir los
riesgos, sin que el otro pueda defenderse, da para la cobardía. Es
verdad que también hay gente que insulta con nombre y apellido, y por
ahí lo hace dentro de un contexto donde siente que hay gente que lo va a
apoyar, a poner me gusta, puede largarse a difamar a alguien sintiendo
que esta amparado por una cantidad de personas, en ese sentido la masa
permite exabruptos que la persona individual no se animaría a tenerlos".
Claro
que tener sangre fría no siempre es un objetivo fácil de alcanzar: "Yo
intento que la discusión sea una discusión de ideas y no de banderas. Mi
límite se da cuando percibo que el otro no debate sino que expone, y
también cuando hay agresión. Ojo que a veces es difícil controlar la
propia, obviamente no estoy libre de pecado", admite Jonathan Gejtman.
El alcance verdadero
Por
su parte, Max Goldenberg, emprendedor y unos de los organizadores de
TEDxRiodelaplata, sostiene que el problema es que mucha gente minimiza
el alcance real de las redes, lo que puede derivar en conflictos tanto
con desconocidos como entre amigos, que hacen públicas cuestiones que
deberían quedar en los límites de la privacidad: "Las redes sociales
tienen un nivel de exposición y amplificación como nunca antes existió
en la historia de las telecomunicaciones desde que se inventaron. Mucha
gente no tiene conciencia de eso y por eso termina pasando lo que pasa.
Mi postura sobre las discusiones y comentarios online es saber que,
primero, las discusiones son publicas".
Por evidente que suene,
parece ser que muchas veces no se termina de tomar conciencia de lo
indeleble y lo público de este tipo de plataformas. Por este motivo,
muchas veces un comentario fuera de lugar, una foto subida y publicada o
la difusión de una información privada también pueden ser fuentes de
peleas cara a cara en la vida real.
Así lo entiende también
Fierita Catalano: "El tema es acordar los niveles de privacidad. Si yo
estoy en un asado y se saca una foto, antes de subirla a Facebook hay
que pedir permiso a los que están, por más que sean íntimos amigos,
porque vos nunca sabés si a uno le iban los suegros y se fue de la casa,
y le armaste un problema por una pavada".
En definitiva, según
señalan Balmaceda y Goldenberg, las redes sociales no inventaron nada,
sino que amplifican hábitos que ya existían. Por eso mismo, tampoco es
cuestión de temerle al debate. Como dice Fierita, el hecho de que dos
amigos se crucen en un muro no dista de un intercambio que puedan llegar
a tener en un cumpleaños. La clave para una coexistencia armoniosa
pareciera radicar en poder esquivar agravios, no insultar, retirarse a
tiempo si la discusión se torna beligerante, criticar argumentos y no
personas, y, sobre todo, tomar conciencia que lo publicado es de algún
modo indeleble, y tiene un alcance indeterminado.
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