LA "ESCUELA DE FRANKFURT" Y LA TEORÍA CRÍTICA
Los medios de comunicación, por la misma lógica del sistema post-industrial y de consumo, se constituían, según la Escuela de Frankfurt, en la institución simbólico-valorativa, que asienta el resto de estructuras. De esta forma, el Funcionalismo representado por los autores anteriores se va a ir sintetizando, desde mediado de la década de los años cincuenta, con los hallazgos de la Psicología Social. Es el momento en el que el Funcionalismo y el Conductismo se dirigen cada vez en mayor medida hacia el estudio de efectos y audiencias, relegando el tema de los canales y, sobre todo, el del emisor que será el gran tabú del estudio comunicológico. La unión entre sociología funcionalista y psicología conductista, constituirá el modelo de investigación prevaleciente hasta nuestros días.
Y la corriente europea que sitúa su génesis en los estudios de la "primera generación" de la Escuela de Frankfurt. La línea europea, al contrario, se interesará esencialmente por determinar los aspectos subyacentes y no explícitos de los procesos de comunicación, es decir, los aspectos ideológicos donde el sistema de comunicación debe enmarcarse.
Tratar de fundamentar una Ciencia de la Comunicación, es tratar de establecer la estructura y función de ésta, dentro del conjunto de las instituciones y de los sistemas normativos y simbólicos de la sociedad y de su interacción con el individuo y sus grupos.
Según Ritzer, la teoría crítica era el producto de un grupo de neomarxistas alemanes que se sentían insatisfechos con el estado de la teoría marxista y, en particular, con su tendencia hacia el determinismo económico.
La Escuela de Frankfurt, fundada oficialmente el 23 de febrero de 1923, en Frankfurt, Alemania, como Instituto de Investigación Social - Instituto für Sozial Forschung -, institución cultural independiente aunque asociada a la Universidad de Frankfurt, creada en los años veinte por un grupo de intelectuales burgueses ideológicamente marxistas, pero no militantes de ningún partido. Con la llegada al poder de los nazis en la década de los años treinta, sus principales figuras emigraron de Frankfurt hacia Nueva York, a un instituto asociado de la Universidad de Columbia, para restablecerse finalmente en Europa, en los años 50. Fue innovadora al inaugurar una dirección nueva para la investigación. Rechazando la posibilidad de un positivismo marxista, los miembros de esta escuela trabajaron en desarrollar una "Teoría Crítica" de la sociedad.
Dagman y Pahre, haciendo presente la hibridación y recombinación de disciplinas científicas que caracteriza a algunas escuelas de ciencias sociales, permiten conocer a los principales exponentes de la Escuela de Frankfurt, mostrando la variedad disciplinaria que los inspiró. Casi todas las grandes figuras de la Escuela de Frankfurt retomaron varias disciplinas formales: Max Horkheimer -filosofía, sociología y psicología social-, Theodor Adorno -filosofía, sociología, psicología, crítica cultural y musicología-, Erich Fromm psicoanálisis y psicología social, y Franz Neumann y Otto Kirchheimer -ciencia política y derecho-, y lo mismo puede decirse de la segunda generación de la escuela de Frankfurt, que incluye entre otros a Arkadij Gurland -economía y sociología-, uno de sus más destacados intelectuales, Jürgen Habermas – en filosofía, sociología, filosofía lingüística y filosofía de la ciencia- y Claus Offe - ciencia política y sociología-. Estos investigadores escaparon de la esterilidad característica de numerosos marxistas mediante la búsqueda de inspiración fuera del marxismo.
La Escuela adoptó la forma de crítica, pero su meta última fue revelar con mayor precisión la naturaleza de la sociedad. La crítica a la que hace mención su nombre, presentó varias vertientes: la primera consiste en la crítica de la sociedad occidental capitalista y consumista contemporánea, y la segunda, en la de las ciencias sociales, especialmente de la sociología norteamericana imperante de tipo empirista y positivista. Ritzer, por su parte, agrega la presencia de una crítica a la teoría marxista, del positivismo, de la sociología, y de la sociedad moderna de la cultura. Sierra Bravo, ubicó a la Escuela de Frankfurt aun en su época teórica marxista crítica, junto al funcionalismo, el estructuralismo y la teoría de sistemas, lejos de la posición hermenéutica -que en su libro denomina "interpretativa"- en que comúnmente se ubica hoy a sus representantes, inclusive Habermas.
La investigación social propuesta por la teoría crítica se orientó como teoría de la sociedad, investigada como un todo, por lo que rechazó los intentos de crear sociologías especializadas en sectores de la sociedad, por encontrarse desviadas de la comprensión de la sociedad como totalidad interrelacionada. Ritzer, citando a Friedman, señaló: “…la Escuela de Frankfurt centró focalmente su atención en el reino cultural, apuntando sus críticas hacia lo que sus teóricos denominaban la "Industria de la Cultura", hacia las estructuras racionalizadas y burocratizadas -por ejemplo, las cadenas de la televisión- que “controlan” la cultura moderna, preocupación que refleja un mayor interés por el concepto marxista de "superestructura" que por los elementos económicos. La industria de la cultura que produce lo que convencionalmente se ha denominado una "cultura de masas", se define como "una cultura manipulada... falsa, no espontánea y reificada o "convertida en cosa", finalmente opuesta a la verdad". Adicionalmente señaló: "En relación con esta industria, lo que más preocupa a los pensadores críticos son dos cuestiones. Primero, les preocupa su falsedad. Piensan que se trata de un conjunto preempaquetado de ideas producidas en masa y divulgadas a las masas por los medios de comunicación. Segundo, a los teóricos críticos les inquieta su efecto apaciguador, represor y entontecedor en la gente"
La escuela Crítica también se interesó por lo que denominaba, la "Industria del Conocimiento", que hace referencia a las entidades relativas a la producción del conocimiento -como universidades e institutos de investigación-, las que se habrían convertido en “estructuras opresoras” interesadas en extender su influencia por toda la sociedad.
Lo concreto es que, desde los años 60 en adelante, ciertamente se desarrolló una industria relativa a medios de comunicación y desarrollo de conocimiento, tanto por las redes y holdings de medios de comunicación en todo el mundo, como por la primacía que desarrollaron las universidades norteamericanas en materia de investigación y postgrados hasta el día de hoy. Esta tendencia económica y de mercado, a la que la Escuela de Frankfurt criticó en su imaginario intelectual e ideológico, terminó siendo una tendencia real de influencias, poder, y empoderamiento de la cultura de los medios en los más amplios segmentos sociales a través del mundo. Como señala el profesor Alejandro del Palacio: "....En muchos aspectos filosóficos, políticos, jurídicos y sociológicos, expresa la crisis de la cultura que se vive desde la segunda mitad del siglo XIX a consecuencia del desencanto de la razón..."
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