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¿Héroes o villanos?

Por Irina Sternik, en "Revista Veintitres"

Anonymous y la guerra en Internet por los derechos de autor

Nunca antes la cultura libre tuvo tanta presencia en los medios, en las bocas de los vecinos y en las fojas de la Justicia. Anonymous, Megaupload, SOPA y PIPA son algunos de los nuevos vocablos de este conflicto 2.0 que trasciende las fronteras de Internet. Una lucha desigual en la que no hay armas, pero sí representantes. De un lado, las corporaciones que editan a los artistas y el respaldo de algunas asociaciones y gobiernos. Del otro, Anonymous, una organización mundial de ciberactivistas que se caracteriza por la horizontalidad: no hay líderes, no hay partidos y todos luchan por la libertad de expresión y el conocimiento libre. En el medio, quizá como daño colateral, millones de usuarios que toman lo que ofrece Internet, sea gratis o pago, y que ven peligrar esa posibilidad. La disputa tiene, como telón de fondo, un negocio millonario.

Anonymous nació en 2003 como una comunidad virtual descentralizada cuyos miembros actuaban en conjunto en pos de un objetivo, generalmente relacionado con el entretenimiento y la cultura. Desde comienzos de 2008, se asociaron con el hacktivismo colaborativo, internacional, y emprendieron protestas y otras acciones, algunas en el mundo real. En ese caso, sus miembros no pueden mostrarse sin la careta que ya es símbolo del grupo que se popularizó por su defensa de Julian Assange, creador de WikiLeaks.

El pasado 18 de enero, el FBI actuó de oficio y desplegó a la policía de Nueva Zelanda para arrestar al alemán Kim “DotCom” Schmitz, dueño de Megaupload, empresa con sede en Hong Kong acusada de afectar intereses norteamericanos. Países y legislaciones diversas interpretando algo nuevo: la potencialidad de la www.

A raíz del sorpresivo cierre de esa web, una de las más visitadas del mundo y de la que se pueden copiar archivos musicales, entre otros, Anonymous ejecutó la protesta informática más importante de la historia: un ataque de denegación de servicio, conocido como DdoS (muchas peticiones de ingreso simultáneas a un servidor que aloja una página web), que tumbó sitios gubernamentales y empresas discográficas norteamericanas, pero también los de asociaciones de autores y entes fonográficos, como Sadaic y Capif. Ninguna de las webs mencionadas, inclusive la del FBI, resistió la fuerza del embate y quedaron fuera de línea. “Agarren pochoclos y cerveza. Va a ser una larga y divertida noche”, anunciaron los hacktivistas anónimos, minutos antes, en su cuenta de Twitter.

En una entrevista exclusiva con Veintitrés, representantes de Anonymous argentina describieron el día D: “De un día al otro decidieron incautar los servidores de Megaupload, que contienen información privada de usuarios. En cualquier parte del mundo eso se podría calificar como un robo. ¿O acaso van a devolver toda la información alojada en esos servidores?”, explicaron, refiriéndose al gobierno de Estados Unidos y el cierre de Megaupload. La pata local de Anonymous nació en 2008 en el marco del proyecto Chanology (una serie de protestas mundiales que se realizaron en contra de la Cienciología). Según Petete Anon, el referente, es la parte más seria del grupo. Dice que no se meten en política ni hackean. Al menos, los embarcados en esta vía de acción. Porque también hay de los otros (ver recuadro).

STOP #SOPA. La protesta más grande del mundo virtual, la “Operación Blackout”, fue en repudio al tratamiento de los proyectos SOPA (Stop Online Piracy Act) y su similar, PIPA, en el Congreso de Estados Unidos, proyectado para el 24 de enero. Ambos proyectos intentaban adecuar la infraestructura tecnológica de Internet a modelos de negocios industriales, al tiempo que coartaban los derechos de expresión y copia a nivel global.

La movida en la red –un apagón electrónico que consistió en reemplazar la página principal de cada web por una leyenda contra la ley SOPA– tuvo repercusión mundial. “Millones de personas manifestaron su repudio a una ley y quienes la promovían han debido dar marcha atrás, al menos por ahora. Es un logro fenomenal, pensando en el poder extraordinario de las corporaciones que movilizaron el proyecto. Creo que Megaupload es parte de una batalla comercial entre grandes corporaciones y sólo una anécdota en este tema”, consideró Marcelo Altmark, profesor de Comercialización y difusión de los medios audiovisuales, materia de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA.

Luego de la protesta cibernética, y de las críticas que los proyectos recibieron de corporaciones de Internet (Google Inc., Yahoo!, Facebook, Twitter, AOL, etc,), el tratamiento parlamentario quedó congelado. “La pregunta es: ¿cuáles son los valores a priorizar en las nuevas leyes?”, dijo Altmark, y se respondió: “Si ponemos primero la libertad, la capacidad creativa, la igualdad en el acceso al conocimiento y el respeto por los derecho humanos, entendidos en el más amplio concepto, estaremos en el buen camino y no nos olvidaremos de los intereses económicos, que son parte del problema”.

La bisagra en esta historia es que el FBI actuó sin leyes SOPA ni PIPA para arrestar a Dotcom y acusarlo conspiración para infringir derechos de autor, lavado de dinero, infracción criminal de los derechos de autor y extorsión. Los abogados de Megaupload afirman que su cliente no tiene nada que ocultar y que hacía todo dentro de la ley. Los argumentos de la demanda indican que “la Mega Conspiración ofreció y otorgó incentivos financieros a sus suscriptores Premium para que alojaran copias de obras populares en Megaupload.com”. Las transferencias de dinero se realizaban a través del servicio norteamericano PayPal y el material ilícito estaba en los servidores incautados.

La presión de grandes compañías, como Universal, influyó en el desenlace de esta batalla. En diciembre de 2011, Megaupload publicó en Youtube un video donde artistas reconocidos promocionaban el portal de descargas. Era el puntapié inicial, según confirmaba el propio Dotcom en una entrevista al sitio TorrentFreak, para la llegada de Megabox, un servicio que permitiría música libre con licencia Premium y películas accesibles. Un sitio similar a iTunes, pero en alianza con el gigante Amazon, que permitiría a los artistas hacerse del 90 por ciento de las ganancias generadas por su obra o de un porcentaje menor en caso de que no estuvieran aranceladas.

El video fue dado de baja por Youtube (Google) por un acuerdo previo con la discográfica que representaba a algunos de los artistas y generó malestar en todas las empresas discográficas norteamericanas. Megaupload representaba un cuatro por ciento del tráfico total de Internet, con 50 millones de visitas por día y 180 millones de usuarios registrados. Una inmensa competencia se avecinaba.

La World War Web. El inicio de 2012 está ligado, para algunos, a un antes y un después de Megaupload. Para otros, al transcurso natural de los hechos: “Los servicios de Megaupload serán rápidamente reemplazados por otros iguales que ya funcionan. Creo que el antes y el después tiene que ver con la protesta del 18 de enero, demostrativa de que esto no es sólo un pleito entre la industria del entretenimiento y la de Internet, sino que los ciudadanos también tenemos voz, voto y capacidad de acción”, afirmó Beatriz Busaniche, de la fundación Via Libre.org.

El cierre del portal generó pánico en sus pares de Internet, que comenzaron a restringir sus servicios Premium. Filesonic anuló las recompensas económicas y aplicó una restricción para que los archivos no puedan ser descargados por terceros. Fileserver eliminó el programa de beneficios y borró gigas de contenido, al igual que VideoBB y VideoZer. En Argentina, Taringa! publicó un comunicado desligando responsabilidades, a pesar de estar mencionada en el informe del FBI: “Taringa! en ningún momento tuvo algún tipo de acuerdo comercial con Megaupload. Son los usuarios los que deciden a qué sitios web enlazar su post”, explicaron. Por su parte, Cuevana, adelantándose a la situación, hace meses que dejó de ofrecer películas en streaming de video a través de Megaupload. Ambas empresas enfrentan demandas en la Argentina por violar derechos de autor.

¿Por qué un artista debería regalar su obra? El modelo comercial cambió y la mal llamada piratería es una reacción de los internautas: tienen el material disponible, pagan por su servicio de Internet y no cometen, por ahora, ningún delito. ¿Pagarían? Sí, según Busaniche: “Es preocupante que insistan con que la gente no quiere pagar, cuando es evidente que paga (y de ahí la fortuna que amasaron los dueños de Megaupload). Lo lamentable es que el FBI intervenga en un tema que es un pleito de modelos de negocios”.

Para Altmark, Internet es la mayor fuente de libertad, creatividad e igualdad que el hombre se ha dado desde el Renacimiento: “El compartir contenidos en forma horizontal y gratuita, es decir, sin fines comerciales, no debería ser considerada piratería. El lucrar con esos contenidos es otra cosa. El modelo posible ya existe y es Cuevana: con algunos ajustes para que los creadores tengan acceso a los beneficios del sitio, puede lograrse un buen mix de justicia económica y libertad creativa. Deberían evaluarse los costos de la industria para saber cuál es el perjuicio real que causa la piratería”.
Augusto Costhanzo, ilustrador argentino, también considera necesario un nuevo modelo donde empresas, usuarios y artistas ganen: “Tengo un debate interno con respecto: me parece que prohibir no sirve de nada, pero tampoco estoy de acuerdo con que nuestro material esté disponible de manera gratuita. Tiene que haber un término medio entre las empresas que se han puesto muy duras y los usuarios”.

Aguante la ficción. La voz más silenciada en este conflicto es la de los verdaderos protagonistas: los artistas. Muchos de ellos se niegan a dar entrevistas, por temor a generar problemas con sus discográficas. Otros, prefieren hablar puertas adentro o públicamente, en Twitter. Es el caso de Erica García, que aclaró a sus seguidores su posición con respecto a #SOPA: “Calamaro, que vendió mucho, está a favor de SOPA. Yo, que no vendí tanto como él, estoy en contra. Son posturas. No me insistan con SOPA; estoy en contra”, señaló.  Andrés Calamaro es otro asiduo usuario de Twitter, donde bajo su seudónimo, @Barksdale666, expresó: “El download puede ser necesario para suministrarse de música, pero no es motivo para demonizar el derecho de autor. Es la música la que nos hace libres. Y el pensamiento. Restarle valor a las cosas no es revolucionario, ni es una ideología”. Para Francisco Bochatón, líder de los Peligrosos Gorriones, que la música esté en Internet tiene un costado positivo: “Me encanta ir a Neuquén, Misiones o Mendoza y que conozcan mis canciones. Son lugares donde la distribución de mis discos no llega”. Pero también afirmó que antes de editar su material en la web preferiría hacerlo a través de una discográfica, por el respaldo que constituye. Bochatón no está a favor de la ley SOPA ni de la piratería de material robado, como le sucedió con canciones inéditas o discos fuera de circulación. “En Internet es que ni siquiera el audio es bueno, está comprimido y se escucha mal. Debería haber una opción intermedia”, argumentó. Con respecto a Sadaic , el cantante dijo que es una de las pocas organizaciones que defiende sus derechos y le ofrece mutual y obra social, “aunque es un poco elevado el porcentaje con el que se quedan”.

Sadaic, cuya página fue hackeada y continúa caída al cierre de esta edición, decidió no emitir un comunicado. En diálogo con Veintitrés, Víctor Yunes, secretario general de la Sociedad, afirmó que autores y compositores seguirán defendiendo sus derechos aunque los ataquen injustificadamente, “para que todos recuerden que alguien hace la música y alguien hace la letra”. Con respecto al conflicto con las leyes SOPA y PIPA, dijo que todas las leyes son perfectibles y susceptibles de reformas, pero que aquellas que protejan a los creadores y desenmascaren a los piratas, son bienvenidas. “El mundo de las comunicaciones y de las industrias culturales es un mundo de grandes intereses. Siempre vale la pena encontrar los adecuados para todos los sectores”, concluyó.

Noticias de ayer. El 23 de enero, el diario español El Mundo tituló “Los cines llenan tras el cierre de Megaupload”, una nota en que la se comparaban cifras actuales con las del mismo fin de semana del año anterior y otros datos sesgados. Malaprensa.com lo refutó con el análisis completo de las cifras norteamericanas. En tren de publicar estadísticas, los números del consumo de archivos por Internet también aparecen tergiversados en diversos medios. Según un artículo del diario El País, también español, la estimación de las pérdidas por descargas ilegales que figura en el proyecto de Ley SOPA (250 mil millones de dólares, o el equivalente de 800 dólares por habitante, incluidos los bebés), están infladas cinco veces, con respecto a los informes del IPI (Instituto Americano para la Innovación), que las fijó en 58 mil millones de dólares. Las cifras de la merma en ventas de entradas de cine, CDs y DVDs son una realidad en todo el mundo, pero no está comprobado que la causa sea la facilidad con la que Internet ofrece contenidos.

“La industria se renueva y siempre son necesarios nuevos modelos comerciales, como la venta online de contenidos o el alquiler virtual por medio de streaming. A eso deberían apuntar”, describió uno de los 15.000 miembros de Anonymous. Para ellos, este conflicto no es una guerra, sino una protesta pacífica.
A la World War Web también la llaman Primera Guerra Mundial Digital. Como dicen desde @anonymous_arg, no hay armas en este entuerto, aunque se mueven grandes intereses, entre ellos, la censura y la libertad.

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