Muchos la ven como una amenaza, y otros como una oportunidad. La web 2.0 ha cambiado la manera tradicional de entender la comunicación y ha privado al periodismo de su posición hegemónica como guardián de la información y las noticias. El ciudadano se siente más y mejor informado porque tiene a su alcance multitud de lugares donde hallar esa información y porque sabe que él mismo también puede informar a otros ciudadanos, es el poder que le da la Red. Un poder que, como explicaba muy bien estos días la defensora del lector de El País, aumenta la exigencia del lector hacia los medios. ¿Representa todo esto una amenaza para el periodista? Depende de cómo se enfrente cada uno a los cambios, porque la web 2.0 es, ante todo, eso: cambio. Y el periodista, como tantos profesionales, deberá saber adaptarse a las novedades, reciclarse, trabajar con el 2.0.
Y eso va mucho más allá de estar en Twitter y aceptar comentarios en las noticias de una web. Exige un cambio de chip: entender la información como parte de una experiencia compartida. Abrir las informaciones a los ciudadanos sin miedo y convencidos de que sus aportaciones pueden mejorar las historias, de que la noticia no está completa hasta que ha pasado por el filtro de la audiencia, hasta que los ciudadanos no la han hecho suya. ¿Nos habíamos planteado, los que venimos del periodismo 1.0, la cantidad de contactos nuevos y fuentes impensadas que podemos conseguir escuchando lo que nuestros lectores tienen que decir sobre nuestras historias? Es sólo uno de los beneficios de integrar el periodismo participativo (2.0) en los medios tradicionales. Pero, como analizan Shayne Bowman y Chris Willis, en ‘Nosotros el medio’, no es el único: La suma de 1.0 + 2.0 fomenta la confianza en los medios, corresponsabiliza a los lectores con sus informaciones, crea experiencias memorables porque la información ya no es pasiva sino activa y se gana a la próxima generación, que no tolerará que le priven de interactuar.
Pero el periodismo tradicional tiene mucho que aportar a la web: su profesionalidad. Y la credibilidad y el rigor informativo son las mayores porciones del pastel de la profesionalidad. Saber mezclar los valores del periodismo 2.0 (inmediatez, viralidad, ubicuidad, participación, interactividad) con las esencias, algo llagadas por la práctica, del periodismo tradicional (credibilidad y rigor) serán claves para un auténtico periodista del siglo XXI.
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