El País Semanal (El País, de España)
Entrar en el bucle de los datos sin fin es muy fácil. Querer saberlo todo provoca angustia y desconcierto. Por eso hay que saber elegir.
Disponía de media hora antes de tener que preparar la cena de los niños. Así que Elena aprovechó para encender el ordenador y buscar una noticia sobre economía que le habían comentado. Creía que podía resultarle útil para la reunión del día siguiente. Tecleó el nombre del economista en Google y el primer puesto en el largo listado que le apareció en la pantalla era un artículo de marketing. Lo abrió porque también le pareció interesante. Leyó unas cuantas líneas y enseguida vio que en este artículo había varios enlaces hacia otros que pensó debería leer. Mientras estaba pensando en guardarlos, apareció la señal de que alguien le había mandado un e-mail, así que abrió el programa y comprobó que tenía muchos mensajes sin abrir. Por los asuntos, todos parecían de los que tenía que responder y que le llevarían trabajo. Se agobió. Sonó el teléfono. Era una teleoperadora que le quería informar de una oferta de telefonía móvil. Muy educadamente le dijo que no le interesaba.
Abrumados por los datos
"Los medios de comunicación nos inundan a diario de noticias sin dejarnos tiempo para digerirlas" (José Antonio Freijo)
Según las investigaciones de Peter Lyman y Hal Varian, de la Universidad de California, entre 1999 y 2002 se creó más información que en toda la historia anterior de la humanidad, con incrementos anuales del 30%. Este incremento apabullante de datos va acompañado por un aumento de los canales por los que se difunden. Es como si estuviéramos en una habitación con muchas rendijas por las que se cuela información: televisión, radio, Internet, e-mails, redes sociales... Y la mayor parte no la queremos.
Cuando se habla de infoxicación, normalmente se analiza el efecto que provoca sobre nosotros el rápido acceso al maremágnum de datos de Internet, pero hay otros canales tan caseros como el buzón que tenemos en la puerta de casa o el teléfono de toda la vida, que tampoco se quedan cortos a la hora de infoxicarnos.
La cascada informativa que se nos viene encima a diario puede frustrarnos al provocarnos la sensación de que no podemos estar al día. Un caso paradigmático es el de los científicos, que, por muy concreta que sea su especialidad, no pueden dominar todos los datos. Por ejemplo, existen dos millones de artículos de investigación sobre biología del cáncer (según PubMed). Nadie puede digerirlos todos.
Todos queremos estar bien informados. Entre otras cosas, porque suponemos que la información facilita que tomemos mejores decisiones. Desgraciadamente, demasiada información no nos ayuda, sino que nos despista. Si tenemos en exceso, nos resulta más complicado separar el grano de la paja.
Defendernos de la marabunta
"Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme 'Guerra y paz' en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia"
(Woody Allen)
Nuestras reacciones ante el tsunami informativo suelen ser varias. Una es la lectura superficial. No nos podemos entretener leyendo a fondo. En 2008, científicos de la University College de Londres investigaron cómo los internautas utilizaban las páginas web de la biblioteca británica. Concluyeron que los usuarios solamente realizaban un rastreo superficial. Alrededor del 60% de usuarios de periódicos apenas entraban en tres páginas. Parece que todo son simples ojeadas.
La información, para convertirse en conocimiento, necesita reflexión. Compararla e integrarla con lo que ya sabemos. No solo debemos procesar lo leído a nivel consciente, sino también inconsciente. Cuando comemos, nos olvidamos de que estamos haciendo la digestión, pero nuestro aparato digestivo va digiriendo el alimento por su cuenta. Lo mismo pasa con el cerebro: cuando engullimos datos, este los procesa aunque nuestra consciencia esté ajena a ese trabajo. Pero si comemos demasiado o tragamos muchos datos de golpe, podemos sufrir un empacho.
Otra forma con la que lidiamos la tormenta informativa es la multitarea. Nos entra información por todos los costados y hacemos malabarismos para atenderlos a todos. Trabajamos en un informe mientras vamos leyendo los e-mails que entran, mientras nos suena el móvil, mientras nos llega un mensajito por Facebook, mientras... Pero ¿es eficaz nuestro cerebro atendiendo varios temas a la vez? Cuando las tareas no son automáticas, precisan mucha atención. Por ejemplo, tecleamos algo mientras hablamos con alguien por teléfono, nuestra atención en ese caso no puede con todo porque ni escribir es automático, ni tampoco hablar con sentido. Así que en este caso la atención es como un foco que va de una tarea a otra, va dando saltos del teclado al teléfono. Pero en los instantes concretos que hablamos no escribimos o lo hacemos mucho más lentamente. Clifford Nass, de la Universidad de Stanford (EE UU), afirma que a pesar de que las personas creen que son buenas haciendo varias cosas a la vez, las investigaciones sobre atención no confirman esta impresión.
Menos información, por favor
"Todo este fenómeno debería llamarse la 'explosión de la desinformación', indigerible y confundidora"
(Hugo Pardo y Cristóbal Cobo)
Otra estrategia que a veces empleamos ante la interminable lluvia informativa es la acumulación. Igual que Elena, con cuyo ejemplo empieza este artículo, se empeña en almacenar información para leer que al final nunca leía. Nos entran informaciones que creemos interesantes, pero como en ese momento no las podemos leer, las almacenamos. A veces en el ordenador y otras gastando árboles. Actualmente se imprime más que nunca. Lo divertido, patético o absurdo (según como se mire) es que pocas veces acudimos a nuestro almacén a leer lo que hemos guardado. Sufrimos una especie de síndrome de Diógenes informativo.
Alfons Cornella, en una conferencia titulada Cómo sobrevivir a la infoxicación, aconsejaba ser selectivos. No podemos estar informados de todo y en profundidad. Así que tenemos que ser muy conscientes de nuestras áreas de interés. Cuando buscamos informaciones, debemos tener muy claro cuáles son nuestros objetivos. Para que no nos pase como a Elena, que al final se va a preparar la cena sin haber imprimido la noticia que le interesaba. Navegar sin rumbo por Internet es frecuente, nos despistamos y al final olvidamos lo que íbamos a buscar.
Es cierto que a veces podemos encontrar artículos que nos interesen al margen de nuestros objetivos. Muchos descubrimientos se realizan por casualidad. En estos casos es adecuado que los archivemos. Pero entre guardar algo realmente importante para nosotros e ir almacenando informaciones "por si acaso en un futuro puedo necesitarlo" hay una gran distancia. Si el día de mañana lo necesitamos, los datos suelen estar mejor clasificados en Internet que en el disco duro del ordenador.
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