Por Fernando Henrique Cardoso (*), en Revista Noticias.
Causa hasta pereza pasar la mirada por las columnas y noticias, sin hablar de los canales de televisión que repiten todo con sabor a “comunicado de prensa”, emitido ya sea por el gobierno o por las empresas.
Todavía, en mayo, el sociólogo mexicano Rubén Aguilar (vocero de la presidencia de México con Fox), al hablar sobre los “Medios de comunicación y democracia en América Latina” señaló que el resultado de las elecciones en su país no depende de las campañas electorales. Eso se debe a que cuando la propaganda partidaria llega a los medios, la “opinión” ya está arraigada en los electores, pues en años anteriores se eligieron los héroes y los villanos cuyas virtudes y defectos fueron repetidos todo el tiempo, sin refutación crítica.
Es de esta manera como se ejerce en las sociedades modernas de masa elcontrol ideológico de la opinión, ya sea por parte de los gobiernos, o de los grupos dominantes de la sociedad, económicos o políticos.
La sensación de ya visto que alimenta la modorra y lleva al tedio y al repudio de la política es, no obstante, engañosa y peligrosa. A despecho de todo, no sólo de manipulación de la opinión vive la sociedad. De repente, cuando no se espera, no son las “fuerzas del mercado” ni el “pensamiento único” lo que manda en la voluntad popular.
Es lo que vemos ahora en Grecia, y en Francia, donde la victoria electoral de François Hollande , a despecho de la irrealidad de algunas de sus promesas, repercutió muy hondo en el presidente de EEUU,Obama, y el rígido dogmatismo alemán, presentado como racionalidad, se ve cercado por aspiraciones de otra naturaleza.
No obstante, conviene no sobreestimar la fuerza de las verdades preestablecidas, sobre todo cuando la internet permite que muchas opiniones divergentes circulen sin que los lectores de grandes medios se den cuenta.
No digo esto para aceptar el conformismo vigente en muchos medios, incluso porque para hacerle frente es insuficiente el desconcierto causado por la variabilidad de las opiniones de los medios sociales o por la mezcla entre la basura electrónica y la opinión real. Lo digo para alertar. Sin embargo, insípida o no, repetitiva o no, controlada por los que mandan o no, dependemos de ella. En estos días, sobre todo en los regímenes democráticos, no hay política sin comunicación; luego es mejor tener valor para leer y oír todo lo que se dice, incluso cuando venga de fuentes sospechosas.
La condición para que haya alternativas a lo que existe es mantener la libertad de expresión, aunque haya distorsiones. Eso no excluye la lucha constante contra éstas, no para censurarlas sino para contrastarlas con otras versiones. Si descartamos por inaceptable cualquier tentativa de “control social de los medios”, el acceso de opiniones diversas a los medios de comunicación podría crear un ambiente más favorable a la veracidad de la información. Ejemplo: ¿Sería democrático dejar que los gobiernos abusaran de los presupuestos publicitarios o que hicieran eco de la misma publicidad bajo el pretexto de estar compitiendo en los mercados que son casi monopólicos?
El efecto deletéreo de ese tipo de propaganda disfrazada no se siente tanto en los grandes medios, pues ahí siempre está la competencia del mercado, que los lleva a sopesar el interés e incluso la voz del consumidor y del elector. Pero en los medios locales, el pensamiento único impera sin contrapunto.
La autenticidad de la información escapa de las deformaciones resultantes de la influencia de las fuerzas estatales y de las empresas privadas precisamente por la voz crítica de los sectores de los medios independientes, por medio de reporteros, editorialistas e incluso de los propietarios que tienen el valor de exponer sus opiniones.
Fernando Henrique Cardoso *)
Fernando Henrique Cardoso es un intelectual y político brasileño. Es sociólogo de profesión y profesor de la Universidad de São Paulo. Se convirtió en un referente de la izquierda brasileña durante la década de 1960. En 1969 fundó el Centro Brasileño de Planificación y Análisis, en torno al cual se agruparon intelectuales y académicos progresistas del país. Fue senador por São Paulo y socio fundador del Partido Socialdemócrata Brasileño. Como ministro de Hacienda consiguió reducir la inflación en poco menos de un año, lo que contribuyó a su victoria en las elecciones presidenciales de 1994 y a su posterior reelección en 1998
No basta con que haya un cambio en la oferta de espacio en los
medios, es preciso que haya voces de oposición con peso suficiente para
ser escuchadas
Escribo esta crónica en vísperas de salir rumbo a Japón y China.
Regresaré a Brasil dentro de dos semanas. Es siempre arriesgado, en
estas condiciones, hablar sobre la agenda política. ¿Será la misma? El
marasmo es tan grande que posiblemente, al regresar y leer los
periódicos, encontraré los mismos temas.
Causa hasta pereza pasar la mirada por las columnas y noticias, sin hablar de los canales de televisión que repiten todo con sabor a “comunicado de prensa”, emitido ya sea por el gobierno o por las empresas.
Todavía, en mayo, el sociólogo mexicano Rubén Aguilar (vocero de la presidencia de México con Fox), al hablar sobre los “Medios de comunicación y democracia en América Latina” señaló que el resultado de las elecciones en su país no depende de las campañas electorales. Eso se debe a que cuando la propaganda partidaria llega a los medios, la “opinión” ya está arraigada en los electores, pues en años anteriores se eligieron los héroes y los villanos cuyas virtudes y defectos fueron repetidos todo el tiempo, sin refutación crítica.
Es de esta manera como se ejerce en las sociedades modernas de masa elcontrol ideológico de la opinión, ya sea por parte de los gobiernos, o de los grupos dominantes de la sociedad, económicos o políticos.
La sensación de ya visto que alimenta la modorra y lleva al tedio y al repudio de la política es, no obstante, engañosa y peligrosa. A despecho de todo, no sólo de manipulación de la opinión vive la sociedad. De repente, cuando no se espera, no son las “fuerzas del mercado” ni el “pensamiento único” lo que manda en la voluntad popular.
Es lo que vemos ahora en Grecia, y en Francia, donde la victoria electoral de François Hollande , a despecho de la irrealidad de algunas de sus promesas, repercutió muy hondo en el presidente de EEUU,Obama, y el rígido dogmatismo alemán, presentado como racionalidad, se ve cercado por aspiraciones de otra naturaleza.
No obstante, conviene no sobreestimar la fuerza de las verdades preestablecidas, sobre todo cuando la internet permite que muchas opiniones divergentes circulen sin que los lectores de grandes medios se den cuenta.
No digo esto para aceptar el conformismo vigente en muchos medios, incluso porque para hacerle frente es insuficiente el desconcierto causado por la variabilidad de las opiniones de los medios sociales o por la mezcla entre la basura electrónica y la opinión real. Lo digo para alertar. Sin embargo, insípida o no, repetitiva o no, controlada por los que mandan o no, dependemos de ella. En estos días, sobre todo en los regímenes democráticos, no hay política sin comunicación; luego es mejor tener valor para leer y oír todo lo que se dice, incluso cuando venga de fuentes sospechosas.
La condición para que haya alternativas a lo que existe es mantener la libertad de expresión, aunque haya distorsiones. Eso no excluye la lucha constante contra éstas, no para censurarlas sino para contrastarlas con otras versiones. Si descartamos por inaceptable cualquier tentativa de “control social de los medios”, el acceso de opiniones diversas a los medios de comunicación podría crear un ambiente más favorable a la veracidad de la información. Ejemplo: ¿Sería democrático dejar que los gobiernos abusaran de los presupuestos publicitarios o que hicieran eco de la misma publicidad bajo el pretexto de estar compitiendo en los mercados que son casi monopólicos?
El efecto deletéreo de ese tipo de propaganda disfrazada no se siente tanto en los grandes medios, pues ahí siempre está la competencia del mercado, que los lleva a sopesar el interés e incluso la voz del consumidor y del elector. Pero en los medios locales, el pensamiento único impera sin contrapunto.
La autenticidad de la información escapa de las deformaciones resultantes de la influencia de las fuerzas estatales y de las empresas privadas precisamente por la voz crítica de los sectores de los medios independientes, por medio de reporteros, editorialistas e incluso de los propietarios que tienen el valor de exponer sus opiniones.
En Europa y en EEUU, por más que haya partidismo en los medios o que prevalezca la repetición de las noticias que reflejan el statu quo,
siempre hay espacio para el otro lado, para el contrapunto. No basta
con que haya un cambio en la oferta de espacio en los medios; es preciso
que haya voces de oposición con peso suficiente para ser escuchadas.
Sin olvidar que en las democracias la voz que pesa políticamente es la
de quien busca el voto para tomar el poder.
Fernando Henrique Cardoso *)
Fernando Henrique Cardoso es un intelectual y político brasileño. Es sociólogo de profesión y profesor de la Universidad de São Paulo. Se convirtió en un referente de la izquierda brasileña durante la década de 1960. En 1969 fundó el Centro Brasileño de Planificación y Análisis, en torno al cual se agruparon intelectuales y académicos progresistas del país. Fue senador por São Paulo y socio fundador del Partido Socialdemócrata Brasileño. Como ministro de Hacienda consiguió reducir la inflación en poco menos de un año, lo que contribuyó a su victoria en las elecciones presidenciales de 1994 y a su posterior reelección en 1998
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