Por Patricia Kolesnicov (Clarín)
Para la teórica se hace demasiado énfasis en los medios. Ayer se declaró adicta a los diarios.
Sonrisas. Laiño, Sarlo, Sábat (asomando) y José Ignacio López ayer, en la entrega del premio. / GERMAN GARCIA ADRASTI
Después del “conmigo no, Barone” que le propinó al panelista de
678 (que además, jugaba de local), Beatriz Sarlo no necesita probar
el timing que tiene en los medios. Después de sus columnas de
opinión política, de sus coberturas de asuntos tales como el plebiscito
en Malvinas, no necesita dar cuenta de que puede “bajar” del Olimpo
intelectual a la crónica y el análisis en caliente. Pero todo eso para
ella parece ser algo así como un hobby. Cuando toca definirla, es
habitual poner “crítica literaria” y está bien: como académica, Sarlo
fue parte de la formación de más de una generación de críticos y
profesores de Literatura, al tiempo que sigue produciendo libros
teóricos. Ese, dirá enseguida, es su trabajo. Pero por lo otro, por sus
intervenciones en los medios, ayer la Academia de Periodismo le dio la
Pluma de Honor. Un rato antes de la ceremonia, habló con Clarín.
–¿Los medios se han convertido en actores políticos activos? ¿Más que antes?
–Creo
que se está acentuando un proceso que viene desde antes de la
dictadura, desde la fundación de La Opinión de Timerman, que es la
importancia que empieza a tomar la firma de los que escriben en los
diarios, su opinión. Y se combina con algo que yo diría que es la crisis
de los partidos políticos; hace 15 años, por lo menos, empezamos a
encontrar encuestas donde los periodistas tienen mucha más credibilidad
que los políticos. Entonces los partidos comienzan a dar respuestas que
son juzgadas insuficientes y la gente va buscando en otros soportes o en
otros géneros discursivos.
–Con la posmodernidad, se planteó
que no había realidad sino un simulacro creado por los medios, un
relato. ¿Será por eso que es tan importante controlar lo que se dice,
como si así se controlara la realidad?
-Esa es una
hipótesis. Yo te pongo otra: que el Gobierno –y sobre todo quien habla
en nombre del Gobierno, ese único emisor que es Cristina Kirchner–
también desautoriza la opinión de los partidos políticos. Es decir, no
hay opinión autorizada que no venga del Gobierno para Cristina Kirchner.
No sólo desautoriza la opinión de la prensa. En un discurso reciente,
en Tucumán, decía que los partidos políticos no tienen proyectos ni
programas. Aparece desautorizada la opinión de los partidos políticos,
con los cuales la Presidenta no se ha reunido nunca, y esa voz que
podría ser una voz alternativa, también molesta, digamos.
–Pero un partido es más o menos claro desde donde habla. ¿El periodismo es una transmisión mecánica de intereses?
-No,
hay una lógica periodística que todos los técnicos en comunicación que
tiene alrededor podrían explicarle a la Presidenta. Y es que en el
periodismo hay tres lógicas: una lógica de intereses, una lógica
ideológica y una lógica periodística. Un diario que no responda a la
lógica periodística no va a saber representar bien ni sus intereses ni
su ideología. Esto es lo que el Gobierno no entiende. Un diario que no
respeta la lógica periodística pierde su público. Inmediatamente, si no
se respeta una lógica periodística el público se retrae.
–Este énfasis del poder sobre la prensa ¿se da en todas partes?
–No,
pasa en algunos países de América Latina y en otros no, yo diría que
uno puede tomar el ejemplo de Ecuador, donde Correa critica a la prensa
con argumentos muy parecidos a los de Cristina Kirchner pero con un
estilo cortés y respetuoso. Y no sucede en Brasil: mirá, Folha de Sao
Paulo fue el diario que motorizó las denuncias por las que Dilma tuvo
que sacar de su gabinete a cinco o seis ministros. En ese momento —hace
unos años— era un aniversario de Folha; Dilma fue la oradora de la
fiesta y en esa fiesta dijo que felicitaba a Folha, que es un diario de
neta oposición porque los políticos necesitaban el momento y la
dimensión crítica para consolidarse en sus ideas y también para
cambiarlas.
-El modelo de confrontación ha sido productivo en la Argentina.
-Sí,
pero se podría pensar un modelo de confrontación que no tuviera a la
prensa tan centralmente como tema. Tengo la impresión de que se está
invirtiendo demasiada fuerza en la prensa, no sé si la prensa tiene
tanta influencia.
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