La producción escrita es una organización estructural de significación y expresión del pensamiento de un sujeto que hace uso de un código simbólico colectivo. Los textos, como todas las producciones culturales, llevan marcas de la historia subjetiva de quién las ha realizado. Desde lo subjetivo cada producción humana tiene como meta más o menos consciente ser amado primero por lo padres, luego por los maestros y más adelante.
La escritura, como sistema de representación del lenguaje, tiene como funciones las de comunicar y conservar la información, entre otras. De esta manera es posible pensar que la producción de textos representa, entre otras cosas, un modo de memoria social.
Para que el acto de escritura pueda ser realizado, es necesario un yo constituido y que tenga en pleno funcionamiento la función del pensamiento y las categorías de tiempo y espacio. De esta manera, es el yo el que tiene a su cargo la posibilidad de organizar la espacialidad que se pone en juego en el acto de escribir. La hoja o la superficie sobre la que se plasma la escritura existe como representación de totalidad a consecuencia de la construcción unificada de yo. Este espacio sobre el que se desarrolla el acto de escritura representa el afuera del yo, lo distinto del yo, y también lo que lo une al otro. Escribir es dirigirse a otro, es una referencia al otro.
Ningún texto existe de antemano sino que debe ser creado como algo nuevo a partir de las inscripciones previas con las que cuenta el sujeto . Escribir y donar el texto una vez terminado suponen momentos de encuentro entre el escritor y los lectores fantaseados y los reales. Producir textos es un modo de dialogo en dos tiempos. Uno de ellos corresponde al momento mismo de la escritura en el que el escritor establece un dialogo con los "lectores fantaseados" que lo acompañan en el acto de escribir. Escribir no es un acto que se realiza en soledad, sino que se realiza en compañía de esas voces internas. Otro dialogo es diferido en el tiempo con los "lectores reales". Estos últimos le depararan al yo del escritor la gratificación narcisista de "ser leído". Salvo en el caso del "diario íntimo", alguien escribe para ser leído y espera ser amado a través de su texto que constituye una parte de sí mismo. Si no hubiese quien leyera no habría textos. Un texto escrito cobra vida cuando es actualizado en el acto de lectura. La lectura hace de la letra una letra viva.
La posibilidad de que los textos sean leídos establece en el escritor la incertidumbre de quién lee, con que intención y de cuál será el efecto en el lector. Esto último es un reparo a vencer a la hora de escribir. En algunas ocasiones se produce una inhibición en la escritura porque no es posible vencer esta incertidumbre acerca de quién leerá el texto y que respuesta tendrá ante él. Pero, en otras, el escritor tiene certidumbre acerca de quién será el lector y esto le ocasiona una inhibición para el desarrollo del texto. El escritor anticipa críticas del lector hacia el texto y ello es sentido como una herida a su yo que desea ser amado por su texto y así garantizarse el cumplimiento de algún ideal.
Las inhibiciones para la escritura tienen múltiples manifestaciones y sentidos subjetivos. La función de la inhibición es proteger al yo de un daño. El daño temido por el yo del sujeto es perder el amor del otro.
Hasta aquí, entonces llegan estas reflexiones acerca de cómo el yo de un sujeto anhela mediante sus producciones escritas obtener, recuperar y conservar el amor del otro y cómo inhibe estas producciones cuando hay riesgo de perderlo.
*LIC. ILEANA V. FISCHER: Psicoanalista Argentina. Miembro de la Asociación Escuela de Psicoterapias para Graduados.
La escritura, como sistema de representación del lenguaje, tiene como funciones las de comunicar y conservar la información, entre otras. De esta manera es posible pensar que la producción de textos representa, entre otras cosas, un modo de memoria social.
Para que el acto de escritura pueda ser realizado, es necesario un yo constituido y que tenga en pleno funcionamiento la función del pensamiento y las categorías de tiempo y espacio. De esta manera, es el yo el que tiene a su cargo la posibilidad de organizar la espacialidad que se pone en juego en el acto de escribir. La hoja o la superficie sobre la que se plasma la escritura existe como representación de totalidad a consecuencia de la construcción unificada de yo. Este espacio sobre el que se desarrolla el acto de escritura representa el afuera del yo, lo distinto del yo, y también lo que lo une al otro. Escribir es dirigirse a otro, es una referencia al otro.
Ningún texto existe de antemano sino que debe ser creado como algo nuevo a partir de las inscripciones previas con las que cuenta el sujeto . Escribir y donar el texto una vez terminado suponen momentos de encuentro entre el escritor y los lectores fantaseados y los reales. Producir textos es un modo de dialogo en dos tiempos. Uno de ellos corresponde al momento mismo de la escritura en el que el escritor establece un dialogo con los "lectores fantaseados" que lo acompañan en el acto de escribir. Escribir no es un acto que se realiza en soledad, sino que se realiza en compañía de esas voces internas. Otro dialogo es diferido en el tiempo con los "lectores reales". Estos últimos le depararan al yo del escritor la gratificación narcisista de "ser leído". Salvo en el caso del "diario íntimo", alguien escribe para ser leído y espera ser amado a través de su texto que constituye una parte de sí mismo. Si no hubiese quien leyera no habría textos. Un texto escrito cobra vida cuando es actualizado en el acto de lectura. La lectura hace de la letra una letra viva.
La posibilidad de que los textos sean leídos establece en el escritor la incertidumbre de quién lee, con que intención y de cuál será el efecto en el lector. Esto último es un reparo a vencer a la hora de escribir. En algunas ocasiones se produce una inhibición en la escritura porque no es posible vencer esta incertidumbre acerca de quién leerá el texto y que respuesta tendrá ante él. Pero, en otras, el escritor tiene certidumbre acerca de quién será el lector y esto le ocasiona una inhibición para el desarrollo del texto. El escritor anticipa críticas del lector hacia el texto y ello es sentido como una herida a su yo que desea ser amado por su texto y así garantizarse el cumplimiento de algún ideal.
Las inhibiciones para la escritura tienen múltiples manifestaciones y sentidos subjetivos. La función de la inhibición es proteger al yo de un daño. El daño temido por el yo del sujeto es perder el amor del otro.
Hasta aquí, entonces llegan estas reflexiones acerca de cómo el yo de un sujeto anhela mediante sus producciones escritas obtener, recuperar y conservar el amor del otro y cómo inhibe estas producciones cuando hay riesgo de perderlo.
*LIC. ILEANA V. FISCHER: Psicoanalista Argentina. Miembro de la Asociación Escuela de Psicoterapias para Graduados.
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