La mitad de los titulados no tienen trabajo al año de abandonar la universidad, un porcentaje que se dispara entre las mujeres
Los licenciados en Comunicación Audiovisual de la Universidad de Granada se lo tomaron con humor. El año pasado, su acto de graduación finalizó con una foto de los estudiantes y un subtítulo que decía: 'Nos vemos en la cola del paro'. Terminaban una carrera y empezaban otra. Una de duración indefinida que afrontan resignados: el 'grado' en búsqueda de empleo.
La crisis económica de los últimos años marca el camino que siguen los universitarios en su futura trayectoria profesional. La abundancia de egresados españoles coincide con la reducción de puestos de trabajo en todo el país. Y Granada no se escapa de la sangría del desempleo en este sector.
Además, el mercado laboral delata un desajuste entre la oferta y la demanda -posterior- de determinadas carreras. El último informe del Centro de Promoción de Empleo y Prácticas del vicerrectorado de estudiantes de la Universidad de Granada pone de manifiesto la ardua situación laboral comparando las promociones de universitarios en 2006, 2007 y 2008.
Tres años más tarde
Según el citado estudio, se consiguen las mejores relaciones con respecto al empleo y la inserción laboral tres años después de la obtención del título. De este modo, casi siete de cada diez egresados en 2006 estaban trabajando en 2009, alcanzando prácticamente el pleno empleo en titulaciones como Medicina, con un 94,87%.
La última promoción analizada, que buscó colocación en los primeros años de crisis, es la que más tasa de paro registra y afecta a casi 15 de cada 100 profesionales. Dicha tasa se incrementó en más de cinco puntos con respecto al año anterior, 2007. Otro dato revelado por el estudio es el que concluye que tan solo poco más de tres de cada diez titulados en Granada en la promoción 2007/2008 ocupa un puesto de trabajo acorde con su nivel de cualificación académico en el primer contrato obtenido.
Por un lado están las cifras oficiales y por otro los casos individuales. Detrás de cada número del informe se esconde una historia personal. Fran, Israel, Carmen y Salva son cuatro de los cientos de jóvenes egresados de la Universidad de Granada que se levantan cada mañana esperando un futuro mejor.
Lo usual cuando se es niño es jugar con coches teledirigidos y pelotas de fútbol. Fran, jugaba con el ratón y el teclado de su ordenador. Por eso no es de extrañar que optase por la ingeniería informática: «La carrera me eligió a mí, era lo que se me daba bien desde chico, no podía haber acabado en otro sitio», afirma este zaidinero de 23 años.
El informático asegura que su paso por la universidad le ha dado una sólida base, aunque los requisitos de las empresas suelan discrepar con ello. Cree que las empresas valoran los conocimientos y la experiencia sobre tecnologías concretas en lugar de valorar la capacidad y el talento del candidato para adaptarse a cualquier área.
Cuando finalizó su enseñanza se dio cuenta que posiblemente debería salir del país para encontrar trabajo: «A ciertas compañías nacionales les da igual que tengas talento y puedas aprender en dos semanas el uso de una nueva tecnología, lo que quieren es que la hayas manejado antes», asegura el joven. Unas semanas atrás se presentó a una entrevista en la que, según él, valoraron más su habilidad de expresión oral que su capacidad para el puesto: «No me cogieron porque no supe venderme, y ya se que no sé venderme, por eso soy informático y no comercial».
Envió docenas de currículos, pero cuando descubrió lo poco que se valoraba su creatividad decidió dejar de perder el tiempo con esos envíos. Desde que terminó en 2009 solo ha tenido trabajos esporádicos y actualmente está sin empleo.
A pesar de la situación no se da por vencido. Exprime cada día y sigue aprendiendo. Ha convertido el auto-aprendizaje en su credo y lleva un tiempo dedicado a la programación para dispositivos móviles. «Llevo seis meses sin una situación laboral estable y siento que estoy siendo desaprovechado. La sociedad y mis padres me pagaron una carrera para ser alguien de utilidad y me veo obligado a devolver ese favor a la sociedad, a usar los conocimientos que a través de la universidad he recibido para poner mi granito de arena al desarrollo de esta ciudad», sentencia Fran.
Israel se graduó en 2005 y aún está buscando empleo. Este licenciado en Psicología lleva más de un lustro entregando currículos. Actualmente admite desilusionado que no ha trabajado ni un solo día como psicólogo: «Nunca he tenido un trabajo de mi rama».
Cuando terminó la carrera se presentó a unas oposiciones que no pasó. Quería independizarse y no recibir dinero de su familia, así que tuvo que buscarse un empleo. Pronto comenzó a trabajar en la hostelería. Compaginaba su labor de camarero con otra licenciatura, Antropología Social. Tras finalizar, sin opciones de colocación, cursó un máster de Atención Temprana y después una especialidad. «Ciertas veces cuando dejo mis referencias en alguna empresa me dicen: tienes de todo, y yo contesto, sí, de todo menos trabajo», cuenta entre risas.
La profesión más duradera y afín a su preparación que ostentó fue como educador social en un centro de menores almeriense. Tan sólo permaneció 13 meses porque cubría una baja por maternidad. Lo último que logró fue un trabajo de camarero en un pequeño pueblo costero el pasado verano.
La circunstancia de Israel, al igual que la de muchos otros licenciados, es insostenible. Es lógico que mire al futuro con desesperación: «No sé si terminaré trabajando en mi especialidad, varios años atrás la situación estaba un poco mejor, ahora lo doy casi por irrealizable», finaliza Israel.
Han pasado ocho meses desde que Carmen terminó su segunda carrera, Comunicación Audiovisual. Durante ese periodo, la joven envió currículos a la mayoría de productoras andaluzas y las solicitudes pasaron «sin pena ni gloria», afirma la granadina.
Al igual que muchos de sus compañeros, Carmen optó por seguir formándose mientras que esperaba una llamada que nunca llegó. Sin embargo, la situación no fue siempre de esta suerte. A los dos meses de cerrar expediente en 2007, comenzó a trabajar en un museo.
El sector turístico fue el bálsamo que alivió el desempleo años atrás. No obstante, el crecimiento del sector en los últimos años ha sido desigual a lo largo del país y no ha soportado la caída experimentada por la depresión económica.
Entrar en la industria audiovisual ya era complicado antes de la depresión económica, ahora, es casi misión imposible: «A lo único que aspiramos es a unas prácticas de explotación mal pagadas, o bien, emigrar, algunos compañeros ya tienen trabajo en el extranjero».
Salva se graduó en 2009 en la Universidad de Granada. Es un arquitecto técnico de 26 años que ha tardado dos años y medio en encontrar su primer empleo. Durante ese periodo envió currículos de todas las formas y vías habidas y por haber y sin conseguir nada. «Por mucho que mirase en las webs de empleo, solo encontraba precarios trabajos de comercial en los que si no vendes, no comes; no he estudiado más de un lustro para eso», afirma el joven, que tuvo que volver al hogar parental para emplearse en la empresa familiar como chófer.
A mediados del pasado año, consiguió un beca 'Citius' en una gran compañía ubicada en Málaga. El sueldo medio de un aparejador oscilaba, en los años previos a la burbuja inmobiliaria, en los 2.000 euros. Salva cobra por su beca 800, una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta la situación actual.
Fuga de cerebros
Por la crisis económica, el país está cambiando el perfil de los emigrantes españoles. Ha llovido muchos desde el 'Vente a Alemania, Pepe'. Ahora no es mano de obra lo que se va, son jóvenes profesionales.
Más del 40% de los licenciados nacionales ocupan puestos no acordes con su categoría profesional y su sueldo es casi la mitad que el de sus coetáneos europeos. Miles de titulados universitarios abandonan territorio español para buscarse la vida en otros destinos como Alemania, Inglaterra, Brasil o Argentina, con perspectivas más atrayentes que la desocupación y la precariedad. El nivel de preparación de muchos de los que optan por la emigración lleva a pensar a los expertos que España atraviesa posiblemente una 'fuga de cerebros'.
Tan solo en la primera mitad del pasado año 2011 dejaron nuestro país 18.880 personas de entre 16 y 45 años, según datos del INE. La tasa de paro de jóvenes con estudios superiores y universitarios españoles ocupa los primeros puestos del ranking europeo, junto a Grecia. Esta generación, a la que los políticos califican como la mejor preparada, va camino de convertirse en una generación perdida.
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