Los grupos periodísticos presionan al buscador por el uso de sus contenidos
Por David Carr (NYT), en "El País", de España
Por David Carr (NYT), en "El País", de España
Dicen que nunca deberías enfrentarte a gente que puede hacer que
corran ríos de tinta, pero tus posibilidades son mayores cuando
comercias con terabytes de datos. En Estados Unidos, Google y
los grandes medios de comunicación estuvieron a la greña durante años
por Google News, y Google hizo su agosto, llevándose directo al banco su
argumento en favor de un Internet gratuito y abierto.
Resulta un poco contrario al sentido común, pero los periódicos
importantes creían que Google les perjudicaba al crear una página de
vínculos —con titulares y un resumen breve— para artículos que los
periódicos habían pagado para crear. Las editoriales alegaban que lo que
se suponía que era un índice de las noticias se había convertido en las
noticias, y que disuadía a la gente de hacer clic hasta la fuente.
Los grupos editores estadounidenses decidieron finalmente que lo peor
de que Google News te agregara era que no te agregara en absoluto, pero
la lucha la han reanudado ahora en otros países los grupos de
comunicación que sostienen que la gigantesca empresa de búsquedas
estadounidense les vacía el bolsillo cada vez que crea vínculos para los
artículos. En Brasil se ha puesto en marcha un boicot; las normativas
sancionadoras están ganando fuerza en Alemania, y corren rumores de que
en Francia está teniendo lugar una iniciativa similar.
No es esa la impresión que sacarían si hablasen con Eric Schmidt, el
presidente ejecutivo de Google. Se toma en serio los desafíos a Google
News —acaba de volver de Francia tras mantener conversaciones con el
presidente François Hollande—, pero se mostraba optimista en una llamada
de teléfono desde Chicago.
“Las conversaciones han ido bien, y confío
en que alcanzaremos algún tipo de acuerdo hacia finales de año”,
señalaba.
No esperen que ese acuerdo reconozca el principio de los llamados
derechos de autor complementarios, que se ha introducido en Alemania y
en otros países, y que propone que Google y otras empresas paguen por
ofrecer titulares y las primeras líneas de un artículo, mientras que
Google afirma que eso constituye un uso justo. En Francia y Alemania,
los editores han encontrado en sus Gobiernos a unos socios dispuestos a
defenderles en su intento de apretarle las tuercas a Google.
Probablemente no funcionará, con independencia de quién se encargue de
apretarlas, porque aunque las palabras de Google son siempre cordiales,
su postura siempre es firme. “Siempre que tratas con el Gobierno,
quieres dejar claro lo que vas a hacer y lo que no vas a hacer”, decía
Schmidt. “Y no queremos pagar por un contenido que no albergamos. Somos
muy claros al respecto”.
Volviendo al hemisferio sur, más de 150 periódicos de Brasil
decidieron en 2011 salirse unilateralmente de Google News, incluidos
muchos de los periódicos más importantes del país. El debate se abrió
otra vez en una conferencia en Brasil el mes pasado en la que
representantes de Google y de los periódicos del país discutieron sobre
lo justo que es el “uso justo”. Una vez más, Schmidt no estaba
excesivamente preocupado. “Es una buena decisión”, comentaba. “Los
editores son libres de hacer lo que les plazca, y hay mucha competencia
por las noticias en ese país, de modo que no nos preocupa demasiado”.
Existen unas cuantas razones por las que Google mantiene la calma en
medio de una tempestad de oposición. Según Google, su motor de búsqueda
redirecciona 4.000 millones de clics al mes hacia los medios de
comunicación, 1.000 millones de los cuales proceden de Google News. Eso
es mucha palanca.
Las empresas periodísticas de otros lugares han seguido las
tribulaciones de los diarios estadounidenses con mucho interés. La
situación en Alemania y Brasil es buena —la de los periódicos franceses
no lo es tanto— y siguen controlando sus clientes y sus modelos de
negocio. Y les gustaría que siguiese siendo así.
“Los editores alemanes están en una posición mucho más fuerte que sus
homólogos estadounidenses. Asistieron al declive de la industria
editorial estadounidense, y están tratando de consolidar sus líneas de
producto mientras todavía pueden”, explica Wolfgang Blau, el editor jefe
de Zeit Online en Alemania, y añade que las empresas de prensa
tradicionales preferirían cambiar de tema antes que de modelo de
negocio. “En realidad es una batalla perdida, pero por ahora, Google es
un objetivo fácil”.
En un correo electrónico, Mathias Döpfner, el consejero delegado de
Axel Springer, la casa editorial de algunos de los periódicos más
importantes de Alemania, afirmaba que las compañías de prensa de todo el
mundo tenían que protegerse para prosperar.
“Fomentamos la agregación en donde podemos”, escribía. “Pero no
podemos aceptar la agregación comercial de nuestro contenido de forma
gratuita”, indicaba. Y puntualizaba: “Incluso los extractos de historias
perjudican a nuestro negocio porque la gente tiende a no hacer clic
hasta los sitios originales si la visión general de las noticias
agregadas se vuelve demasiado completa”. (Europa ha tenido
tradicionalmente unas protecciones de los derechos de autor muy
importantes, y la norma estadounidense del uso justo es menos normal
allí).
Otras jurisdicciones también tienen una flexibilidad que las
publicaciones estadounidenses no tienen. Si todos los editores
estadounidenses se uniesen para parar a Google, como en Brasil, estarían
en los tribunales más rápido de lo que ustedes podrían decir “la Ley
Sherman”. Y aunque Washington se enfrentó a una protesta a través de
Internet cuando trató de ayudar al sector del entretenimiento con una
normativa antipiratería, los grupos periodísticos alemanes y franceses
mantienen una relación mucho más estrecha —algunos dirían que
simbiótica— con el Gobierno.
La oposición frente a Google es importante porque hay mucho en juego. Los sitios en inglés como The Financial Times, The Guardian y The New York Times
pueden generar un público mundial, y quizá acaben prosperando en una
era digital. Pero las noticias ofrecidas en portugués, francés y alemán
tienen un horizonte mucho más limitado. Y como Google usó la
flexibilidad de la Unión Europea para establecer una división en
Irlanda, un entorno de impuestos bajos, los miles de millones gastados
en anuncios en Francia y en Alemania no están siendo gravados por esas
jurisdicciones.
Schmidt llamaba a eso “un tema muy diferente”, y dijo que Google
“cumplía totalmente la letra y el espíritu de la ley. Nos está yendo muy
bien en lo que se refiere a cuota de mercado, pero eso no significa que
estemos haciendo algo indebido”. Y añadía: “Los periódicos tienen un
problema muy real, y nos preocupa lo que les pasa. Pero tienen que
rentabilizar los clics que les enviamos de una forma que les garantice
el futuro”.
Para ser una empresa que se encuentra en medio de una guerra con
muchos frentes, Google se siente confiada porque una gran parte del
mundo está de su lado. Es un pedazo muy considerable de la Red que los
usuarios creen que proporcionará un acceso sin fricciones a una gran
parte de la información sobre el planeta.
Google, debido a su tamaño, se ha convertido en una piñata idónea,
pero lo más seguro es que el molerla a palos no dé como resultado un
filón de ingresos compartidos. A fin de cuentas, da igual lo que los
grupos editores y sus aliados en el Gobierno piensen que es lo correcto.
“No hay forma de poder tratarlo como un producto que puedes proteger
con las mismas restricciones que tenías en ecosistemas anteriores”,
señalaba Rosental Alves, el ex director ejecutivo de Jornal do Brasil, que ahora es catedrático de periodismo en la Universidad de Tejas. “La información es líquida e imparable”.
© New York Times Service 2012
Traducción de News Clips
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