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¿Qué modelo de organización prefieres, basada en el miedo o en la felicidad?
En época de turbulencias, los sentimientos nos dominan. Y el miedo es uno de los más poderosos.
Sorprende, sin embargo, que los responsables de
muchas organizaciones no solo no pongan freno a los temores sino que los incentiven
con el propósito de lograr unos resultados que no llegarán.
Porque el
miedo no motiva, no involucra, no genera confianza. El miedo paraliza.
Y las organizaciones y sus gestores deberían
saberlo. Si no lo saben quizá estén incapacitados para liderar personas y
proyectos.
Y la crisis nos ofrece una oportunidad de apostar
por otras fórmulas, de fortalecer la
comunicación interna e involucrar a los empleados en una visión común.
¿Por qué no se fomenta la colaboración, la creatividad,
la inteligencia y el conocimiento compartidos?
¿Alguien
duda de que 100 empleados (comprometidos, motivados, con confianza) van a
aportar más y mejores soluciones a los problemas reales de una empresa que una
sola persona, por mucho que en la puerta de su despacho ponga director general?
Parece más sencillo, a tenor de la realidad, apostar
por el sistema KITA (kick in the ass) que por ofrecer a los empleados la
oportunidad de involucrarse, de ser escuchados y valorados, de diseñar un
horizonte común.
Aunque solo fuera por egoísmo, las empresas deberían estar
encantadas con esta segunda opción, porque tal y como afirma el experto en
felicidad en el trabajo Alexander Kjerulf:
“Cuando el agua sube suben todos los barcos”.
Así que facilitar
la felicidad de los empleados debería ser uno de los principales objetivos de
las organizaciones. Obtendrían un
mayor rendimiento individual y unos mejores resultados colectivos.
Sin embargo si -como afirma Eduardo Punset- la
felicidad es la ausencia de miedo, parece que aún
estamos lejos de la primera.
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