Entrevista a Mary Luz Avendaño, periodista amenazada, en "El País" (España)
Informar en Colombia se ha convertido en una actividad de alto riesgo. En lo que va de año, han sido asesinados dos periodistas, cuatro han recibido amenazas y otros tantos se han tenido que exiliar a otras regiones del Estado. Además, las FARC mantienen secuestrado a un reportero francés. “Muchos periodistas se juegan la vida cada día”, comenta Avendaño. La suya estuvo durante una semana pendiendo de las FARC. Trabajaba para una cadena de televisión y fue secuestrada junto al camarógrafo y el conductor de la furgoneta mientras rodaban imágenes para un noticiario. La condición para liberarlos era que todas las emisoras de radio difundieran un parte de guerra de las FARC que la periodista tenía que leer. Seis minutos de propaganda. “Llamé a las estaciones y les dije que tenían que emitirlo si querían que regresáramos con vida; si no, tendrían que ir a tomar café a mi entierro”.
“En mi país”, afirma, “convergen muchas situaciones que perjudican la labor de informar: el narcotráfico, la
corrupción y la autocensura”. Este es precisamente un poderoso freno a la labor de los periodistas. Una encuesta ha revelado que 131 profesionales se han autocensurado y 94 han recibido amenazas. La policía no da abasto. Se ve desbordada para garantizar la seguridad de los informadores y de sus familias. “La realidad nos supera. Hay mucha gente amenazada y es imposible que todos tengan protección”, dice.
Avendaño quiere lanzar un mensaje en el día mundial de la libertad de prensa: “La gente debe darse cuenta de que en muchos países la libertad de prensa no es real. Se ve atacada por quienes no quieren que se toquen sus intereses”. Las amenazas llegan de muchas partes: la guerrilla, los narcotraficantes, los exparamilitares, los policías corruptos. Todos ellos, actores interesados en silenciar a la prensa.
Durante 14 años, la reportera colombiana cubrió los conflictos armados en su país y las actividades del narcotráfico. Y aunque Colombia figura entre los países en los que la libertad de prensa está acorralada, Avendaño es consciente de que las amenazas, la censura, el bloqueo de Internet y la opresión a los medios de comunicación es algo habitual en muchos Estados. “Los periodistas que tratamos de cumplir con nuestra labor somos cada vez más vulnerables en muchas partes del mundo”, lamenta.
De un día para otro, la periodista colombiana Mary Luz Avendaño, de
38 años, dejó a su familia, abandonó su país y renunció a su profesión.
Las amenazas del narcotráfico la mandaron al exilio y ahora vive en
Londres. Organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional y Reporteros sin Fronteras
le aconsejaron poner tierra de por medio para garantizar su seguridad.
El detonante fue un artículo que publicó el año pasado en el que ponía
al descubierto un nuevo clan dedicado al tráfico de drogas en Medellín
(Colombia).
Comenzó entonces a recibir llamadas en las que le alertaban de que
anduviera con cuidado. “Obviamente, la información caló mal. Me dijeron
que se la iban a cobrar, que dejara de publicar esas noticias si no
quería ganar el premio gordo”, cuenta Avendaño.
Informar en Colombia se ha convertido en una actividad de alto riesgo. En lo que va de año, han sido asesinados dos periodistas, cuatro han recibido amenazas y otros tantos se han tenido que exiliar a otras regiones del Estado. Además, las FARC mantienen secuestrado a un reportero francés. “Muchos periodistas se juegan la vida cada día”, comenta Avendaño. La suya estuvo durante una semana pendiendo de las FARC. Trabajaba para una cadena de televisión y fue secuestrada junto al camarógrafo y el conductor de la furgoneta mientras rodaban imágenes para un noticiario. La condición para liberarlos era que todas las emisoras de radio difundieran un parte de guerra de las FARC que la periodista tenía que leer. Seis minutos de propaganda. “Llamé a las estaciones y les dije que tenían que emitirlo si querían que regresáramos con vida; si no, tendrían que ir a tomar café a mi entierro”.
“En mi país”, afirma, “convergen muchas situaciones que perjudican la labor de informar: el narcotráfico, la
corrupción y la autocensura”. Este es precisamente un poderoso freno a la labor de los periodistas. Una encuesta ha revelado que 131 profesionales se han autocensurado y 94 han recibido amenazas. La policía no da abasto. Se ve desbordada para garantizar la seguridad de los informadores y de sus familias. “La realidad nos supera. Hay mucha gente amenazada y es imposible que todos tengan protección”, dice.
Avendaño quiere lanzar un mensaje en el día mundial de la libertad de prensa: “La gente debe darse cuenta de que en muchos países la libertad de prensa no es real. Se ve atacada por quienes no quieren que se toquen sus intereses”. Las amenazas llegan de muchas partes: la guerrilla, los narcotraficantes, los exparamilitares, los policías corruptos. Todos ellos, actores interesados en silenciar a la prensa.
Durante 14 años, la reportera colombiana cubrió los conflictos armados en su país y las actividades del narcotráfico. Y aunque Colombia figura entre los países en los que la libertad de prensa está acorralada, Avendaño es consciente de que las amenazas, la censura, el bloqueo de Internet y la opresión a los medios de comunicación es algo habitual en muchos Estados. “Los periodistas que tratamos de cumplir con nuestra labor somos cada vez más vulnerables en muchas partes del mundo”, lamenta.
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