¿Estamos preparados para asumir exitosamente los retos del nuevo siglo? |
En una solitaria y fría oficina, a
altas horas de la noche, la tenue luz de una pantalla de computador
ilumina tímidamente la oscuridad reinante del lugar. Son las once y
media de un martes cualquiera y Marco Morales,
comunicador corporativo de una gran empresa, piensa incansablemente
en cómo resolver un conflicto comunicacional con dos aristas
internas y externas.
El problema es muy simple y al mismo
tiempo complicado. La empresa donde Marco Morales trabaja provee
prendas de vestir a conocidas marcas mundiales que exigen, como parte
de sus códigos de comportamiento, canales integrados de comunicación
y participación de los colaboradores.
Por otro lado, el sindicato de la
organización ha estado coordinando apariciones en medios de
comunicación locales con el propósito de dar a conocer su intención
de ir a la huelga si la empresa no da muestras de un diálogo más
fluido con su agrupación.
La dirección de la compañía le ha
pedido a Marco que prepare una propuesta de comunicación interna y
externa que permita neutralizar el problema, generando espacios de
comunicación que permita cumplir con los requerimientos de los
clientes, pero que al mismo tiempo no se vea como una imposición
sindical.
Mientras tanto, Marco debe lidiar
también con el relacionamiento mediático y con la rápida
propagación del asunto en las redes sociales.
Situaciones como esta son las que
enfrentan los comunicadores diariamente en las diferentes
organizaciones en las que se desempeñan, y requiere hilar muy fino
para llegar de forma exitosa a los diferentes públicos objetivo, no
solo de la organización, sino también de la propia área de
comunicación.
El panorama del siglo XXI
Esta segunda década del nuevo siglo
nos hace repensar la comunicación como una variable que nos exige
creatividad e innovación en un mundo de constantes cambios. De
hecho, la crisis europea está suponiendo una reformulación de
liderazgos tanto fuera como dentro de las organizaciones, y una
capacidad para adaptarse en medio de entornos altamente cambiantes.
Las constantes presiones políticas, económicas y
sociales hacen que se tengan que tomar medidas internas que afectan
la cultura organizacional de las corporaciones. El rol del
comunicador pasa por mantener la cohesión grupal internamente, pero
también planificar la imagen de la empresa y asegurar que la
reputación corporativa sea la más óptima posible.
¿Es posible esto en un entorno que tan
cambiante y hostil? La respuesta es sí. La generación de confianza
y credibilidad dentro de las organizaciones debe ser una de las
prioridades de toda empresa, de tal forma que esta se refleje en su
reputación.
El caso de Marco, es solamente la punta
de una gran iceberg que refleja la naturaleza de los retos
comunicacionales del nuevo milenio: presiones internas, desde el
sindicato hasta la dirección; presión de los clientes, quienes
velan por su propia reputación; presión de los medios de
comunicación; presión del público en general.
Una situación de crisis mundial, como
la que actualmente atravesamos, demanda que afinemos nuestros
mecanismos de relacionamiento; y además nos plantea la necesidad de
comprender las características sociales, culturales y económicas
del nuevo siglo. Es decir escuchar, estudiar y comprender. ¿Estamos preparados para este crucial reto?
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