Por Daniel Delmás, en "De comunicación y eventos"
Una de las habilidades personales del círculo de la comunicación,
del que empezamos a hablar en el artículo anterior, es la denominada
inteligencia emocional. Este es un término nacido a principios del s. XX
pero que se difundió rápidamente a partir del best seller de Daniel
Goleman.
En la sociedad actual trabajamos mucho la inteligencia racional, pero
no la emocional. Necesitamos trabajar ambas para que el ser humano
pueda alcanzar su yo completo. Tan importante es dominar una como la
otra.
La inteligencia emocional se puede definir como: la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos.[1]
Emoción viene del latín: e-movere, moverse hacía. Tienen una función reguladora puesto que nos preparan para aquello que nos pueda ocurrir en el entorno. Si estamos en medio de un bosque y viene hacia nosotros un jabalí enfurecido nuestras emociones provocarán que salgamos corriendo. En el mundo animal ocurre lo mismo. ¿Qué le ocurre a las cabras cuando se asustan? Se quedan paralizadas y se caen.
Con el fin de conocer mejor las emociones vamos a ver cuales son sus características:
- No se ven venir. Nos damos cuenta de que estamos atrapados dentro de ellas una vez se han manifestado.
- “Esto no me puede estar pasando a mi”. Consecuencia de la anterior
tendemos a creer que no es cosa nuestra y por ello tendemos a buscar “al
responsable” fuera de nosotros. Con lo que introducimos un concepto
importante: el de gatillo o detonante. Es decir, aquello que hace que se
produzca esa emoción en nosotros.
Para entender este último concepto vayamos a las películas. ¿Cuántas veces hemos visto como un personaje actúa de una determinada manera, emocionalmente hablando, por una reminiscencia de 10 años atrás?
- Las emociones siempre se manifiestan en tiempo presente. Esa es la
razón por la que su aprendizaje es difícil, hay una pérdida de la unidad
temporal. Una situación que sea un calco de una vivida anteriormente
será percibida como presente.
A partir de aquí para trabajar en ellas hay tres posible soluciones para no sucumbir a ellas:[2]
1) Identificar el detonante y aprender a gestionarlo correctamente.
2) Reducción el tiempo que pasamos atrapados: no alimentarlas.
3) Control de las conductas posteriores a la aparición de la emoción.
La más difícil de ellas, aunque no imposible, es la primera. Tenemos
que tener en cuenta que el proceso de gestionar las emociones de una
forma eficaz no es fácil. Es una cuestión de evolución personal y no
dejar de intentarlo. Llegará un momento en el que lo conseguiremos hacer
y veremos como es el primer paso para conseguir una comunicación más
optima con las personas de nuestro alrededor.
Por último me gustaría acabar con dos cosas muy importantes: por un lado decir que las emociones tienen una información muy valiosa, no solo nuestra sino de las personas con las que nos relacionamos. Y por otro lado que las emociones hay que vivirlas. No podemos esconderlas en el fondo de nuestra persona porque llegará un día en el que saldrán.
“Todo lo que resistes, persiste; todo lo que aceptas se transforma”
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