Fernández: “El Presidente y su entorno de apoyo comunicacional han sido cuidadosos en los detalles que rodearon la puesta en escena de la enfermedad” |
Por Carmen Beatriz Fernández *
El pasado 1º de Julio desde La Habana, el presidente Chávez reaparecía en las pantallas de los hogares venezolanos, tras 20 días de ausencia plagados de rumores que suplían la falta de información oficial. Era otro Chávez: sobrio, triste y parco. Una alocución leída, por primera vez que se recuerde, y que tan sólo duró 15 minutos. Visiblemente afectado por su enfermedad, tanto física como emocionalmente, el Presidente usó un tono íntimo y cercano para dirigirse a sus compatriotas y cerró usando un “Viviremos y venceremos”, lema que se repetiría a partir de entonces, en sustitución de ese otro que había venido siendo usando pródigamente en los últimos años y que ahora suena fúnebre y agorero: “Patria, socialismo o muerte”. Un discurso también valeroso, trágico y emocional, donde Chávez, el hombre admite públicamente su enfermedad.
Tres días después el presidente volvía intempestivamente a Caracas para participar en las celebraciones del bicentenario de la independencia, visiblemente mejorado y de buen ánimo. Tan saludable fue su aspecto que algunos capciosos se preguntan si la letal enfermedad será parte de alguna tramoya de relanzamiento de este sempiterno candidato, mago de las emociones, que acostumbra tener siempre alguna carta bajo la manga. A mi juicio la enfermedad existe, sin dudas, sin menoscabo de que su puesta en escena quiera ser usada para el propio provecho, como es natural.
Porque como quien sigue un buen manual de manejo de crisis, el Presidente y su entorno de apoyo comunicacional, han sido cuidadosos en los detalles que rodearon la puesta en escena de la enfermedad presidencial: dió la cara, pero con preparación y evaluación previa. Pocas veces un discurso presidencial de Chavez, improvisador nato, ha sido tan cuidadosamente preparado como éste. Muy probablemente con la colaboración de Fidel Castro quien ha sido uno de los mejores manejadores del “momentum” politico de la historia. El discurso fue ávidamente seguido por toda la nación, sedienta de información fidedigna y conectó con las audiencias mostrando las propias vulnerabilidades.
Admitió sus culpas: una vía importante para lograr la empatía y la identificación, asociándose a un proceso que es más importante que sí mismo: “A lo largo de toda mi vida, vine cometiendo uno de esos errores que bien pudiera caber perfectamente en aquella categoría a la que algún filósofo llamó «errores fundamentales»: descuidar la salud y además ser renuente a los chequeos y tratamientos médicos. Sin duda, qué error tan fundamental, y sobre todo en un revolucionario con algunas modestas responsabilidades como las que la revolución me vino imponiendo desde hace más de 30 años”.
Dió toda la mala noticia de golpe, luego las soluciones. El presidente evitó dar la mala noticia con cuentagotas. Por el contrario, generó en sus audiencias la peor de las expectativas para, tres días después, mostrarse muy recuperado y desconcertar tanto a sus partidarios como a sus adversarios.
Intentó generar otra crisis, pero en el bando contrario. La gravedad del cáncer presidencial definirá sin dudas el escenario electoral. Si el cáncer es tan grave que impide al Presidente ser candidato y aspirar a la reelección en el 2012 la unidad de la oposición podría perder importancia en la percepción de algunos actores importantes. Sin embargo la certeza diagnóstica sólo la tienen el Presidente y sus más allegados. Ese expediente médico es un secreto bien guardado, y su informe de anatomía patológica la principal gema. El secretismo se justifica porque mantener ciertos niveles de incertidumbre en el bando contrario es clave para apostar a resquebrajar la unidad opositora.
Y por último, lo más importante: el presidente actuó con la certeza de que la percepción pública se forma más con emociones que con hechos. Ello es un un axioma fundamental en toda crisis.
“Desde el primer momento, asumí todas las responsabilidades en cuanto al cuido estricto por la veracidad de las informaciones transmitidas, fundamentándome en un doble conjunto de razones: la razón médico – científica, en primer término, y en segundo lugar, y de manera especialmente cuidada desde lo más profundo de mi alma y de mi conciencia, la razón humana, la razón amorosa para ser más precisos. La razón amorosa.”
El manejo de la enfermedad presidencial intenta trasladar la agenda al eje emocional de la discusión en la que Chávez es maestro. Claramente podría verse un paralelismo con el argumento central de la exitosa campaña “por amor” del 2006. El segmento clave en la contienda presidencial será el chavismo desencantado, y el presidente lo sabe. Cada derrota que ha experimentado el chavismo, las dos más importantes la de la reforma constitucional 2007 (la “pírrica”) y la de las parlamentarias 2010, ha ocurrido cuando el chavismo ha perdido caudal de votos por abstención en el segmento chavista. Entre Febrero 2009 y Noviembre 2010 el chavismo cae un 19% en número absoluto de votos, mientras que la oposición creció apenas un 8%. Es ése el segmento verdaderamente clave y el manejo de la enfermedad en términos estrictamente emocionales apela a la reconquista de ese elector que cuenta con sobradas razones para estar desencantado.
En este sentido son muy notorios los esfuerzos comunicacionales del gobierno por hacer de la enfermedad presidencial, y con ello de la dimensión emocional, el epicentro del debate nacional. La ostentosa publicidad oficial se regodea en ello, a través de la campaña “!Pa´lante Comandante!” plena de testimoniales en los que el amoroso pueblo anima la salud presidencial. En los nuevos medios el hashtag #palantecomandante es impulsado, y de alguna manera reforzado por el no menos célebre hashtag parodia #palantecomediante.
Desde la campaña en que ganó su primera elección en 1998 Chavez suele controlar cómodamente la agenda pública. Igualmente ha sido suyo el enmarcamiento de los conceptos en las discusiones claves. Cada proceso electoral se intenta (y con frecuencia se logra) convertir en un plebiscito que gira en torno a la figura de Hugo Chávez.
En estos días los diarios, noticieros y programas de TV han invertido pliegos y horas en especular y escudriñar sobre la gravedad del cáncer. Sin embargo la agenda de la gente no siempre coincide con la agenda de los medios ni la de los políticos, y se centra en los problemas reales del país. Inseguridad, fallas eléctricas, desabastecimiento, altos precios. Esos son los problemas. Mi percepción es que la enfermedad presidencial ha cambiado la agenda política y mediática del país, pero no ha movido ni un ápice la agenda de la gente. Parafraseando la célebre canción de Supertramp: “¿Cáncer? ¿What cáncer?” parece cantar el pueblo…
¿Podrá en este contexto Chávez utilizar el cáncer para apropiarse de la agenda nuevamente? Está por verse…
* CEO de DataStrategia, consultora venezolana de marketing político
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