Por Olga Casal, en Protocolo Ceremonial Etiqueta (España)
Hace unos días me sorprendió la noticia aparecida en la prensa sobre un nuevo partido constituido en Suiza: el partido Anti Power Point. Según sus promotores no tiene finalidad política alguna, sino que únicamente pretende defender los intereses de millones de personas que diariamente se ven obligadas a asistir a clases, conferencias y charlas adornadas con presentaciones de Power Point que resultan aburridas e innecesarias, aunque también aclaran que aprueban el uso de este programa cuando sirve para reforzar el contenido de la disertación con un apoyo audiovisual. Una cosa bastante lógica, creo yo.
Personalmente, soy devota de Power Point. Lo uso continuamente en mis clases para proyectar dibujos, fotos y vídeos que ilustran mis exposiciones, acompañado de epígrafes o titulares que me sirven de guión a mí para no perder el hilo y a los alumnos para seguir con coherencia el discurso. Pero admito que hay un abuso de este programa y tal vez yo misma debería hacer autocrítica.
Cuando asisto como espectadora o alumna a una conferencia o un curso, en demasiadas ocasiones observo cómo el orador ofrece una presentación infumable llena de texto, casi siempre ilegible, que no sólo proyecta en la pantalla sino que lee textualmente, convirtiendo en superflua su propia presencia, ya que se supone que todo el auditorio sabe leer. Mientras los asistentes intentan sin éxito descifrar lo que pone en la diapositiva, se han perdido parte de la disertación y, lo que es peor, seguramente han perdido el interés. Aunque también se da el caso contrario, cuando la presentación está llena de efectos especiales que hacen aparecer los textos y gráficos en forma de remolinos que serpentean cambiando de color. En este caso, el Power Point no aporta nada más que distracción. ¡Flaco favor se hace el conferenciante que utiliza la presentación en contra de sus propios intereses ... y los de sus sufridos oyentes!
Quizás haya llegado el momento en que todos los que hacemos del hablar en público una profesión debamos reflexionar sobre las utilidades de este programa desde una perspectiva racional, entendiendo que su uso ni es obligatorio ni siempre es oportuno.
La experta en oratoria Mar Castro, en su libro “Técnicas para hablar en público. Guía para una comunicación eficaz”, revela una de las claves para mantener atenta a la audiencia: “apoyar el discurso con material complementario visual”, siempre y cuando “este apoyo no centralice la atención del auditorio, sino que lo refuerce. Se trata de facilitar la comprensión de la materia abordada”, no de sustituirla.
Más claro no se puede decir. Creo que me voy a afiliar al partido suizo.
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