14 de diciembre de 2012, Newton (EE.UU.). Un perturbado mataba a una
veintena de párvulos a tiros. El país entero quedaba paralizado de
horror y el durísimo debate sobre la regulación de las armas de fuego resucitaba con uno de los lados, el lobby
de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), en una posición precaria.
Pero la reacción de su equipo de PR fue atrevida y parece que ha dado
resultado.
Independientemente de lo que uno piense sobre el control de las armas
de fuego y su papel en la violencia en EE.UU., el primer paso a la hora
de analizar una estrategia de comunicación (a priori o
a posteriori), es ponerse en la piel del emisor y entender su postura.
La NRA defiende una presencia generalizada de las armas de fuego en la
vida cotidiana y acaba de ser presentada con unos hechos terribles que
contradicen su postura.
El primer paso fue el silencio.
La organización, presintiendo el nivel emocional que la discusión
online podía alcanzar mientras se iban conociendo más detalles sobre la
masacre, optó por desaparecer de la conversación: cerró su página de Facebook y dejó de emitir mensaje en Twitter.
Se negó a contestar ninguna pregunta de la prensa y programó una rueda
de prensa para la semana siguiente. En un momento en que las emociones
están a flor de piel, lo único que la organización podía esperar era
acusaciones y conversaciones poco productivas; cualquier cosa que
dijeran sería respondida emocionalmente. Por otra parte, tampoco podía
admitir que las armas de fuego han tenido ningún papel en el crimen.
Sin embargo, lo interesante llegaba el 21 de diciembre en la rueda de
prensa. La respuesta de la NRA invierte la situación. Manteniéndose
fieles a su argumento tradicional (“las armas no matan, sino las personas que las usan”), aseguraban que el problema no eran las armas, sino que las escuelas no están bien protegidas; el problema quedó reformulado
no en un acto cometido por un loco porque tiene acceso a las armas,
sino en un fallo sistémico de seguridad ciudadana. Pasaban a la ofensiva
proponiendo guardias armados en cada escuela. De esta forma no sólo
pasaban a la ofensiva, sino que también estaban
poniendo una propuesta concreta sobre la mesa. Finalmente, disparaban
contra los videojuegos y las películas violentas, acusándoles de ser
responsables del incremento de la violencia. Habían creado un chivo
expiatorio.
Desde la rueda de prensa, en la que tampoco admitieron preguntas, las
críticas se han centrado en sus argumentos, no en cuestionar la
posesión de armas, señal de que su estrategia, por muy cínica que pueda
parecer a quienes se oponen a las armas, había funcionado.
Esto nos demuestra que el PR es un ejercicio de inteligencia y de competición entre argumentos
al más puro estilo de los retóricos griegos. Más y mejor que silenciar
aquello que no nos convenga, se trata de ser capaz de producir
argumentos convincentes (o que al menos sean capaces de hacer dudar al
adversario) para mantener nuestra posición. Tomada de esta manera, el PR
se convierte en algo enriquecedor y mucho más eficaz tanto para la
organización como para la sociedad en su conjunto, ya que nos obliga a
todos a pensar.
Comentarios
Publicar un comentario