“Las mujeres necesitamos la belleza para que los
hombres nos amen, y la estupidez para que nosotras amemos a los
hombres”. Si hoy Coco Chanel estuviera entre nosotros, se pensaría muy
mucho pronunciar esta frase en la esfera televisiva dado el cariz que
están tomando los conceptos de ‘belleza’ y ‘estupidez’ entre las mujeres
que trabajan o aparecen en este medio. Entiéndanme. No estoy insinuando
que sean estúpidas las mujeres guapas que trabajan o aparecen en la
tele ni que la belleza lleve consigo una ración de estupidez, pero esta
frase no sería la más apropiada para decir ni delante ni detrás de las
cámaras a día de hoy debido a la imagen que desde la televisión de este
país se está proyectando sobre las mujeres.
Por Verónica Fernánde, en "Tribuna Salamanca.com" (España)
Hace unos días Internet me dio una buena bofetada al ponerme
delante de mis narices el documental ‘Il corpo delle donne’ sobre la
representación de la mujer en la televisión italiana. Y, desde entonces y
con una buena dosis de indignación, no paro de hacer comparaciones con
la nuestra. Si bien es cierto que el país por excelencia de los
escándalos sexuales en la política presenta a la mujer como mero objeto
decorativo —guapa, joven, con una sonrisa ideal y con escaso raciocinio
para mi gusto—, aquí en España, aunque la figura femenina no
está tan humillada ni maltratada, la distancia entre ambas no es tan
grande como me gustaría.
Puede que me llaméis exagerada o que estoy un tanto chapada a la
antigua, pero opino que la mujer televisiva actual está haciendo un
flaco favor sobre todo a niñas y adolescentes, que reciben unos valores y
códigos de comportamiento que se alejan años luz de lo que aprendimos
las de mi generación en clase de ética.
Las hay de todo tipo. Las que se presentan gritonas, burdas y con poca sesera —véase ‘Mujeres y Hombres y Viceversa,
paradigma de este tipo de féminas—; también las tenemos guapas,
jóvenes, un tanto pícaras y que van de listillas —pulsen el botón de ‘Sé
lo que hicisteis’ o de ‘Tonterías las justas’ para buscarlas— y que,
además, se regocijan de su actitud infantil ante el asombro fingido de
su compañero de trabajo, siempre hombre, al que se presenta como el
inteligente de la pandilla. Y, claro está, si en el programa coinciden
dos de estas listillas o de las burdas, el espectador tiene asegurada
una pugna entre ambas porque aquí lo que no vale es que sobresalgan las
dos.
Es triste ver cómo se utiliza el cuerpo de la mujer en nuestra
televisión, esa cuya misión de informar, formar y entretener con calidad
se está desvirtuando. Es más, dudo que guste vista desde ojos masculinos, o por lo menos desde la mayoría de ojos masculinos me gustaría creer.
Operaciones estéticas con el fin único de convertirse en objeto de
deseo, conversaciones insulsas o comportamientos que rozan el estado más
tonto del ser humano son protagonistas entre muchas comediantes de
determinados programas que representan una vulgaridad que muchos antes
sólo asociábamos con ciertos sectores sociales.
De ahí que me alegre sobremanera de los galardones que la pasada
semana recibieron en los premios anuales de la Academia de la Televisión
mujeres como María Teresa Campos, Adriana Ozores o Ana Blanco por su
trabajo. Es lo que tiene no haber sido prisionera de tu propia imagen ni esclava de tu cuerpo.
Twitter: @VeronicaFdezGo
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