Por Héctor Héreter (en La Galaxia de Gutemberg)
Siempre que emerge una nueva forma de comunicarse muchos dicen que son cosas del demonio. Por algo Johannes Gutemberg, el inventor de los caracteres móviles y la imprenta, muy inteligentemente, lo primero que imprimió fue una copia de la Biblia. Eran los años más duros de la Santa Inquisición, y él sabía que si no daba los pasos correctos podía acabar en la hoguera acusado de herejía.
En 1895 los hermanos Louis y Auguste Lumière proyectan en el Salon Indien del Grand Café de París, varias cintas entre las que destacaba, Llegada de un tren a la estación de la Ciotat. Cuando los presentes vieron a la locomotora agrandarse en la pantalla, muchos corrieron despavoridos al creer que el tren se les venía encima. Aún con las piernas temblorosas, algunos catalogaron la experiencia como acto demonio por tanto pidieron a la autoridades prohibir el cine.
Cuando Alexander Graham Bell inventó el teléfono, en Inglaterra un importante diario londinense lo catalogó como “otro de los juguetes inservibles de los norteamericanos”. Los mismo sucedió cuando surgió el internet, muchos se burlaron diciendo que “cómo era posible que científicos tan inteligentes perdieran el tiempo inventando cosas inútiles”.
Orson Welles |
Mucha gente en la actualidad ante el auge del internet, las redes sociales, la página web y los correos electrónicos, consideran que todos estos avances tecnológicos son maléficos y hasta se oyen frases como “son cosas del demonio”.
Cada vez que emerge un suceso criminal en donde estén envueltas las redes sociales, tales como los depredadores sexuales cibernéticos o fraudes a través del correo electrón, estos detractores no pierden un segundo para levantar su voz para predecir el desastre.
Algunos se basan en los pronósticos holocausticos de H.S. Wells, Aldous Huxley, George Orwell y el ruso Isaac Asimov, con la figura del “Big Brother”, de un mundo a merced total de las máquinas y gobiernos que se basan en los avances tecnológicos para afianzar un estado autocrático y represivo.
Pero la tecnología no es buena ni es mala, es simplemente eso, un instrumento que funciona según el propósito del usuario. Recordando la vieja metáfora del cuchillo, es un vital instrumento en manos de un panadero para cortar el pan al igual que manos de un sicópata sirve para asesinar a seres humanos.
En un artículo previo hago un análisis de cómo depredadores cibernéticos aprovechan los mensajes que emiten los usuarios de Facebook para sacar información para cometer sus fechorías. Basado en un hecho real, comparo a estos depredadores con ese animal mítico conocido como el Chupacabras, pero la conclusión es que gran parte de los usuarios de esta red social usan poco el sentido común al publicar crónicas de sus actividades
Si nos montamos en la nave del positivismo, los últimos acontecimientos ocurridos en Túnez, Egipto, Libia y Siria, muestran una realidad muy diferente, donde las masas han logrado reivindicar sus aspiraciones de justicia y democracia ante gobiernos totalitarios y que ellos por muchos años aplicaron el terror, violencia e intimidación para que los ciudadanos de esos países temieran pedir un cambio político. ¿Entonces, podemos culpar a las nuevas formas de comunicarse? Ciertamente que no, por el simple hecho de que estas nuevas tecnologías no existían, pero una vez que surgieron se convirtieron en un canal para que las masas lograran sus reivindicaciones sociales
Por algo Cuba limita el acceso al internet de los ciudadanos de la isla y Kin Sumg en Korea del Norte tiene prohibido el uso del internet y aquel que pillen conectándose es ejecutado de manera sumarial.
Más bien estos sistema tiránicos se basaron en los medios tradicionales como la prensa, radio y televisión para mantenerse en el poder. La gran diferencia es que el internet le ha proporcionado un gran poder al ciudadano común para expresar su sentir o denunciar la injusticia.
Posiblemente peque de ser demasiado optimista, pero creo que la presencia del internet y sus consecuentes medios sociales, son más positivos que negativos.
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