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Hacia un lenguaje no sexista en la comunicación digital

No cabe duda de que los cambios sociales producidos por el feminismo han situado a las mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos. La comunicación digital no puede quedarse al margen de estos cambios y debe hacerse eco de los nuevos hábitos lingüísticos que los reflejan.


No cabe duda de que los cambios sociales producidos por el feminismo han situado a las mujeres en ámbitos tradicionalmente masculinos. La comunicación digital no puede quedarse al margen de estos cambios y debe hacerse eco de los nuevos hábitos lingüísticos que los reflejan.

Desde finales de los años setenta se han desarrollado una serie de trabajos sobre la lengua española que, por un lado, han puesto de manifiesto los usos sexistas y la imagen estereotipada de las mujeres en la paremiología, en los tacos e insultos, en los eufemismos, en los neologismos, en los diccionarios, en el discurso administrativo, en el periodístico, etc. Por otro lado, se han propuesto una serie de recomendaciones para evitar la ambigüedad de ciertos mensajes y la constante recurrencia a tópicos y estereotipos manidos. El objetivo: incidir en la capacidad del idioma español para crear discursos que presenten en igualdad a mujeres y a hombres.

¿Qué podemos hacer para que nuestro lenguaje sea más igualitario?
  • Podemos evitar los vocablos u oraciones que discriminen a cualquiera de los sexos.
  • Tratar de evitar que el androcentrismo nos lleve a olvidar que, además de hombres, hay muchas mujeres internautas que quieren verse reconocidas y nombradas en el espacio virtual.
Once propuestas para conseguirlo:
  1. Evitar los masculinos que produzcan ambigüedad u oculten a las mujeres. Para ello nuestra lengua dispone de sustantivos que, con independencia de su género gramatical, designan a ambos sexos, como los epicenos (personaje, víctima), los colectivos (juventud, comité) y los abstractos (dirección, presidencia).
  2. Recurrir, siempre que podamos, a términos sin marca de género gramatical, ya que estos engloban fácilmente a mujeres y a hombres, como los pronombres quien/quienes (en lugar de el que/los que), alguien y nadie (en lugar de uno, alguno y ninguno) y los sustantivos comunes en cuanto al género (internauta, miembro…).
  3. Usar construcciones como perífrasis, aposiciones, aclaraciones o desdoblamientos cuando sean necesarios, evitando así que el principio de economía lingüística afecte a la adecuada comprensión del mensaje o genere el denominado «salto semántico», esto es, un masculino que es interpretado como genérico cuando no lo es, como sucede en: «Los internautas son cada vez más numerosos. En el caso de las mujeres también». En este caso hubiese sido mejor: «Los internautas varones son cada vez más numerosos. En el caso de las mujeres también».
  4. Emplear términos como personas, seres humanos, individuos, gente, humanidad… cuando queramos referirnos a los dos sexos, de este modo evitamos la ambigüedad que se crea al usar el término hombre como genérico: «En los últimos años los hombres han llevado a cabo una verdadera revolución tecnológica». Sería mejor: «[…] la humanidad ha llevado a cabo una verdadera revolución tecnológica».
  5. Utilizar las barras en los formularios o en los encabezamientos de los correos electrónicos (usuario/a, estimado/a, internauta).
  6. Alternar el orden de presentación de los individuos de ambos sexos, ya que, si siempre se opta por anteponer el término o la desinencia masculina a la femenina (blogueros y blogueras, hombres y mujeres, chicos y chicas), se contribuye a consolidar la idea de que un sexo es prioritario con respecto al otro.
  7. Nombrar en femenino los cargos, oficios o profesiones que desempeñen las mujeres. De esta manera, manifestamos y valoramos su presencia y función, contribuimos a visibilizarlas y a romper la mentalidad de que el protagonismo en el ámbito tecnológico corresponde a los hombres.
  8. Otorgar el mismo tratamiento a mujeres y a hombres. O los nombraremos por los apellidos, o solo por el nombre, o por ambos, o con las fórmulas de tratamiento (señora/señor o don/doña), pero siempre de modo simétrico (en vez de, los hombres y las chicas, diremos: los hombres y las mujeres o las chicas y los chicos).
  9. Presentar a las mujeres, como suele hacerse con los hombres, por su identidad social o profesional y no por su condición sexuada. Por tanto, debemos suprimir términos como mujer o femenina siempre que resulten redundantes, como en el caso de las mujeres blogueras y las tuiteras femeninas, donde lo adecuado es las blogueras y las tuiteras.
  10. No establecer relaciones de dependencia innecesarias. Las mujeres deben aparecer nombradas con personalidad en sí mismas, de modo que se reconozcan y valoren como personas independientes. Para ello conviene evitar expresiones como esposa de, mujer de, señora de, viuda de, hija de…, que presentan al sexo femenino con un papel secundario o subordinado con respecto al masculino.
  11. Omitir expresiones que contribuyan a afianzar estereotipos sexistas o que encasillen a mujeres y a hombres en los roles tradicionales: «pórtate como un machote», «pórtate como una señorita»; «cojonudo», «coñazo», etc.

 

SOBRE LA AUTORA

Susana Guerrero Salazar es profesora de lengua en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga. Trabaja fundamentalmente en el discurso periodístico, político y publicitario, parte de sus publicaciones versan sobre el lenguaje desde la perspectiva de género. Puedes contactar con ella mediante su correo institucional.

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