El mercado joven está cambiando y desdeña los filmes subtitulados. Esa modalidad, a la que el público argentino supo dar la espalda, hoy quiere volver junto a las películas taquilleras.
Por Javier Porta Fouz
Incluso entre gente muy poco o nada nacionalista, gente que repite –como decía Pío Baroja–, que “el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando”, se le reconocen algunos méritos a este país: algunas bellezas naturales, la calidad del helado, de la pizza, de algunos escritores, de algún músico y, claro, elemental, fundamental y crucial, que es un país que consume las películas habladas en otros idiomas en versiones subtituladas y no dobladas. En el capítulo “Avatares de la palabra. Talkies, subtítulos y doblaje”, del libro Borges va al cine, de Gonzalo Aguilar y Emiliano Jelicié (Libraria, 2010), se narran momentos de las décadas del 30 y del 40 del siglo pasado, cuando críticos y público argentinos prefirieron películas subtituladas y con el sonido original. Una gran victoria cultural, por cierto. La derrota del intento de penetración del doblaje puede apreciarse en los cambios de opinión del Heraldo del Cinematografista (citado por Aguilar y Jelicié), que pasó de pedir películas dobladas, en principio para favorecer el consumo, a convencerse de que el doblaje no funcionaba en el país, es decir, que la gente que iba al cine prefería escuchar a los actores y no a los dobladores. Como cuentan Aguilar y Jelicié, ante el éxito de Laura, de Otto Preminger (subtitulada) y el fracaso de Tener y no tener, de Howard Hawks (se había estrenado con enorme publicidad pero doblada), el Heraldo no tuvo más remedio que reconocer que el doblaje había echado al público del cine, que el avance de la alfabetización era una realidad en el país. “En verdad fueron los espectadores argentinos los que echaron al doblaje de las salas”, concluyen Aguilar y Jelicié.
No se discute aquí sobre malos o buenos doblajes. Sí, por supuesto, el doblaje es una opción aceptable para que los niños y aquellos que no saben leer, o no leen con suficiente velocidad, puedan ver películas. Y se podría llegar a aceptar que es menos grave en la animación que en películas con personas reales, aunque en la animación más detallista los labios de los personajes también se mueven al compás y las inflexiones del idioma original. Festejar un “buen doblaje” es semejante a aceptar una mutilación porque se hizo de forma prolija, con poca sangre derramada. Algunos fundamentalistas anti-doblaje incluso llegan a afirmar que celebrar un doblaje “bien hecho” es como celebrar un asesinato realizado sin dejar huellas. El doblaje es un parche, una muleta, que hace unos setenta u ochenta años, ante el avance de la alfabetización en la Argentina, no lograba convertirse en exitoso y, a pesar de intentos de algunas distribuidoras tanto en los treinta como en los cuarenta –cuando en España, Alemania e Italia se imponía–, la indiferencia del público local lo alejó.
Los cinéfilos argentinos huyen del doblaje, y se sorprenderían al escuchar algunas cosas que se han escuchado en España, incluso en un festival de cine con programación minoritaria, hasta elitista: “sí, aquí pasan las películas dobladas, y uno no puede apreciar bien la imagen al tener que leer” le decía un espectador a otro. La defensa del doblaje en España está presente incluso en lo que podríamos denominar “espectador conocedor”, que aunque reconoce la superioridad de la versión original suele dejar en claro que “aquí igualmente los doblajes son muy buenos”. Esta indulgencia es –o era– muy difícil de encontrar en la Argentina, incluso era imposible –o extremadamente raro–, entre nuestros compañeros de los últimos grados de la primaria y de la secundaria de clase media-media, a quienes prefirieran ver películas dobladas. Chequeen entre los adolescentes o jóvenes que tengan a mano y verán que la saludable costumbre argentina contra la mutilación sonora –perdón, doblaje– ha empezado a derrumbarse, a horadarse. No pocos adolescentes en los últimos años de la secundaria, o incluso con la secundaria completa, prefieren versiones dobladas.
Desde Ultracine, sitio de estadísticas sobre cine, informan que en Argentina las entradas para una película tienen todas el mismo código (es decir: una película, un código identificatorio), que corre tanto para la versión doblada como para la subtitulada. En Chile esto está discriminado, entonces se puede saber, por ejemplo, cuántos espectadores logró la reciente Gigantes de acero en cada versión. Por otro lado, con la proliferación de copias digitales de las películas (que con un simple click se cambia el idioma y el subtitulado) ya la idea de copias “dobladas y subtituladas” se vuelve más relativa. Y se torna aún más urgente, para poder analizar el mercado en cuanto al doblaje, tener las entradas con diferentes códigos que diferencien una versión de otra.
Sin esos datos en el presente y en el pasado más o menos cercano, se hace difícil de confirmar lo que se ve a diario: adolescentes ya más cerca de la juventud que de la niñez que ven sin mayores problemas, o incluso prefieren, versiones dobladas. Desde 20th Century Fox Argentina dicen que “no ha habido un cambio significativo en los adolescentes en este tema. En general prefieren las películas subtituladas a partir de los 10 u 11 años en adelante”. Y agregan “Si la película tiene mucho diálogo y también acción, las copias dobladas en algunas zonas pueden funcionar mejor”. Ante la pregunta ¿Los adolescentes prefieren películas dobladas?, Christian Bozicovich, gerente de programación de Cine Hoyts Argentina, dice que “De 13 a 16 años, sí. De más de 16 años depende mucho del tipo de película y de la zona.” Atención: el gerente de programación de la cadena de cines que más entradas vende en la Argentina dice que los adolescentes de 13 a 16 años prefieren películas dobladas. Compárese esta afirmación con cada uno de nosotros y con nuestros amigos cuando teníamos esa edad, en cualquier década del siglo pasado. Ante esta otra pregunta “¿En qué zonas de la Capital, Gran Buenos Aires o interior funcionan mejor las películas dobladas? ¿Qué complejos de Hoyts pasan más películas subtituladas? ¿cuáles más dobladas?”, Bozicovich respondió: “Por lo general, en el Gran Buenos Aires funciona mejor la doblada que la subtitulada. Los que mejor funcionan con las versiones subtituladas son Abasto y Dot y, por el contrario, los que mejor funcionan con dobladas son Quilmes, Temperley y Moreno”. Al revisar las carteleras, en los cines de las otras cadenas se puede apreciar un criterio similar. A la hora de programar, en los complejos del Gran Buenos Aires, sobre todo en la zona Sur y la zona Oeste, suelen encontrarse películas –que han tenido un lanzamiento con copias subtituladas y dobladas– solo ofrecidas en versión doblada. Por ejemplo Gigantes de acero, Los tres mosqueteros y Amanecer, es decir, películas que no son “sólo para niños”.
Esto es una hipótesis a partir de algunos datos incompletos y diversas observaciones: el mercado adolescente está cambiando hacia una preferencia por el doblaje y, en algunos casos, hacia una indiferencia, como si no notaran lo que se pierden con la pérdida del idioma original. En unos años veremos el fenómeno con más definición, pero si se está atento y escucha a los adolescentes e incluso a los jóvenes, se ve con mayor claridad. De hecho, esta nota fue disparada por una conversación entre un grupo de chicos y chicas y una empleada de una cadena de cines: cuatro adolescentes no menores de 14 años querían ver “una comedia”, la empleada les ofreció Si fueras yo. Uno de los adolescentes preguntó “¿en qué idioma está?” “En inglés con subtítulos”, respondió la empleada, y los adolescentes se negaron y eligieron Johnny English recargado, que estaba doblada. Como dato especialmente relevante, hay que decir que Johnny English recargado recibió la calificación de “sólo apta para mayores de 13 años”. Es decir, no sólo las películas “Aptas para todo público” son las que aparecen dobladas. De todos modos, el dato más revelador sobre el avance del doblaje en el mercado argentino actual es el siguiente: de las cuatro películas estrenadas hasta ahora de la saga Crepúsculo, con la recientemente estrenada Amanecer, parte 1 (“sólo apta para mayores de 13 años”) la cantidad de copias dobladas (88) superaron a las subtituladas (66). El doblaje avanza, deberíamos estar preparados para comenzar una nueva resistencia.
No se discute aquí sobre malos o buenos doblajes. Sí, por supuesto, el doblaje es una opción aceptable para que los niños y aquellos que no saben leer, o no leen con suficiente velocidad, puedan ver películas. Y se podría llegar a aceptar que es menos grave en la animación que en películas con personas reales, aunque en la animación más detallista los labios de los personajes también se mueven al compás y las inflexiones del idioma original. Festejar un “buen doblaje” es semejante a aceptar una mutilación porque se hizo de forma prolija, con poca sangre derramada. Algunos fundamentalistas anti-doblaje incluso llegan a afirmar que celebrar un doblaje “bien hecho” es como celebrar un asesinato realizado sin dejar huellas. El doblaje es un parche, una muleta, que hace unos setenta u ochenta años, ante el avance de la alfabetización en la Argentina, no lograba convertirse en exitoso y, a pesar de intentos de algunas distribuidoras tanto en los treinta como en los cuarenta –cuando en España, Alemania e Italia se imponía–, la indiferencia del público local lo alejó.
Los cinéfilos argentinos huyen del doblaje, y se sorprenderían al escuchar algunas cosas que se han escuchado en España, incluso en un festival de cine con programación minoritaria, hasta elitista: “sí, aquí pasan las películas dobladas, y uno no puede apreciar bien la imagen al tener que leer” le decía un espectador a otro. La defensa del doblaje en España está presente incluso en lo que podríamos denominar “espectador conocedor”, que aunque reconoce la superioridad de la versión original suele dejar en claro que “aquí igualmente los doblajes son muy buenos”. Esta indulgencia es –o era– muy difícil de encontrar en la Argentina, incluso era imposible –o extremadamente raro–, entre nuestros compañeros de los últimos grados de la primaria y de la secundaria de clase media-media, a quienes prefirieran ver películas dobladas. Chequeen entre los adolescentes o jóvenes que tengan a mano y verán que la saludable costumbre argentina contra la mutilación sonora –perdón, doblaje– ha empezado a derrumbarse, a horadarse. No pocos adolescentes en los últimos años de la secundaria, o incluso con la secundaria completa, prefieren versiones dobladas.
Desde Ultracine, sitio de estadísticas sobre cine, informan que en Argentina las entradas para una película tienen todas el mismo código (es decir: una película, un código identificatorio), que corre tanto para la versión doblada como para la subtitulada. En Chile esto está discriminado, entonces se puede saber, por ejemplo, cuántos espectadores logró la reciente Gigantes de acero en cada versión. Por otro lado, con la proliferación de copias digitales de las películas (que con un simple click se cambia el idioma y el subtitulado) ya la idea de copias “dobladas y subtituladas” se vuelve más relativa. Y se torna aún más urgente, para poder analizar el mercado en cuanto al doblaje, tener las entradas con diferentes códigos que diferencien una versión de otra.
Sin esos datos en el presente y en el pasado más o menos cercano, se hace difícil de confirmar lo que se ve a diario: adolescentes ya más cerca de la juventud que de la niñez que ven sin mayores problemas, o incluso prefieren, versiones dobladas. Desde 20th Century Fox Argentina dicen que “no ha habido un cambio significativo en los adolescentes en este tema. En general prefieren las películas subtituladas a partir de los 10 u 11 años en adelante”. Y agregan “Si la película tiene mucho diálogo y también acción, las copias dobladas en algunas zonas pueden funcionar mejor”. Ante la pregunta ¿Los adolescentes prefieren películas dobladas?, Christian Bozicovich, gerente de programación de Cine Hoyts Argentina, dice que “De 13 a 16 años, sí. De más de 16 años depende mucho del tipo de película y de la zona.” Atención: el gerente de programación de la cadena de cines que más entradas vende en la Argentina dice que los adolescentes de 13 a 16 años prefieren películas dobladas. Compárese esta afirmación con cada uno de nosotros y con nuestros amigos cuando teníamos esa edad, en cualquier década del siglo pasado. Ante esta otra pregunta “¿En qué zonas de la Capital, Gran Buenos Aires o interior funcionan mejor las películas dobladas? ¿Qué complejos de Hoyts pasan más películas subtituladas? ¿cuáles más dobladas?”, Bozicovich respondió: “Por lo general, en el Gran Buenos Aires funciona mejor la doblada que la subtitulada. Los que mejor funcionan con las versiones subtituladas son Abasto y Dot y, por el contrario, los que mejor funcionan con dobladas son Quilmes, Temperley y Moreno”. Al revisar las carteleras, en los cines de las otras cadenas se puede apreciar un criterio similar. A la hora de programar, en los complejos del Gran Buenos Aires, sobre todo en la zona Sur y la zona Oeste, suelen encontrarse películas –que han tenido un lanzamiento con copias subtituladas y dobladas– solo ofrecidas en versión doblada. Por ejemplo Gigantes de acero, Los tres mosqueteros y Amanecer, es decir, películas que no son “sólo para niños”.
Esto es una hipótesis a partir de algunos datos incompletos y diversas observaciones: el mercado adolescente está cambiando hacia una preferencia por el doblaje y, en algunos casos, hacia una indiferencia, como si no notaran lo que se pierden con la pérdida del idioma original. En unos años veremos el fenómeno con más definición, pero si se está atento y escucha a los adolescentes e incluso a los jóvenes, se ve con mayor claridad. De hecho, esta nota fue disparada por una conversación entre un grupo de chicos y chicas y una empleada de una cadena de cines: cuatro adolescentes no menores de 14 años querían ver “una comedia”, la empleada les ofreció Si fueras yo. Uno de los adolescentes preguntó “¿en qué idioma está?” “En inglés con subtítulos”, respondió la empleada, y los adolescentes se negaron y eligieron Johnny English recargado, que estaba doblada. Como dato especialmente relevante, hay que decir que Johnny English recargado recibió la calificación de “sólo apta para mayores de 13 años”. Es decir, no sólo las películas “Aptas para todo público” son las que aparecen dobladas. De todos modos, el dato más revelador sobre el avance del doblaje en el mercado argentino actual es el siguiente: de las cuatro películas estrenadas hasta ahora de la saga Crepúsculo, con la recientemente estrenada Amanecer, parte 1 (“sólo apta para mayores de 13 años”) la cantidad de copias dobladas (88) superaron a las subtituladas (66). El doblaje avanza, deberíamos estar preparados para comenzar una nueva resistencia.
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