Arantxa Uribe-Echevarri, en "Comunicación y otras hierbas"
Al finalizar una charla que di hace un par de semanas,
una de las asistentes me dijo algo así: “Me ha gustado mucho y me has
recordado a mi. Dices con frecuencia ‘si os parece’, ‘¿de acuerdo?’
pidiendo la aprobación del público”. El comentario me pareció
interesante y sorprendente.
Interesante, ante todo, porque siempre lo es el feedback de alguien
que te ha escuchado hablar en público. Opiniones sobre cómo se nos ve
desde fuera nos aportan mucha información. En este sentido, es
fantástico grabarnos en vídeo para después vernos ya que descubrimos
gestos, muletillas, posturas, titubeos… que cuando estamos “en directo”
no percibimos.
La sorpresa en la frase me la produjo el “pidiendo la aprobación del
público”. Soy consciente de que al hablar utilizo las expresiones que me
comentaba esta asistente, pero las uso con la finalidad de implicar a
la audiencia, de hacer el discurso compartido. Así que el hecho de que
se interpretara de manera diferente me resultó curioso.
Esto me hace pensar en el papel del receptor en todo proceso
comunicativo. La situación que comento es normal dentro de la
comunicación oral y hace referencia a los efectos que se dan en los
receptores y que tienen como consecuencia la deformación del mensaje
emitido:
- La agudización: el receptor destaca algunos
aspectos especialmente importantes para él. Cuando la asistente me dice
“me has recordado a mi” está destacando el motivo por el que se fijó en
este detalle de mi discurso.
- La interpretación:
el receptor interpreta el mensaje desde sus propios sentimientos y
valores, modificando la intención del emisor. Este es uno de los
principales problemas para una comunicación eficaz, especialmente cuando
esta se produce de forma oral.
- La reducción: el receptor reduce la cantidad de
información recibida, lo que hace que el mensaje pierde riqueza y
detalles. Este es un proceso habitual en toda comunicación oral y sigue
el siguiente patrón:
Lo que se quiere decir (100% del mensaje)
Lo que se dice (90% del mensaje)
Lo que se oye (80% del mensaje)
Lo que se escucha (70% del mensaje)
Lo que se comprende (60% del mensaje)
Lo que se retiene (50% del mensaje)
Lo que se reproduce (40% del mensaje)
Lo que se dice (90% del mensaje)
Lo que se oye (80% del mensaje)
Lo que se escucha (70% del mensaje)
Lo que se comprende (60% del mensaje)
Lo que se retiene (50% del mensaje)
Lo que se reproduce (40% del mensaje)
El emisor ha de tener presente estos efectos si quiere que su mensaje se trasmita de la mejor manera posible.
Porque la importancia no está en lo que dice el emisor, si no en lo que entiende el receptor.
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