Publicado en "El Cronista"
Facebook e Instagram, en la mira
Las redes sociales como Facebook y Twitter nacieron en medio
de una ola de optimismo sobre los beneficios que se derivarían de
ofrecer a miles de millones de individuos acceso ilimitado a información
de los demás en la web. Llega la hora de pagar la factura por hacer que
el mundo esté más cerca. El intento desafortunado de Instagram de
ejercer control sobre las imágenes que quedan en su sitio de intercambio
de archivos de sus 100 millones de usuarios demuestra la rapidez con
que las reglas están cambiando.
Instagram fue obligado a apaciguar a los usuarios después de exigir el derecho de vender a anunciantes las imágenes de sus miembros sin solicitarles consentimiento ni ofrecerles compensación alguna. Otra señal de que el dueño de Instagram, Facebook _en sí mismo un invasor de la privacidad_ no ha logrado poner las preocupaciones válidas de sus usuarios en primer lugar. Todavía no queda claro si Instagram dio marcha atrás totalmente en su nueva política, la cual debería examinarse detenidamente tras su publicación en los próximos días.
Pero sería ingenuo creer que los servicios podrían llegar a ser alguna vez_como Instagram manifiesta en su propia página de inicio_ totalmente gratis. Al sumarse a una red social, los usuarios celebran un contrato. La información acerca de sus intereses, hábitos y necesidades es potencial materia prima para los anunciantes que mantienen el flujo de ingresos e inversiones vitales en servicios. Los miembros son consumidores y a la vez son materia prima.
Sin embargo, esto no significa que los que viven de estos datos tiene un derecho automático a utilizar dicha información sin permiso de los miembros. Instagram se pasó de la raya al exigir acceso ilimitado no sólo a los datos sino al contenido publicado por sus usuarios. Los individuos son los propietarios últimos de su información personal y las empresas deben reconocer esto con políticas de privacidad transparentes que den a los usuarios información clara y sencilla sobre cómo se utilizarán sus datos.
Los usuarios siempre tienen derecho a irse de un sitio cuando la política de privacidad sea demasiado compleja o discutible. Pero el dominio que imponen empresas como Facebook e Instagram hace que sea difícil ejercer esta facultad. Trasladar una comunidad de contactos a una nueva plataforma es sencillamente demasiado complicado. Aquí es donde los decisores políticos deberían ser más proactivos. Ya comenzaron a exigir mayor transparencia a las empresas y a requerir el consentimiento informado de los usuarios. Pero también deberían empezar a buscar la forma de facilitar a los usuarios cambiar de servicios. Recién cuando los datos sean portátiles, las empresas se abstendrán de empujar los límites de la privacidad demasiado lejos. El riesgo será que estas podrían perder sus usuarios, que a la vez son su producto. Sin esto, no hay empresa que pueda sobrevivir.
Instagram fue obligado a apaciguar a los usuarios después de exigir el derecho de vender a anunciantes las imágenes de sus miembros sin solicitarles consentimiento ni ofrecerles compensación alguna. Otra señal de que el dueño de Instagram, Facebook _en sí mismo un invasor de la privacidad_ no ha logrado poner las preocupaciones válidas de sus usuarios en primer lugar. Todavía no queda claro si Instagram dio marcha atrás totalmente en su nueva política, la cual debería examinarse detenidamente tras su publicación en los próximos días.
Pero sería ingenuo creer que los servicios podrían llegar a ser alguna vez_como Instagram manifiesta en su propia página de inicio_ totalmente gratis. Al sumarse a una red social, los usuarios celebran un contrato. La información acerca de sus intereses, hábitos y necesidades es potencial materia prima para los anunciantes que mantienen el flujo de ingresos e inversiones vitales en servicios. Los miembros son consumidores y a la vez son materia prima.
Sin embargo, esto no significa que los que viven de estos datos tiene un derecho automático a utilizar dicha información sin permiso de los miembros. Instagram se pasó de la raya al exigir acceso ilimitado no sólo a los datos sino al contenido publicado por sus usuarios. Los individuos son los propietarios últimos de su información personal y las empresas deben reconocer esto con políticas de privacidad transparentes que den a los usuarios información clara y sencilla sobre cómo se utilizarán sus datos.
Los usuarios siempre tienen derecho a irse de un sitio cuando la política de privacidad sea demasiado compleja o discutible. Pero el dominio que imponen empresas como Facebook e Instagram hace que sea difícil ejercer esta facultad. Trasladar una comunidad de contactos a una nueva plataforma es sencillamente demasiado complicado. Aquí es donde los decisores políticos deberían ser más proactivos. Ya comenzaron a exigir mayor transparencia a las empresas y a requerir el consentimiento informado de los usuarios. Pero también deberían empezar a buscar la forma de facilitar a los usuarios cambiar de servicios. Recién cuando los datos sean portátiles, las empresas se abstendrán de empujar los límites de la privacidad demasiado lejos. El riesgo será que estas podrían perder sus usuarios, que a la vez son su producto. Sin esto, no hay empresa que pueda sobrevivir.
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