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La Argentina te entrena en el conflicto y en el manejo del caos”

El ex fiscal del Juicio a las Juntas y de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, afirma que en países como EE.UU. hay más eficacia para investigar la corrupción que en Argentina y que antes de hablar de reforma judicial hay que poner el foco en cómo funciona la política. “Si en un partido de fútbol se clavan cuchillazos no es un problema del referí. Hay que cambiar la forma en que los jugadores juegan el juego”.
 

Por Ariel Alberto Neuman, en "El Cronista"

Wikipedia lo deja con un presente laboral abierto y el trascendido de una propuesta para trabajar en la FIFA. Claramente, la enciclopedia colaborativa está desactualizada. El primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI) está más que a gusto con su trabajo en la New York University y en un pequeño estudio jurídico ubicado en el Rockefeller Center.

Luis Moreno Ocampo reparte sus tiempos entre Nueva York, Buenos Aires y el mundo. En el living de su casa, al borde del barrio porteño de Las Cañitas, en entrevista con WE repasó temas como la corrupción, el derecho global, la reforma judicial en la Argentina y el desafío de investigar los crímenes más atroces.

Moreno Ocampo concluyó sus funciones en la CPI hace poco más de un año. "Me tomé unos meses de sabático y, desde octubre, estoy asociado a un estudio de abogados de New York, una firma boutique de cinco abogados que representa a los whistleblowers”, dice. (N. de R: como se denmina a la figura de los denunciantes en casos de corrupción).
 
¿Cual es su actividad exactamente?
- En los EE.UU., en la época de la guerra civil, Lincoln descubrió que los proveedores del Gobierno lo defraudaban con mulas viejas y balas que no funcionaban. Entonces se aprobó una ley que permite a las personas que denuncian un fraude, sobre todo cuando trabajan en compañías, recibir un porcentaje del dinero que se recupera. Eso es algo muy norteamericano, que no existe en otra parte. En este estudio se dedican a esta práctica. Básicamente, la llevaron del mundo de los proveedores del gobierno en el área de defensa, al mundo de las empresas. Son los que participaron en un caso enorme en 2010 contra la farmacéutica Glaxo, que fue sancionada con una multa de u$s 750 millones.
  
Hace un par de semanas varias compañías reconocieron en EE.UU haber pagado coimas en la Argentina. Más allá de la sanción que se les aplica allá, en los países donde pagan, ¿qué se hace?
- Depende del caso y del país. Me parece que en los EE.UU. funciona mejor el tema de la justicia y, por diferentes razones, hay más eficacia en la investigación. El caso Siemens, por ejemplo, es claro: confesaron todo y acá todavía la causa no se mueve.
  
En esta relación entre lo que se hace acá y lo que pasa afuera, ¿el tema de los Cedines puede generar a quien blanquea algún tipo de conflicto en el exterior?
- No soy experto en el tema de los Cedines, pero me parece que la ley fue escrupulosa en copiar las leyes antilavado de dinero. La persona que se acoja al sistema tiene que demostrar que la plata es negra, pero no proviene de lavado de dinero. Eso sí puede llegar a tener alguna dificultad.
 
 ¿Qué opina del reciente fallo de la Corte sobre la reforma del Poder Judicial?
- Los jueces de la Corte aplicaron la ley en base a la reforma constitucional que establecieron los partidos políticos en 1994.
  
En lo que hace a sus instituciones, ¿cómo se ve desde afuera a la Argentina?
- Nadie habla de la Argentina. Se habla de Brasil, de Turquía, de África. Europa habla mucho de África, pero de Argentina no.
  
Tras trabajar nueve años con situaciones humanas extremas, hoy su actividad parece más técnica. ¿Se vinculan una y otra?
- Nada es comparable a ser fiscal de la Corte Penal Internacional, pero en los dos casos creo que me estoy ocupando de actividades que tienen una cantidad masiva de víctimas. Obviamente, no es lo mismo que te asesinen o que violen a tu hija, a tomar una pastilla que te hace mal, pero me parece que esto último le pasa mucho más a la gente que vive en países no violentos, que en definitiva son el 90% de los países.
  
¿Cómo observa que se está abordando el paradigma del derecho global?
- La realidad va más rápido que la capacidad de la academia de entenderla. Yo fui el primer fiscal del mundo. No hubo otro antes que yo. Tengo que transformar lo que viví durante nueve años en información para que la academia la pueda analizar, pero al mismo tiempo me doy cuenta de que el mundo de la reforma Dodd-Frank y de la crisis de los bancos generó un interés por regular compañías globales, y eso generó un nuevo problema, porque las compañías globales operan en muchos países con estándares distintos. Hoy enfrentan un problema complejo: no está claro cuáles son las reglas de juego reales, y también es claro que el mecanismo de pagar sobornos se está volviendo más complicado.
  
Mezclando anticorrupción y fenómenos globales, ¿cómo analiza la causa del Mensalão en Brasil, seguido por las protestas masivas en las calles?
- La gente, cuando ve que sus representantes los están defraudando, reacciona. Hay una combinación de información enorme, con gente que de pronto descubre cómo funciona el poder. La gente está reclamando un poder más eficiente, menos abusivo. Pasa en el mundo árabe, en América Latina. En todos lados.
  
¿En la Argentina también pasa?
- También pasa. La Argentina tiene un debate reciente por los fallos de la Corte sobre el tema de la Magistratura. Tiene que ver con eso: con cómo hacemos efectivos los límites que la Constitución establece para los actores políticos. Es a lo que me dediqué como abogado: a cómo la ley le pone límites al poder político. Funciona en la Argentina, en el sentido de que no hay matanzas. Eso es una evolución, porque antes sí las había. Me parece que lo que ocurre es que los dirigentes políticos usan reglas distintas que las que los jueces van a aplicar y por eso no pueden permitirles que intervengan. Por eso hay un conflicto.
  
¿Cree que desde el poder político siempre se mantuvo esa lógica?
- Los militares no podían permitir que los jueces revisaran lo que ellos hacían. Había normas que permitían fusilar, pero nunca se aplicó una sola condena de muerte y se mataron a 10.000 personas. En la época de Alfonsín hubo tensión porque el Ejecutivo quería limitar los juicios a los militares, y el Congreso no lo dejaba. En la época de Menem, Menem decidió que las privatizaciones le exigían primero reformar la Corte… y fue catastrófico. La lógica es que los políticos acuerdan cómo jugar el partido, y no puede haber jueces que miren lo que ellos hacen. Por eso, cuando la gente habla de la reforma de la justicia en la Argentina, primero hay que ver cómo funciona la política. Si en un partido de fútbol se clavan cuchillazos, no es un problema del réferi. Hay que cambiar la forma en que los jugadores juegan el juego.
  
¿La gente piensa en eso?
- No. Los jueces no tienen hinchada. La ley no tiene hinchada.
  
Los dos argentinos más nombrados en la Deutsche Welle para África en los últimos cuatro años fueron Lionel Messi y usted. ¿Cómo se maneja esa exposición?
- Yo era muy conocido en los países donde intervenía. En Kenia había fotos mías en los taxis. Llevaban dibujos míos o había canciones sobre eso. Había gente que me odiaba y gente que me quería. En Sudán, el presidente quemaba mis retratos. Argentina me entrenó para eso. Cuando fui fiscal del Juicio a las Juntas, me entrené en que había gente que te aplaudía y gente que te insultaba. Y las dos cosas hay que ignorarlas. Cuando te metés a investigar a un presidente, te metés en líos. Pero es lo que yo hacía en la Argentina cuando tenía 32 años. En la Corte teníamos que investigar crímenes masivos, en el momento que estaban ocurriendo en países que no tenían policías para cuidarnos.
  
¿Cuál fue su investigación más difícil?
- El caso más complicado fue el de Darfur. Teníamos que investigar Darfur y no podíamos ir allá. Teníamos que buscar testigos que se hubieran escapado. Y los buscamos en 20 países. Les tomamos testimonio. Tardamos dos años. Éramos como un estudio de abogados mundial, que trabajaba para las víctimas de los peores crímenes, financiados por 120 estados, con la capacidad de generar investigaciones internas, teniendo que respetar las reglas del país al que íbamos. Siempre pensé que había hecho mi tarea más importante cuando tenía 32 años, pero resultó ser un entrenamiento espectacular para lo que vino. La Argentina te entrena en el conflicto, en el manejo del caos. Si sobrevivís y salís a hacerlo afuera, es bárbaro.

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