El declive de la prensa escrita en Estados Unidos podría concluir con
la desaparición de los diarios impresos en las próximas décadas. Aunque
algunos medios han hallado alternativas para superar la crisis, la
mayor parte de los periódicos del país todavía busca un modelo de
negocio que garantice su continuidad.
La dependencia de los ingresos por publicidad ha golpeado a muchos cotidianos que a finales del siglo pasado flotaban sobre una nube de cientos de millones de dólares. Esa ilusión se desvaneció con la retirada progresiva de anunciantes, cuya pérdida ha representado 20.000 millones de dólares anuales menos desde 2006.
Dos de los grandes diarios de tirada nacional, The New York Times y The Washington Post, han padecido este descenso imparable del interés publicitario en sus ediciones impresas. En sus informes sobre los resultados del primer semestre de 2013 ambos reportaron caídas en los ingresos por anuncios. El periódico neoyorquino experimentó una baja de 5,8 por ciento, mientras el Post recibió cuatro por ciento menos que en 2012.
No obstante, el Times mira al futuro con cierta esperanza. Su edición en Internet ha comenzado a reportar ganancias sostenidas. Pero la incursión online podría no ser la tabla salvadora para todos, en medio de una profunda revolución en las comunicaciones. La manera de producir, distribuir y consumir información ha cambiado radicalmente en un tiempo demasiado corto.
El Post, a pesar de sus esperanzadores resultados en línea, acaba de ser vendido a uno de los fundadores de Amazon, Jeff Bezos, tras ocho décadas de reinado de la familia Graham. Esta compra podría representar la penúltima estocada a la época dorada de los diarios en papel.
¿Quién ha matado a la prensa?
Los periódicos divisaron la ola de Internet a inicios de los 90, sin
embargo sus estrategias para adaptarse a la nueva época resultaron
dramáticamente ineficaces, asegura el experto Clay Shirky. En un
artículo publicado en 2009, este especialista en el impacto social y
económico de las nuevas tecnologías describió cómo los medios
tradicionales trataron de sostener a toda costa su anacrónico modelo de
negocio, en vez de evolucionar bajo las nuevas condiciones del mercado
de la información.
“Con la vieja lógica económica destruida, las organizaciones diseñadas para la producción industrial tienen que ser reemplazadas por estructuras optimizadas para los datos digitales”, afirmó Shirky. Los diarios se enfrentaron entonces a un enorme cambio en su relación con el público: gracias a Internet el acceso a la información, principal servicio de la prensa, ha dejado de ser un problema porque la red desborda de noticias.
¿La debacle pudo haberse evitado? Quizás sí, pero a juicio de varios veteranos de la prensa, reunidos en julio pasado por la revista Fortune, la crisis era inevitable. La explosión de Internet erosionó las bases de las empresas mediáticas a un ritmo tal que aún los equipos más preparados para el cambio no pudieron reaccionar con suficiente celeridad.
Las estrategias desplegadas por algunos medios para rentabilizar su presencia online han tardado en generar los dividendos necesarios, según un informe del Pew Research Center publicado en marzo de 2012. A finales del año pasado por cada dólar ganado en Internet, los periódicos perdían como promedio 16 dólares en sus negocios impresos.
Esta investigación apunta también a otro factor en apariencia ajeno a las frías finanzas: la inercia cultural de los ejecutivos, buena parte de los cuales aún carece de una idea precisa sobre cómo conciliar las viejas rutinas profesionales y comerciales con las nuevas tecnologías. Los pronósticos incluyen cierres de medios, el recorte de las plantillas y la reducción de las tiradas, en otras palabras, más y más crisis.
Por otra parte, los cotidianos también han visto cómo fuentes de ingresos hasta ahora seguras se han desvanecido. El ejemplo clásico ha sido Craigslist y en general las web especializadas de clasificados, que han dejado casi sin clientes a los departamentos de pequeños anuncios de muchos periódicos.
De acuerdo con cifras del Pew Research Center, en cinco años han cerrado alrededor de 50 diarios en Estados Unidos. De los restantes, unos 1.350, casi todos publican menos de 25.000 ejemplares. Solo 70 rebasan las 100.000 copias cada día.
Un problema global
El ocaso de la prensa escrita
se ha extendido progresivamente desde Estados Unidos a otras regiones
del planeta. En Europa, los periódicos del Reino Unido ha reportado las
peores caídas en ingresos, seguidos por Italia y Grecia, todos en torno a
20 por ciento. Aunque en el Viejo Continente los medios impresos
dependen en menor medida de la publicidad y sus deudas no se comparan
con las de sus pares estadounidenses, la revolución tecnológica también
ha removido los cimientos de la industria.
Algo diferente ocurre en la India y en países del África Subsahariana, donde el incremento de la alfabetización y la incorporación de millones de personas al mercado de la información han impulsado un auge fabuloso de los diarios en los últimos años.
Sin embargo, este esplendor también tiene sus días contados. En Delhi como en Nueva York los jóvenes leen cada vez menos cotidianos y revistas impresas, porque prefieren informarse en sus ordenadores y teléfonos móviles. La diferencia entre generaciones se ha hecho abismal en cuanto al consumo de la prensa.
Un sondeo del Pew Research Center reveló en octubre pasado que la
proporción de lectores regulares de periódicos impresos en Estados
Unidos cayó de 41 por ciento a apenas 23 por ciento en la última década.
Periodismo, ¿víctima del declive?
La crisis de los periódicos ha repercutido en el periodismo. La
contracción de las redacciones y el cierre de diarios golpean a ese
sector profesional, rodeado ahora por un enjambre de productores de
noticias libres de cualquier filiación con los medios tradicionales.
Voces del sector han alertado sobre las consecuencias de este declive sobre la calidad de los materiales periodísticos, en particular aquellos que requieren una infraestructura inexistente fuera de las redacciones convencionales.
“¿Quién será lo suficientemente grande para defender los temas de verdad polémicos?”, se preguntó Paul Sagan en el citado panel de Fortune. El reconocido experto norteamericano en comunicaciones recordó el caso de los Papeles del Pentágono, que solo salieron a la luz gracias al poder de The Washington Post y The New York Times.
La repuesta podría estar en esta enigmática frase de Clay Shirky: “La sociedad no necesita periódicos. Lo que necesitamos es periodismo.” El tránsito hacia un nuevo sistema donde la necesaria existencia de los periodistas no dependa de la industria de la prensa será, sin dudas, largo y convulso.
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