ENTREVISTA A SILVIO WAISBORD, AUTOR DE “VOX POPULISTA”
Viernes
entrevistó a Silvio Waisbord en un bar de Villa Crespo, Imperio, horas
antes de que el docente regresara a Estados Unidos. Emigrado a ese país
hace más de veinte años, es uno de los argentinos de mayor influencia en
el campo de la comunicación. A la distancia, sigue de cerca el debate
sobre los medios en América Latina. Acaba de plasmar su visión al
respecto en el libro “Vox populista”. Durante el diálogo, Waisbord
examinó causas y consecuencias de la pulseada entre el principal
multimedios argentino y el Gobierno nacional.
Por: Sebastián Lacunza (Ambito Financiero)
Viernes: Entre las
similitudes que usted marca en los gobiernos populistas o de izquierda
latinoamericanos enumera que consideraron como principal enemigo a los
medios de comunicación. Si pensamos en Venezuela, que es
el caso más exacerbado del enfrentamiento. ¿Los gobiernos buscaron a ese
enemigo o se encontraron con él?
Silvio Waisbord: Es como que se encuentran, más que lo piensan. El caso de Chávez es claro, porque cuando él sube, no tiene ese discurso feroz contra determinados medios, como lo hace después del golpe de 2002. Cambia fundamentalmente con el golpe, cuando se da cuenta de que realmente no los controlaba. En 1999, él es visto por cierta clase dominante como una alternativa posible. Pero ahí se produce un tira y afloja entre quién va a controlar, quién va a dictar los términos de esa relación. Entonces, su reconversión frente a los medios tiene que ver con el golpe. Por ejemplo, los medios comunitarios en Venezuela estaban muy desorganizados. Él se da cuenta de que pueden ser una alianza importante junto con una estrategia de controlar a determinados medios privados, especialmente de la televisión. A los medios escritos se acostumbra y le son útiles, porque siempre está el enemigo presente. Los diarios El Nacional y El Universal existen, pero llegan a un público limitado, que es poco simpatizante del chavismo, y eso queda funcional a los intereses del régimen.
V.: En gran parte de América Latina, incluido Brasil, muchos medios enarbolaron ser víctimas de intentos de censura frente a una ofensiva populista. ¿Cuánto de ese discurso en boca de medios que ejercen posición dominante entró en crisis de credibilidad?
S.W.: No es algo propio de las empresas mismas. Los políticos también se ponen en el lugar de la víctima, de ser atacados. Hay matices en las estrategias que los gobiernos tomaron frente a los medios. El dato más interesante es que, en Venezuela, la mayoría de licencias de radio y televisión están hoy en manos privadas. Me parece importante cotejar cuál es la realidad frente a los discursos de ambos lados sobre quién es el culpable de la situación y cuál es el problema. Se dicen barbaridades, se maneja un lenguaje simplista sobre el monopolio, el oligopolio, el autoritarismo.
V.: Álvaro García Linera, el vicepresidente de Bolivia, sostuvo ante Ámbito Financiero que los distintos gobiernos montaron sistemas de medios oficialistas militantes como reacción a la militancia opositora vía medios tradicionales, y que ello se iba a desactivar cuando las oposiciones se "independicen" de las organizaciones periodísticas.
S.W.: Me parece una posición bastante frágil: "Hasta que eso ocurra, hacemos lo que queremos". El problema es que el populismo lo que quiere es contrarrestar el poder exagerado de ciertos medios, pero elige instrumentos que agudizan los problemas. Aparte, son soluciones temporarias porque todo Gobierno es temporario. O sea, el utilizar los medios públicos para expandir la oferta informativa frente a un espacio dominado por las grandes empresas dura lo que dura ese Gobierno, lo cual profundiza siempre la crisis de los medios públicos y no necesariamente garantiza que los medios privados cambien. El otro tema es que la información dura es lo más difícil, cuesta más plata, no necesariamente es de interés masivo. Y eso es lo que el populismo no resuelve. Entonces siempre estamos reciclando viejas ideas para solucionar el mismo problema, que es una ecología informativa lo más diversa posible. La situación de Kirchner con Clarín varía. En un momento se transformó en un problema, pero en un principio no fue un problema el supuesto poder exacerbado que alguien tiene en el mercado informativo argentino. Ahí es cuando es sospechoso el relato. Si hubiera habido otra justificación para ese cambio de timón, sería mucho más creíble que empañar todo eso en una épica setentista.
V.: Más allá del relato y la justificación, en cuanto a instrumento legal que ha sido la ley de medios, el kirchnerismo agregó un campo argumentativo que no era propio, sumó aliados. ¿Cómo ve que un Gobierno que tiene una estrategia comunicacional no ejemplar desde el punto de vista democrático apele a una herramienta, el texto de la ley, que sí es "liberal" en cuanto a las garantías que ofrece para la libertad de expresión?
S.W.: Para mí, la diferencia entre una ley con un documento técnico es una discusión, y otra es la ley como instrumento político. El problema es que, por los errores políticos de implementación de la ley, se terminará sepultando lo que técnicamente es sólido e interesante, a pesar de que es incompleto. El kirchnerismo creó una oportunidad política para un cambio en la historia de medios en la Argentina y por la obsesión con Clarín y por errores de implementación de estrategia política, creo que va terminando -y espero equivocarme- desechando la oportunidad. De acá a diez años, si la ley no es implementada según su espíritu, va a ser muy difícil reflotar la idea porque la sociedad va a asociarla a esta controversia sin fin del kirchnerismo y ciertos grupos que para la mayoría de la gente están fuera de su realidad y de su necesidad. Creo que la ley tiene agujeros, pero es importante en esta área como un primer paso. Pero está totalmente anclada en un proyecto político que no cree en la ley misma.
V.: ¿Los agujeros del texto que plantea están vinculados a temas tecnológicos?
S.W.: Temas tecnológicos, temas financieros. Lo que la ley muestra es que el problema de la diversidad de expresión no es solamente la propiedad. Podés tener cien radios comunitarias y que su fuente de financiamiento no sea diferente que si fueran privadas. Otro problema, para decepción del kirchnerismo, es que pluralizar la propiedad no quiere decir que se pluralice el consumo de la información. ¿Por qué siempre fracasan los medios oficiales? No sólo porque están hechos con un criterio que no tiene nada que ver con cómo la gente común elige consumir medios, sino porque están en enorme desventaja con marcas ya muy instaladas. Esta ley no resuelve este problema.
V.: Pero al poner límites a la concentración, la ley no garantiza que tal o cual medio sea el más consumido, pero sí garantiza que un mismo grupo no tenga tantas voces.
S.W.: Me acuerdo cuando fue todo este debate había gente de Clarín mismo que decía: "Estos no son mercados concentrados, nosotros tenemos dos licencias de radio en una ciudad donde hay 30 mil hertz". El argumento sobre la cantidad de licencias es muy fácil de rebatir desde el otro lado. Yo siempre pienso, cuando el kirchnerismo habla de monopolios y la gente vive en ciudades donde la radio es un mercado bastante fragmentado, es difícil para una persona común entender qué es un monopolio. De lo que estamos hablando es de mercados concentrados donde los índices de concentración son distintos en radio, televisión y periodismo escrito. No es una rigurosidad académica, es porque políticamente, cuando la gente te habla de monopolios, no entiende por qué estás hablando de monopolios si hay diez diarios y cincuenta radios en el mercado. La otra crítica es que, no necesariamente, por haber una propiedad diversificada, todos los temas tengan iguales oportunidades de ser expresados. Hay una cantidad de ideas que no entran en ninguna de las dos posiciones fuertes en pugna.
V.: ¿Cuál es la particularidad del caso argentino entre los casos analizados en "Vox populista"?
S.W.: El kirchnerismo no quiso utilizar mecanismos legales para controlar contenidos, para censurar a periodistas o a fuentes. Utilizó otras formas de influenciar a los medios. En cambio, tanto (Rafael) Correa como (Hugo) Chávez y Morales utilizaron instrumentos legales y judiciales para controlar contenidos. Este Gobierno fue responsable de la eliminación de calumnias e injurias, eso es importante reconocerlo. Lo que hizo Correa con acciones penales a columnistas y periodistas y lo que hizo Chávez con la Ley Resorte (de Responsabilidad Social de los medios), pese a que incluye otros aspectos atendibles, tiene que ver con la capacidad que el Gobierno tiene de controlar contenidos. Eso en el caso argentino no ocurre.
V.: Respecto de la victimización del Grupo Clarín y acerca de "tu libertad de expresión está en riesgo porque a mí me quieren sacar el cable".
S.W.: Es muy difícil para una empresa grande de este país generar empatía entre la gente.
V.: Si usted hubiese sido un asesor estratégico de Clarín, ¿qué reacción le hubiera recomendado?
S.W.: Yo hubiera sugerido posiciones muy diferentes a las que tomó el diario, porque no vas a crear empatía desde el poderoso. Clarín tiene un vínculo muy diferente con sus lectores al de La Nación o Página/12 con su público. No es un público fundamentalmente ideológico, es el público de Clarín, que no es un diario históricamente ideológico, más allá de sus comienzos en el desarrollismo. Desde ese tipo de poder es muy difícil generar empatía.
V.: ¿Cuál hubiese sido su propuesta?
S.W.: Hacer un periodismo totalmente de investigación, informativo, crítico frente al Gobierno y tomando distancia. Vos hacés la pelea, pero no estás transmitiendo la idea de que estás en el medio de la pelea. Porque es Clarín, no es otro diario. Clarín trató últimamente de hacer algunas cosas más rescatables, un periodismo más informativo apuntando a agujeros de este Gobierno. Si fuera consejero de marketing, buscaría cómo proteger una marca que el Gobierno está agrediendo. Nosotros somos los adultos en esta pelea. Ése fue el error estratégico de Clarín. A Clarín le va a ser muy difícil, de aquí en más, decir algo desde el periodismo objetivo, "periodismo independiente", porque todo el mundo sabe que no es así. En parte por lo que hizo este Gobierno y en parte por cómo Clarín reaccionó frente a eso.
V.: ¿La Nación no pudo haber tenido la ventaja de tener menos intereses directos en juego?
S.W.: Yo creo que sí, porque además La Nación está plantado en el lugar de la ideología. En el corazón del diario hay una posición históricamente de frente al peronismo. Es otro tipo de periodismo el de La Nación que el de Clarín. Y reaccionaron diferente.
V.: ¿Qué va a quedar de esta pelea?
S.W.: Todo está atado a la suerte política del kirchnerismo en los próximos años. Si el kichnerismo pierde las próximas elecciones, esto va a quedar como un episodio que generó una enorme cantidad de debate y no va a tener un impacto en el largo plazo ni en la Argentina. Eso es lo más factible, es el escenario que Clarín buscó. El Gobierno equivocó la estrategia de implementación, tendría que haber sido una estrategia más amplia de implementación y no sólo la aprobación de la ley. El Gobierno es víctima de su propia obsesión, que es una ley anti-Clarín, y no potenció las cosas buenas que la ley tiene para el ciudadano medio. Se pensó "lo importante es la ley y después vemos lo que pasa". Sería irónico que un Gobierno que le puso tanta energía a este tema finalmente no logre cosas básicas como pluralizar la información.
V.: Si usted fuera el árbitro, diría que perdieron los dos, porque ambos se subieron al ring.
S.W.: Claro. Lo que yo hubiera dicho desde la Presidencia es "la Presidenta no se mete con esto". Eligió un enemigo equivocado. Tener a Clarín de enemigo no te da votos. Uno de los errores de este Gobierno es poner en la mira públicamente a un enemigo que no sé qué rédito político le habrá dado. Y Clarín se sube al ring como si fuera un diario común, sin la tendencia y la presencia que tiene en el país. Pierden los dos, pero hoy están en un lugar donde Clarín quiso estar. Están más cerca del lugar del ring que Clarín eventualmente se dio cuenta que era donde quería estar. Para hacer la analogía boxística, por ahí, por ahora, gana Clarín por puntos.
V.: Un kirchnerista le diría que lo que demuestra este fracaso de la ley es que Clarín tenía aliados de un poder inconmensurable.
S.W.: Pero ésa es información que tenés que considerar desde el oficialismo para ver tu estrategia. Esto es política. Creo que al Gobierno le faltó pensar pasos, especialmente teniendo en cuenta la influencia de Clarín. Si vos te querés cargar a Clarín, tenés que pensar la respuesta y la influencia que tiene.
V.: ¿Clarín recuperará al lector identificado con el argentino promedio?
S.W.: Cuando tenés un enemigo que te destruye tu marca, lo que hacés es "voy a convencer al público de que no piensen a la marca tal como a la marca le interesaría sino que piensen diferente". Eso es lo que el Gobierno ha hecho. Hoy leer Clarín tiene una carga ideológica, política, que antes no tenía. Hoy, llevar Clarín bajo el brazo no es lo mismo que antes de 2008; es una marca de identidad política. El Gobierno instaló un tema de identidades. El otro día, un taxista me llevó a Artear y me dijo: "¿Trabajás en la corpo?". Es sintomático de uno de los pocos triunfos que el Gobierno tuvo después de cinco años de poner en la mira con globos y banderas "Clarín miente". Pocos piensan que los medios sean neutrales.
V.: En 2009, 2010 y hasta comienzos de 2011 hubo una aseveración bastante extendida, sobre todo en medios de Clarín, de que el Gobierno estaba terminado. Ese diagnóstico se vuelve a escuchar ahora. ¿Qué le parece?
S.W.: Yo eso lo tomo con pinzas. Este Gobierno ha resucitado un par de veces. Esto de potenciar la idea de "terminado" es una idea de militancia, de izquierda o derecha, de exagerar el triunfo y regodearse. Políticamente es peligroso para vos mismo, que terminás creyéndotelo.
Silvio Waisbord: Es como que se encuentran, más que lo piensan. El caso de Chávez es claro, porque cuando él sube, no tiene ese discurso feroz contra determinados medios, como lo hace después del golpe de 2002. Cambia fundamentalmente con el golpe, cuando se da cuenta de que realmente no los controlaba. En 1999, él es visto por cierta clase dominante como una alternativa posible. Pero ahí se produce un tira y afloja entre quién va a controlar, quién va a dictar los términos de esa relación. Entonces, su reconversión frente a los medios tiene que ver con el golpe. Por ejemplo, los medios comunitarios en Venezuela estaban muy desorganizados. Él se da cuenta de que pueden ser una alianza importante junto con una estrategia de controlar a determinados medios privados, especialmente de la televisión. A los medios escritos se acostumbra y le son útiles, porque siempre está el enemigo presente. Los diarios El Nacional y El Universal existen, pero llegan a un público limitado, que es poco simpatizante del chavismo, y eso queda funcional a los intereses del régimen.
V.: En gran parte de América Latina, incluido Brasil, muchos medios enarbolaron ser víctimas de intentos de censura frente a una ofensiva populista. ¿Cuánto de ese discurso en boca de medios que ejercen posición dominante entró en crisis de credibilidad?
S.W.: No es algo propio de las empresas mismas. Los políticos también se ponen en el lugar de la víctima, de ser atacados. Hay matices en las estrategias que los gobiernos tomaron frente a los medios. El dato más interesante es que, en Venezuela, la mayoría de licencias de radio y televisión están hoy en manos privadas. Me parece importante cotejar cuál es la realidad frente a los discursos de ambos lados sobre quién es el culpable de la situación y cuál es el problema. Se dicen barbaridades, se maneja un lenguaje simplista sobre el monopolio, el oligopolio, el autoritarismo.
V.: Álvaro García Linera, el vicepresidente de Bolivia, sostuvo ante Ámbito Financiero que los distintos gobiernos montaron sistemas de medios oficialistas militantes como reacción a la militancia opositora vía medios tradicionales, y que ello se iba a desactivar cuando las oposiciones se "independicen" de las organizaciones periodísticas.
S.W.: Me parece una posición bastante frágil: "Hasta que eso ocurra, hacemos lo que queremos". El problema es que el populismo lo que quiere es contrarrestar el poder exagerado de ciertos medios, pero elige instrumentos que agudizan los problemas. Aparte, son soluciones temporarias porque todo Gobierno es temporario. O sea, el utilizar los medios públicos para expandir la oferta informativa frente a un espacio dominado por las grandes empresas dura lo que dura ese Gobierno, lo cual profundiza siempre la crisis de los medios públicos y no necesariamente garantiza que los medios privados cambien. El otro tema es que la información dura es lo más difícil, cuesta más plata, no necesariamente es de interés masivo. Y eso es lo que el populismo no resuelve. Entonces siempre estamos reciclando viejas ideas para solucionar el mismo problema, que es una ecología informativa lo más diversa posible. La situación de Kirchner con Clarín varía. En un momento se transformó en un problema, pero en un principio no fue un problema el supuesto poder exacerbado que alguien tiene en el mercado informativo argentino. Ahí es cuando es sospechoso el relato. Si hubiera habido otra justificación para ese cambio de timón, sería mucho más creíble que empañar todo eso en una épica setentista.
V.: Más allá del relato y la justificación, en cuanto a instrumento legal que ha sido la ley de medios, el kirchnerismo agregó un campo argumentativo que no era propio, sumó aliados. ¿Cómo ve que un Gobierno que tiene una estrategia comunicacional no ejemplar desde el punto de vista democrático apele a una herramienta, el texto de la ley, que sí es "liberal" en cuanto a las garantías que ofrece para la libertad de expresión?
S.W.: Para mí, la diferencia entre una ley con un documento técnico es una discusión, y otra es la ley como instrumento político. El problema es que, por los errores políticos de implementación de la ley, se terminará sepultando lo que técnicamente es sólido e interesante, a pesar de que es incompleto. El kirchnerismo creó una oportunidad política para un cambio en la historia de medios en la Argentina y por la obsesión con Clarín y por errores de implementación de estrategia política, creo que va terminando -y espero equivocarme- desechando la oportunidad. De acá a diez años, si la ley no es implementada según su espíritu, va a ser muy difícil reflotar la idea porque la sociedad va a asociarla a esta controversia sin fin del kirchnerismo y ciertos grupos que para la mayoría de la gente están fuera de su realidad y de su necesidad. Creo que la ley tiene agujeros, pero es importante en esta área como un primer paso. Pero está totalmente anclada en un proyecto político que no cree en la ley misma.
V.: ¿Los agujeros del texto que plantea están vinculados a temas tecnológicos?
S.W.: Temas tecnológicos, temas financieros. Lo que la ley muestra es que el problema de la diversidad de expresión no es solamente la propiedad. Podés tener cien radios comunitarias y que su fuente de financiamiento no sea diferente que si fueran privadas. Otro problema, para decepción del kirchnerismo, es que pluralizar la propiedad no quiere decir que se pluralice el consumo de la información. ¿Por qué siempre fracasan los medios oficiales? No sólo porque están hechos con un criterio que no tiene nada que ver con cómo la gente común elige consumir medios, sino porque están en enorme desventaja con marcas ya muy instaladas. Esta ley no resuelve este problema.
V.: Pero al poner límites a la concentración, la ley no garantiza que tal o cual medio sea el más consumido, pero sí garantiza que un mismo grupo no tenga tantas voces.
S.W.: Me acuerdo cuando fue todo este debate había gente de Clarín mismo que decía: "Estos no son mercados concentrados, nosotros tenemos dos licencias de radio en una ciudad donde hay 30 mil hertz". El argumento sobre la cantidad de licencias es muy fácil de rebatir desde el otro lado. Yo siempre pienso, cuando el kirchnerismo habla de monopolios y la gente vive en ciudades donde la radio es un mercado bastante fragmentado, es difícil para una persona común entender qué es un monopolio. De lo que estamos hablando es de mercados concentrados donde los índices de concentración son distintos en radio, televisión y periodismo escrito. No es una rigurosidad académica, es porque políticamente, cuando la gente te habla de monopolios, no entiende por qué estás hablando de monopolios si hay diez diarios y cincuenta radios en el mercado. La otra crítica es que, no necesariamente, por haber una propiedad diversificada, todos los temas tengan iguales oportunidades de ser expresados. Hay una cantidad de ideas que no entran en ninguna de las dos posiciones fuertes en pugna.
V.: ¿Cuál es la particularidad del caso argentino entre los casos analizados en "Vox populista"?
S.W.: El kirchnerismo no quiso utilizar mecanismos legales para controlar contenidos, para censurar a periodistas o a fuentes. Utilizó otras formas de influenciar a los medios. En cambio, tanto (Rafael) Correa como (Hugo) Chávez y Morales utilizaron instrumentos legales y judiciales para controlar contenidos. Este Gobierno fue responsable de la eliminación de calumnias e injurias, eso es importante reconocerlo. Lo que hizo Correa con acciones penales a columnistas y periodistas y lo que hizo Chávez con la Ley Resorte (de Responsabilidad Social de los medios), pese a que incluye otros aspectos atendibles, tiene que ver con la capacidad que el Gobierno tiene de controlar contenidos. Eso en el caso argentino no ocurre.
V.: Respecto de la victimización del Grupo Clarín y acerca de "tu libertad de expresión está en riesgo porque a mí me quieren sacar el cable".
S.W.: Es muy difícil para una empresa grande de este país generar empatía entre la gente.
V.: Si usted hubiese sido un asesor estratégico de Clarín, ¿qué reacción le hubiera recomendado?
S.W.: Yo hubiera sugerido posiciones muy diferentes a las que tomó el diario, porque no vas a crear empatía desde el poderoso. Clarín tiene un vínculo muy diferente con sus lectores al de La Nación o Página/12 con su público. No es un público fundamentalmente ideológico, es el público de Clarín, que no es un diario históricamente ideológico, más allá de sus comienzos en el desarrollismo. Desde ese tipo de poder es muy difícil generar empatía.
V.: ¿Cuál hubiese sido su propuesta?
S.W.: Hacer un periodismo totalmente de investigación, informativo, crítico frente al Gobierno y tomando distancia. Vos hacés la pelea, pero no estás transmitiendo la idea de que estás en el medio de la pelea. Porque es Clarín, no es otro diario. Clarín trató últimamente de hacer algunas cosas más rescatables, un periodismo más informativo apuntando a agujeros de este Gobierno. Si fuera consejero de marketing, buscaría cómo proteger una marca que el Gobierno está agrediendo. Nosotros somos los adultos en esta pelea. Ése fue el error estratégico de Clarín. A Clarín le va a ser muy difícil, de aquí en más, decir algo desde el periodismo objetivo, "periodismo independiente", porque todo el mundo sabe que no es así. En parte por lo que hizo este Gobierno y en parte por cómo Clarín reaccionó frente a eso.
V.: ¿La Nación no pudo haber tenido la ventaja de tener menos intereses directos en juego?
S.W.: Yo creo que sí, porque además La Nación está plantado en el lugar de la ideología. En el corazón del diario hay una posición históricamente de frente al peronismo. Es otro tipo de periodismo el de La Nación que el de Clarín. Y reaccionaron diferente.
V.: ¿Qué va a quedar de esta pelea?
S.W.: Todo está atado a la suerte política del kirchnerismo en los próximos años. Si el kichnerismo pierde las próximas elecciones, esto va a quedar como un episodio que generó una enorme cantidad de debate y no va a tener un impacto en el largo plazo ni en la Argentina. Eso es lo más factible, es el escenario que Clarín buscó. El Gobierno equivocó la estrategia de implementación, tendría que haber sido una estrategia más amplia de implementación y no sólo la aprobación de la ley. El Gobierno es víctima de su propia obsesión, que es una ley anti-Clarín, y no potenció las cosas buenas que la ley tiene para el ciudadano medio. Se pensó "lo importante es la ley y después vemos lo que pasa". Sería irónico que un Gobierno que le puso tanta energía a este tema finalmente no logre cosas básicas como pluralizar la información.
V.: Si usted fuera el árbitro, diría que perdieron los dos, porque ambos se subieron al ring.
S.W.: Claro. Lo que yo hubiera dicho desde la Presidencia es "la Presidenta no se mete con esto". Eligió un enemigo equivocado. Tener a Clarín de enemigo no te da votos. Uno de los errores de este Gobierno es poner en la mira públicamente a un enemigo que no sé qué rédito político le habrá dado. Y Clarín se sube al ring como si fuera un diario común, sin la tendencia y la presencia que tiene en el país. Pierden los dos, pero hoy están en un lugar donde Clarín quiso estar. Están más cerca del lugar del ring que Clarín eventualmente se dio cuenta que era donde quería estar. Para hacer la analogía boxística, por ahí, por ahora, gana Clarín por puntos.
V.: Un kirchnerista le diría que lo que demuestra este fracaso de la ley es que Clarín tenía aliados de un poder inconmensurable.
S.W.: Pero ésa es información que tenés que considerar desde el oficialismo para ver tu estrategia. Esto es política. Creo que al Gobierno le faltó pensar pasos, especialmente teniendo en cuenta la influencia de Clarín. Si vos te querés cargar a Clarín, tenés que pensar la respuesta y la influencia que tiene.
V.: ¿Clarín recuperará al lector identificado con el argentino promedio?
S.W.: Cuando tenés un enemigo que te destruye tu marca, lo que hacés es "voy a convencer al público de que no piensen a la marca tal como a la marca le interesaría sino que piensen diferente". Eso es lo que el Gobierno ha hecho. Hoy leer Clarín tiene una carga ideológica, política, que antes no tenía. Hoy, llevar Clarín bajo el brazo no es lo mismo que antes de 2008; es una marca de identidad política. El Gobierno instaló un tema de identidades. El otro día, un taxista me llevó a Artear y me dijo: "¿Trabajás en la corpo?". Es sintomático de uno de los pocos triunfos que el Gobierno tuvo después de cinco años de poner en la mira con globos y banderas "Clarín miente". Pocos piensan que los medios sean neutrales.
V.: En 2009, 2010 y hasta comienzos de 2011 hubo una aseveración bastante extendida, sobre todo en medios de Clarín, de que el Gobierno estaba terminado. Ese diagnóstico se vuelve a escuchar ahora. ¿Qué le parece?
S.W.: Yo eso lo tomo con pinzas. Este Gobierno ha resucitado un par de veces. Esto de potenciar la idea de "terminado" es una idea de militancia, de izquierda o derecha, de exagerar el triunfo y regodearse. Políticamente es peligroso para vos mismo, que terminás creyéndotelo.
Esudios: Escuela Martín Rivadavia (primario, en Comodoro Rivadavia) y Lange ley (en Buenos Aires); Nacional Manuel Belgrano (secundario); Sociología en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de California (maestría y doctorado).
Trabajo: Docente en la George Washington University; editor jefe de International Journal of Press/Politics. Está editando "Media Sociology: A Reappraisal", en politybooks.com. Acaba de publicar "Vox Populista" (Gedisa).
Rutina informativa: The New York Times, The Washington Post y The Guardian.
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